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La soprano Jennifer Wilson, expulsada del Palau de les Arts

El Palau de les Arts ha repudiado a su musa Jennifer Wilson. La soprano estadounidense que protagonizó de la mano de Zubin Mehta las más memorables noches operísticas vividas en Valencia, encarnando personajes como Brunilda, Isolda o Leonora de Fidelio, ha sido expulsada de modo fulminante de la producción de Turandot por ella protagonizada, estrenada el pasado miércoles y de la que aún tenía que liderar cuatro funciones, hasta el próximo día 31.

 Según un comunicado emitido por el Palau de les Arts el viernes, esta drástica medida no es tal, sino que responde exclusivamente “a razones médicas”. Sin embargo, el motivo de esta rescisión unilateral de las representaciones contratadas responde, según planteó el Palau de les Arts a la propia Jennifer Wilson, a razones de índole artística, reforzadas por los contados abucheos con los que un reducido sector del público la acogió cuando salió a saludar al final del estreno.

Sorprende este trato denigrante a una cantante como la Wilson, tan vinculada al Palau de les Arts desde sus orígenes. De hecho, ella ha sido uno de los símbolos y referencias de su reconocida calidad artística, y que convirtió a la ópera valenciana en punto de referencia en la lírica internacional. Críticos internacionales la consideraron como “la gran Brunilda del siglo XXI”, y su grabación de El anillo del Nibelungo con Zubin Mehta en el foso del Palau de les Arts y la escena de La Fura dels Baus constituyó un hito internacional. También triunfó en València, siempre de la mano de Zubin Mehta, con títulos como Tristan e Isolde y Fidelio.

Nada de ello ha bastado para que el Palau de les Arts tuviera un trato más considerado con una soprano que desde el primer momento se volcó con él. Los responsables artísticos de la ópera valenciana han prescindido de ella mal y tarde, y han buscado rápidamente una sustituta –la eslovena Rebeka Lokar- para todo el resto de funciones que aún debía de interpretar. La Wilson ha tenido incluso que escuchar frases tan desagradables como que “ha perdido los agudos” o, ya en un tono con tufillo más ofensivo, “que se mueve en escena como un saco de patatas”.

La controvertida decisión llega enmascarada bajo razones médicas, aunque la realidad es que se encuentra perfectamente de salud, acomodada ya en su casa estadounidense de  Manassas (Virginia), donde “he decidido volver a abrir mi escuela vocal y aceptar un número limitado de estudiantes durante los próximos seis meses”, según ella misma refiere en su página de Facebook , donde también señala que “jamás olvidaré mi estancia en València para esta Turandot, un personaje que he interpretado con éxito más de 70 veces”.

Dejar que una situación se deteriore hasta este punto delata una escandalosa dejadez profesional, en la que también tiene responsabilidad el director musical de la producción, que en este caso es el joven e inexperto Alpesh Chauhan, quien también debería de haber tomado cartas en el asunto.    Si realmente la Wilson no estaba en condiciones vocales de asumir el rol de Turandot, los gestores del Palau de les Arts tendrían que haberlo detectado durante los ensayos, haber planteado entonces el problema y tomado, en consecuencia, una decisión pactada. En lugar de ello, han dejado el tema de la mano de dios (¡o del diablo!) y han permitido que la musa llegara al estreno sin estar realmente en condiciones de abordarlo con los niveles de calidad artística previstos. Un verdadero dislate en el que todos –teatro, soprano y público- han salido perdiendo. JUSTO ROMERO

Publicada en Diario Levante el 21/10/2018