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Por SpRPublicado el: 01/10/2019Categorías: Noticias
Jessye Norman fallece a los 74 años
Jessye Norman fallece a los 74 años
Jessye Norman, la reconocida estrella internacional de la ópera cuya voz de soprano apasionada ganó sus numerosos premios Grammy, la Medalla Nacional de las Artes y los honores del Centro Kennedy, murió el 30 de septiembre en un hospital de la ciudad de Nueva York. Tenía 74 años.
Un portavoz de la familia, Gwendolyn Quinn, confirmó la muerte. Un comunicado emitido a Associated Press dijo que la Sra. Norman murió de shock séptico y fallo multiorgánico secundario tras complicaciones de una lesión de la médula espinal que sufrió en 2015.
Jessye Norman fue una artista pionera y una de las pocas cantantes negras en alcanzar el estrellato mundial en el mundo de la ópera, actuando en teatros tan venerados como La Scala de Milán o el Met neoyorquino y cantando obras célebres como Bizet “Carmen” y “Aida” de Verdi. También destacó en las óperas de Wagner, ampliando a otros géneros como el jazz.
Norman nació el 15 de septiembre de 1945 en Augusta, Georgia, en el seno de una familia de tradición musical. La soprano recuerda cómo los argumentos de la ópera, que empezó a escuchar por la radio siendo niña, le resultaban la versión para adultos de historias que eran corrientes en su infancia. Así, de escucharla por la radio, Norman pasó a estudiarla en la Universidad de Michigan y el Peadbody Institute.
El primer impulso internacional de su carrera llegó con la obtención del primer premio del Concurso de Múnich en 1968, debutando al año siguiente en la Deutsche Oper Berlin en el rol de Elisabeth de Tannhäuser. Desde entonces, Norman fue una habitual en teatros como La Scala de Milán, la Royal Opera House de Londres o el Met de Nueva York, donde debutó en 1983 como Cassandre en ‘Les Troyens‘ de Berlioz.
El crítico del New York Times, Edward Rothstein, escribió sobre un recital de 1992 que su voz era como “una mansión sonora: de grandes dimensiones, se abre hacia unas vistas insospechadas. Tiene habitaciones luminosas, pasillos estrechos, salas cavernosas”. Tan buena intérprete como cantante, la opulencia de su sonido, que parecía salir sin esfuerzo, encajaba a la perfección e las obras de Wagner y Strauss.
Como artista afroamericana, defendió a las cantantes que hicieron posible que ella siguiese su estela – Marian Anderson, Dorothy Maynor, Leontyne Price – y desafió a aquellos que la encasillaban en la ópera ‘Porgy and Bess‘ de Gershwin: “No es real pensar que el prejuicio racial ha desaparecido. Existe. Una cosa es definir un conjunto legal y otra cambiar la conciencia de la gente. No creo que el color de mi piel sea un problema”, exclamaba Norman en una entrevista.
“Siempre me han atraído las cosas que otras personas podrían considerar inusuales. Siempre me atrae el texto y la bella melodía. No es importante para mí quién lo ha escrito. Es más razonable tener una mente abierta sobre lo que es la belleza ”, dijo Norman en una entrevista de 2002 con el Chicago Sun-Times. “Es importante que los músicos clásicos se amplíen y se piense más allá de las tres B (Bach, Beethoven y Brahms)”.
Actuó con todos los grandes directores, incluido Celibidache, con quien tuvo discrepancias en unos “Cuatro últimos lieder” de Strauss en Munich. Al maestro no le gustaron nada las libertades que se tomaba la soprano, a veces tendente al amaneramiento. Cenaron juntos y no se miraron en toda la noche.
Trabajó durante un tiempo con Felix Lavilla, pero la colaboración no terminó muy bien.
En una ocasión la sorprendieron en el aeropuerto de Bilbao con monedas escondidas en el pecho. La querían desnudar y se armó un escándalo.
Con una nueva producción de Porgy and Bess en el Met, el Teatro dedicó su función del 30 de septiembre a la cantante.
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