Jonas Kaufmann recibe el primer Premio Casa Museo Enrico Caruso
La dirección de la Casa Museo vincula con este galardón el nombre del icónico tenor al de aquellos artistas que a través de su arte promueven y difunden el canto y la ópera
El pasado 28 de abril, Gaetano Bonelli, director de la Casa Museo Enrico Caruso, entregó el primer galardón de la institución a Jonas Kaufmann, destacando tanto la calidad de su canto y la cercanía de sus interpretaciones como su labor en la promoción y difusión del canto lírico, principal objetivo de estos premios.
Elegido unánimemente por el jurado, compuesto por Lello Real, presidente de la Asociación Casa Museo Enrico Caruso, Guido D’Onofrio, presidente de honor del Museo, Ivano Caiazza, director artístico de la Casa, el compositor y director Filippo Zigante y la musicóloga Paola De Simone, Jonas Kaufmann ha agradecido la concesión del premio con emoción, “casi sin palabras por el honor de estar en el mismo espacio en el que creció un superhéroe como Caruso”.
En su discurso de recepción del premio, Kaufmann destacó que “el mayor paralelismo que se puede establecer entre nuestro presente y el de Caruso es el cambio en la manera de cantar: el tenor italiano fue llamado a cantar con todo el cuerpo, así como con la voz, lo que inició un nuevo momento de gloria para la ópera y para esta profesión. Hoy nos vemos empujados a montar espectáculos mucho más complejos, realistas y contemporáneos, comprometidos con nuestra realidad, y se requieren fortalezas más allá de lo estrictamente vocal. Caruso convivió con el cine, y hoy nosotros lo hacemos con las redes sociales y videojuegos. Si podemos crear una generación de cantantes capaces de hacer creíble y mágico lo que sucede en el escenario, entonces la ópera tendrá futuro: no es imposible porque el realismo de Puccini nunca caduca”.
Kaufmann extiende esta reflexión en una entrevista para el medio Connessi all’opera, en la que indica considerarse muy afortunado por “haber descubierto y entendido bien, tras los primeros 10 años de estudio de la voz, las peculiaridades de mi instrumento”. “Esto me ha permitido y me permite hacer casi todo: el repertorio alemán, francés, el italiano…”, continúa, “Al principio quise especializarme en un solo repertorio, pero pronto me di cuenta de que ese límite habría reducido mi carrera, habría sido demasiado aburrido. Plácido domingo, por ejemplo, es un ejemplo de acierto en todo”.
Cómodo en el registro de tenor, confiesa, escoge con mesura nuevos papeles y retos futuros, con la confianza de no arrepentirse por las decisiones tomadas en su carrera: “No hay obras o papeles que sienta que he perdido. Hay personajes que cantaba con mucho gusto y que hoy ya no hago porque no se da el caso, como Alfredo en La Traviata y Ferrando en Così fan tutti… así que no hay ausencias ni deseos que me hagan llorar en la almohada, aunque por supuesto quedan cosas pendientes”.
La nostalgia se cuela en su percepción de la situación actual de la lírica cuando se le pregunta sobre las referencias para los estudiantes de canto: “En mi opinión, un músico tiene dos opciones: o seguir el ejemplo de lo que le rodeo o buscar la inspiración en el pasado. Yo siempre he mirado atrás, a pesar de haber iniciado mis estudios en la época de los tres tenores, máxima expresión lírica del momento. Admiro las primeras grabaciones. No es fácil de explicar con palabras, pero en ese escuchas conocí, además de la belleza de la vez y la inteligencia a la hora de abordar el texto, una elegancia que hoy ya no existe”. La causa, precisa, sería el ritmo frenético de la era moderna: “en los años 80 y 90, la vocalidad, la música en general, empezó a ser cada vez más agresiva, pero el gran repertorio fue compuesto en tiempos mucho más tranquilos. Entiendo las necesidades de la actualidad, pero por eso defiendo que hay que entender el estilo y abordarlo con honestidad, con la voz de cada uno. No se puede cambiar el instrumento pero sí trabajar la técnica y escoger el repertorio adecuadamente”.
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