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Por Publicado el: 24/01/2016Categorías: Crítica

Jordi Savall: colores, ritmos, afectos

COLORES, RITMOS, AFECTOS                                         

            “La Europa musical”: 1500-1700. Hespèrion XXI. Dirección: Jordi Savall. Auditorio Nacional, Sala de cámara, Madrid. 21-1-2016. Temporada del CNDM.

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            Jordi Savall maneja su viola de gamba soprano con la habilidad de siempre, con impecable afinación –algo complicado en instrumento de este tipo-, destreza en las agilidades, belleza tímbrica, acentos bien dispuestos y una elocuencia que eleva el lirismo y el valor danzable de cada pieza a considerable altura. Lo que se combina con una expresividad que puede llegar a ser lacerante, algo constatable, por ejemplo, en una música como la de la “Pavana” de Luys de Milán o la de las “Diferencias sobre la Dama le demanda” de Cabezón.

            Junto al instrumentista de Igualada se situaron otros magníficos músicos, cuyos nombres merecen ser citados: Philippe Pierlot, viola de gamba alto y baja; Sergi Casademunt, viola de gamba tenor; Lorenz Duftschmid, viola de gamba baja; Xavier Puertas, violón; Enrike Solinís, tiorba y guitarra, y el inefable, sabio, delicado percusionista Pedro Estevan. La sonoridad de esa agrupación, oscura y penumbrosa, de tintes y reflejos muy variados, la precisión de los ataques, el rigor de las imitaciones, la claridad de los contrapuntos permitieron interpretaciones de mucha altura, en las que se dieron cita toda clase de colores, de afectos, de sensaciones, de emociones.

            Podemos destacar, en el grupo de “Anónimos”, auténtico aperitivo ligero, el contagioso ritmo del “Saltarello”. En el de la “Música isabelina”, la animada y gentil “Danza escocesa” de William Brade. En el de “Danzas y variaciones españolas”, aparte las dos obras mencionadas arriba, la “Romanesca” de Diego Ortiz, donde Savall realizó vertiginosas figuraciones, que alcanzaron la cúspide en el “tourbillon” final de la “Gallarda napolitana” de Antonio Valente, cierre del grupo de “Músicas barrocas”, donde fue una gozada la grandiosidad de la “Corrente italiana” de Joan Cabanilles. Las aceleraciones finales del “Anónimo” “Bourrée d’Avignonez”, incluido en la sección “Músicas para el Rey Luis XIII”, nos levantaron del asiento. En el que ya no nos aposentamos durante los rápidos ornamentos en los “Canarios” ofrecidos como primer bis. El segundo fue la “Danza de los sátiros” de Brade, en la que los nítidos “pizzicati” tuvieron tanta precisión como delicadeza. Gran éxito a sala llena. Arturo Reverter

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