José Luis Prats en el Auditorio Nacional: exhibicionismo de altura
EXHIBICIONISMO DE ALTURA
Guerrero: “Suite Habana”. Albéniz: selección de “Iberia”. Grieg: selección de “Piezas líricas”. Chopin: “Sonata nº 3”. Jorge Luis Prats, piano. Madrid, Auditorio Nacional. 9-6-2015. Grandes Intérpretes. Fundación Scherzo.
Este pianista cubano (Camagüey, 1956) posee poderosa pulsación, ataques certeros y fulmíneos, magnífico juego dinámico, muy pulcra digitación, sentido de lo danzable, estricto control del ritmo, fraseo imaginativo y empleo afortunado, a veces libérrimo, del “rubato”. Es un hacha acentuando y un apasionado fustigador de octavas, al tiempo que, en algún caso, un delicado orfebre de verdaderos rosarios de notas encadenadas, “legato” o “staccato”. Cambió radicalmente el orden del programa anunciado –sin que por megafonía se diera información cumplida- y se introdujo una no prevista selección de las “Piezas líricas” de Grieg, tocadas con más elegancia que refinamiento, con más seguridad que encanto y suavidad. El aire bailable, de abigarrado colorido, de la “Suite Habana” de Félix Guerrero ( 1916-2001) fue traducido por Prats con presteza, juego variado y elocuencia.
Las páginas de “Iberia” fueron tocadas en otro orden y se dejó fuera “El Corpus en Sevilla”. Las manos corrieron raudas por las teclas, solventando con aplomo las innumerables dificultades, aunque imprimiendo unos acentos en ocasiones verdaderamente extraños, con un deje ligeramente antillano más bien impropio. Versiones musculadas, proteicas, escasamente refinadas, abundantes en notas con mucha “barriga”, en expresión del pianista Guillermo González –autor de una espléndida edición de la partitura-, no siempre clarificadas en todas sus densas líneas. Fue discutible, por ejemplo, la manera de cantar la copla en “Triana”. “Lavapiés,” de tejido aún más enmarañado, resultó demasiado confusa, bien que la habanera tuviera una reproducción estimulante.
La “Sonata” chopiniana fue tocada con ardor, con un verbo elocuente y una hábil gradación de intensidades, con alternancias bien estudiadas entre los pasajes turbulentos y los cantos más líricos. Excesiva, hasta perder claridad de dicción, la vertiginosidad del “Scherzo”. El “Largo” fue cantado a conciencia, con un “legato” inteligentemente aplicado. El movimiento final fue más un “Prestissimo” que un “Presto non tanto” y en él pudieron apreciarse mínimos roces. Nada grave. El bien trabajado éxito fue correspondido con tres piezas muy propias para el irrefenable exhibicionismo del artista: fulgurantes fantasías sobre temas de raíz popular. Arturo Reverter
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