Festival de Santander: juegos malabares
JUEGOS MALABARES
España se ha convertido en una especie de gran tablero donde se practican toda clase de malabarismos, que en el caso de la gestión, organización y venta de la Cultura alcanza un grado de funambulismo de altísimo riesgo. Durante bastantes años se ha dilapidado hasta el aire que se respira y luego, cuando las calculadoras han comenzado a funcionar (no antes, pues no estaba de moda usarlas) los que han venido detrás de los dilapidadores/depedradores han tenido que hacer virguerías para apañarse: para apañar la producción de su futuro arreglando al mismo tiempo los desaliños del pasado. Algunos han tirado la toalla, pero, como la vergüenza torera en este país no tiene límites, otros han mirado para delante poniéndose el mundo por montera. Ejemplo: la gente que desde hace no mucho se encarga de que el Festival de Santander, o sea, uno de los iconos veraniegos para la música clásica desde hace más de seis décadas, siga funcionando.
Ya la temporada pasada me referí a los dineros que los anteriores gestores habían dejado a deber; y también a cómo los nuevos se habían planteado resolver el asunto. Fácil: con no ser un delincuente es más que suficiente para hacer un buen trabajo, sobre todo un trabajo pensado para el público que va a consumir los resultados del mismo, y no para satisfacer intereses propios (por decirlo suavemente). Así, este año se nos anuncia que la pasada edición cerró no solo con una buena respuesta de público (el resultado artístico fue fantástico), sino con una reducción de la deuda de 430.000 €. Pues eso; poco a poco. O mucho a mucho, depende de cómo se mire: la cantidad de deuda reducida coincidió, euro arriba, euro abajo, con la cantidad recaudada en concepto de ingreso por venta de entradas. Dicho así, se entiende mejor que pareciera estuviéramos hablando del milagro de alguna virgen del lugar; milagro doble, en todo caso, porque desde el 2012 la deuda se ha reducido en 750.000 €. Fíjense en qué estado de lamentable chapuza había quedado todo a esa fecha, que, a día de hoy, y tras los mencionados notables descensos, todavía se debe más de un millón de euros. Continuará.
Esta edición del festival, la 64, abrirá con un homenaje a la OSRTVE en su 50 aniversario; falta le hace, ante la deriva en que se encuentra la empresa madre, una RTVE desprestigiada y bajo mínimos en calidad y objetividad informativa. La dirigirá Pablo González, que hará los ballets completos El pájaro de fuego y El sombrero de tres picos. Este año hay concurso de piano, con lo que hay que contar con las sesiones finales, que también dirigirá González. Más interesante es la intervención de la espléndida Filarmónica de Oslo, con su director titular, Vasily Petrenko, que hará dos conciertos, uno de ellos el de clausura, con la violinista Vilde Frang. Pero quizá el punto sinfónico de mayor interés sea el concierto de la Filarmónica de San Petersburgo con Yuri Temirkanov y Javier Perianes. Hace pocos meses tuve la oportunidad de escucharla, con el mismo maestro, y les puedo asegurar que, ambos, están en un momento espléndido. Romeo y Julieta de Prokofiev, junto al Concierto en Sol menor de Ravel, es, además, un programa de gran atractivo. Otro grande visita Santander este año, el sabio Alberto Zedda, para hacer una maravilla, el Stabat Mater de Rossini: ¿hay alguien que sepa más de Rossini que este hombre? Será con la Orquesta de Cadaqués. Y en fin, se podrá escuchar a solistas de la talla del pianista Grigory Sokolov (Bach, Beethoven, Schubert) o la violinista Lisa Batiashvili. Y una breve pero interesantísima pincelada barroca: la Freiburg Barockorchester con Petra Müllejans y Andreas Steier. Entre otros, y otras cosas, como la conferencia de Rubén Amón sobre La consagración de la primavera o la proyección del extraordinario documental sobre Soler protagonizado por Rosa Torres Pardo. O los conciertos de los marcos históricos, todo un clásico.
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