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Por Publicado el: 30/11/2005Categorías: Crítica

Kissin, el virtuosismo por el virtuosismo

Ciclo Ibermúsica
Kissin, el virtuosismo por el virtuosismo
Obras de Beethoven y Chopin. Evgueni Kissin, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 29 de noviembre
Hace un año que Kissin nos deslumbraba con sus interpretaciones de los cinco conciertos beethovenianos. Ahora dedicó al mismo público de Ibermúsica una nueva actuación que ha empañado bastante aquellos recuerdos. Kissin es efectivamente, como me comentaba mi querido amigo y compañero Carlos Gómez Amat, un gran pianista pero no un gran músico.
A un niño prodigio se le puede perdonar que en vez de hacer música se dedique a tocar el piano con técnica deslumbrante. A alguien ya crecidito y con renombre hay que exigirle que algo más que esto último: la madurez interpretativa. Y Kissin casi lo consiguió otras veces en Madrid, ya con alguno de los citados conciertos ya con los “Cuadros de una exposición” de Mussorgsky. Pero no en esta ocasión, en la que se lanzó a tumba abierta a demostrar que puede tocar más deprisa que nadie y con la gama dinámica más extensa. Me recordó el peculiar cartel que lucía tiempo atrás en la trasera de un Porsche: “yo no corro, vuelo bajo”. Pues algo parecido es lo que ofreció Kissin, con lecturas un tanto crispadas, sin un momento de reposo para el oyente, con una tensión concentrada creada a base de “fortes” y “staccatos”, cortando demasiado la música. Kissin se perdía disfrutando virtuosísticamente de una sucesión imparable de notas un tanto aceleradas. De vez en cuando, en algún pasaje lírico se sentía en la obligación de buscar la esencia musical y la encontraba a base de musitar las notas.
Empezó así con la “Tercera sonata” de Beetoven, continuó con la de “Los adioses” y terminó con los cuatro “Scherzos” de Chopin, en cuyo segundo se alcanzó el mejor nivel del recital. Decía María Callas que la técnica era necesaria pero que, una vez que se poseía, había que olvidarse de ella para buscar la expresión. Es un consejo válido para Kissin.
Para colmo, cuando llegaban las citadas “musitaciones” eran atropelladas por el coro de faringíticos del auditorio. Realmente lamentable. Así no se puede ni tocar ni escuchar música. Gonzalo ALONSO

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