Crítica: Kissin, pianista en plenitud
Kissin, pianista en plenitud
Obras de Bach-Tausig, Mozart, Beethoven y Chopin. Evgeny Kissin, piano. Ciclo Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid, 9 de enero de 2022.
Daba gusto ver el Auditorio Nacional lleno hasta rebosar, ya que es mucho lo que los ciclos privados están sufriendo. Es obvio que Evgeny Kissin es un artista muy querido por nuestro público. ¡Qué diferente de Sokolov, también muy querido, pero siempre en la distancia! Kissin inspira cariño y mucho más a quienes recordamos aquel 1988 en el que Alfonso Aijón nos presentó a un niño de 16 años con camisa blanca, pajarita y mucho pelo. El día siguiente Aijón le regaló su primer esmoquin. Desde entonces ha trabajado con Ibermúsica casi una cincuentena de veces por toda España. Esta ocasión tenía para él un significado especial, ya que la dedicaba a su maestra Anna Pavlovna Kantor, fallecida hace un año.
Afortunadamente no ha tenido que cancelar, como sí Leonskaja o Pires, y pudo empezar a lo grande su recital, con lo más espectacular de la tarde: la transcripción del virtuoso polaco Carl Tausig de la “Toccata y fuga en Re menor K.565”, supuestamente de Bach. Fue una auténtica explosión, digna del Cumbre Vieja. No, no estábamos dentro de un volcán, pero sí parecíamos estar dentro de una catedral con un órgano rellenando de sonido hasta el último rincón. ¡Que forma de tocar, de sacar sonidos de un mero piano! Difícil encontrar parangón.
Era claro que la siguiente pieza, el bastante desconocido “Adagio en Si menor K.540” de Mozart, estaba colocado para rebajar la tensión y servir de introducción a la beethoveniana “Sonata para piano nº 31 op.110”, obra piedra de toque, en la que Kissin brilló, pero quizá no tanto en el maravillosamente expresivo tercer tiempo, como otros pianistas más dados a este repertorio.
La segunda parte le permitió moverse como pez en el agua, con ese Chopin que nos deslumbró desde su grabación de los conciertos para piano con Dmitri Kitayenko y la Moscow Philharmonic Symphony Orchestra de 1984. Una selección de siete mazurcas y el agradecido “Andante spianato y gran polonesa brillante, Op.22” para dejar a todos boquiabiertos con las sutilidades del belcanto belliniano que tanto admiró al compositor de Catania y con las que impregnó el andante para pasar luego al poderío apabullante de la polonesa. Sí, una exhibición de virtuosismo, pero también de elegancia de un pianista en absoluta plenitud. Gonzalo Alonso
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