Kleenex
Kleenex
Todo sucedió en la presentación del nuevo disco de Rolando Villazón. Su discográfica, junto con una poderosa marca comercial, tiró la casa por la ventana, aunque la organización dejó mucho que desear. Vinieron las planas mayores de varios países, algunos críticos internacionales y el propio Villazón cantó media docena de arias acompañado por la orquesta de la CAM. Por si no fuera poco, para dirigir la última de ellas se incorporó el mismísimo Plácido Domingo, quien al día siguiente daba a conocer su próximo disco dedicado a la copla española.
Hubo una cena a la que acudieron todos. Todos más una inesperada artista invitada a última hora por alguien ajeno a la organización, quien comunicó su futura llegada al responsable de la discográfica en España. “bueno, pero que se siente en tu mesa”, fue la respuesta. La artista en cuestión se hallaba en Madrid participando en el jurado del concurso de canto de la Fundación Guerrero. Su nombre les será conocido: Cheryl Studer. Su carrera no fue larga, pero alcanzó el máximo estrellato hará unos veinte años. Su discográfica, la misma aquí citada, compró cientos de portadas y la promocionó por doquier durante su lustro glorioso. Fue en su día tanto cmo hoy Netrebko.
Cuando ella llegó, ya empezada la cena, nadie de la organización se acercó a saludarla. El máximo responsable internacional de la firma dirigió al final unas palabras en las que agradeció la presencia de algunos invitados especiales, como el director Paul McCreesh, pero ni una palabra de Studer. Alguien se acercó a su mesa para informarle de la presencia de quien había triunfado en Bayreuth (1985) y Salzburgo (1989), ante lo que se sorprendió porque nadie le había comentado el hecho. Tampoco se acercó a saludar a Studer, quien prácticamente cenó y se fue ajena al acto, si no fue porque todos los críticos presentes la saludaron.
¿Es que los de la discográfica no conocían a Studer o es que ya no les importaba porque no puede reportarles un plus salarial a fin de año? Entre las dos únicas respuestas prefiero la primera. Mejor la ignorancia que el desagradecimiento, que utilizar a los artistas como kleenex. ¿En qué manos están las discográficas? ¿O quizá no sea algo exclusivo de éstas? ¿Es éste el mundo en el que deseamos vivir?
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