Crítica: Ortodoxia y expresión vocales, con Konstantin Krimmel en el Ciclo de Lied
ORTODOXIA Y EXPRESIÓN VOCALES
Lieder de Schubert, Loewe y Mandyczewsky. Konstantin Krimmel, barítono; Ammiel Bushakevitz, piano. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 15 de abril de 2025.

Konstantin Krimmel (c) M. Ulrich
El 30 de enero de 2023 Krimmel visitaba por primera vez este ciclo. Causó una excelente impresión cantando lieder de Schumann y Wolf. Ha regresado para ofrecer canciones de Schubert, Loewe y del menos conocido Mandyczewsky. Y ha vuelto a mostrar sus cualidades y calidades en un momento ascendente de su carrera, que sin duda seguirá creciendo pues todavía anda por los 32. La voz, la de un lírico de aérea emisión, comienza a adquirir ciertas tonalidades penumbrosas, el volumen va aumentando, la emisión se torna más muelle, la afinación sigue siendo intachable. Lo mismo que la pronunciación.
No posee la envergadura vocal de su colega Andre Schuen, ocho años mayor y visitante también reciente de estos ciclos, pero le puede llegar a aventajar en sabiduría técnica, control de respiraciones, dicción y expresividad. Aspectos que debió de trabajar con algunos de sus buenos maestros, entre ellos la insigne mezzosoprano Brigitte Fassbaender.
El timbre, decíamos en la crítica de aquella primera visita a la Zarzuela, posee extraños fulgores en los forte y suavidades exquisitas en los piani. De ahí que nos los pasáramos de nuevo muy bien. Como en todas aquella ocasiones y lugares en los que lo hemos escuchado -Fundación March, Festival Bal y Gay, Schubertiada de Vilabertrán-, sabe aquilatar y expresar sin excederse, con una elegancia y seriedad proverbiales. Se mueve poco pero expresa mucho.
En esta nueva oportunidad nos ha ofrecido unas visiones caleidoscópicas pero siempre centradas e interiorizadas, de nueve lieder de Schubert, con varias obras maestras entre ellos, cinco de Loewe y cuatro del casi desconocido entre nosotros como compositor Mandyczewsky. Y hemos disfrutado de lo lindo. En el severo Der Wanderer del compositor vienés Krimmel ofreció un discurso muy concentrado, a media voz, con buen apoyo en las notas graves y un expresivo crecimiento ondulante en el clímax de la canción. En An den Mond estableció con claridad la diferencia entre la suave primera parte y la mayor ligereza de la segunda.
Delicadeza en el aire valsístico de Hoffnung, expuesta con enorme sutileza, manejó los pianos con habilidad en Der Jüngling an der Quelle y mostró su gallardía en Auf der Donau. Para pasar directamente a la extensa balada Herr Oluf de Loewe, que fue cantada con gran variedad de colores, entre la agitación y el toque humorístico. Der du von dem Himmel bist mostró lo bien resuelta que tiene la zona grave el barítono, cuya emisión, hay que insistir, es impecable, sin prácticamente asomo de engolamientos ni de nasalidades; aunque sí hay que decir que en alguna nota alta -Mi, Fa 3- no acaba de redondear el sonido, que sale parcialmente abierto sin casi participación de los resonadores superiores.
Bien en Erlkönig, aunque habríamos pedido una mayor definición de las cuatro voces que intervienen en la narración goethiana. Algo que sí resaltó el barítono en la recreación del homónimo lied de Schubert, escrito unos años antes y en el que se entregó de manera muy eficaz desde un punto de vista dramático. Fue uno de los momentos más estremecedores de la noche. Gran interpretación, bien asistida desde el piano, alguna que otra borrosidad aparte, por el buen pianista que es Bushakevitz. Actor cumplido y sobrio se mostró previamente el barítono en la interpretación de ese otro lied memorable del músico que es el dramático Prometheus.
Un estupendo pianísimo remató la interpretación del también schubertiano Totengrabers Heimweh. Nacthstuck, que cerraba la tanda schubertiana, fue expuesto, como se debe, de manera tendida y serena. El concierto se cerraba con cuatro de las canciones rumanas de Manyczewsky, de evidentes influencias de Schubert y de Brahms. El lirismo, que mana en ellas de manera muy natural, directa, clara y efusiva, fue bien entendido por barítono y pianista. Dos lieder de Schubert, el segundo el conocido Ständchen, fueron ofrecidos como propinas ante las ovaciones del respetable.
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