Kristīne Opolais: “Mi instinto me ha dado mis mejores resultados”
La soprano letona ha reducido su agenda priorizando la intimidad del recital, la conciliación familiar y la salud mental. y antepone el aprendizaje y la confianza como razón por la que aceptar nuevos compromisos
Kristīne Opolais alterna la preparación de Aida y Lady Macbeth of Mtsensk con la confección de recitales líricos, un formato “no muy habitual en el pasado pero que gana mayor espacio en el futuro”, confiesa la cantante en una conversación con el diario OperaWire. La dinámica de este balance, precisa, es fruto de una reconfiguración de sus prioridades: “Por supuesto que echo de menos los escenarios, pero estoy en paz con lo que hago: con los recitales y conciertos junto a compañeros a los que admiro”.
“Ahora mismo no me encaja la exigencia de la industria de la ópera, porque demanda largos periodos fuera de casa, ensayos en los que hay que esperar sin hacer nada a que te llamen a escena, y considero que ya no aprendo tanto como me gustaría para seguir desarrollándome como artista. Fui muy afortunada trabajando con ciertos directores durante mi carrera”, apunta. A esta situación se añade la necesidad de buscar el espacio apropiado para la conciliación familiar y dar valor a sus propios intereses.
Como resultado, confiesa, la intimidad del recital se impuso como opción: “Antes no me gustaba dar recitales, pero ahora lo disfruto. Me permite una conexión más próxima con el público, puedo cantar lo que quiero, crear mi propio programa, diseñar mi espectáculo… así que sigo mis instintos, que siempre me han dado mis mejores resultados”.
Guiada por agentes y compañeros de confianza, escucharse a sí misma ha sido la clave de los éxitos que han cimentado su carrera. Con un margen de 18 horas, Opolais debutó dos papeles en el Metropolitan Opera, Madama Butterfly y La Bohème, que se emitió en directo: “me fui a la cama inmensamente feliz por el éxito en Madama Butterfly. Cené con mis agentes, Bruce Zemsky y Alan Green, me encontré con el público y firmé programas y no llegué al hotel hasta las 3 a.m. Cuatro horas más tarde, Peter Gelb se puso en contacto conmigo y me preguntó si haría Mimì en la sesión matinal, y contesté que no. Sin embargo, notaba bien mi voz, pensé de nuevo en la llamada, en la confianza depositada y, sin saber cómo, di de nuevo con él, le llamé para confirmar que lo haría. Sigo sin entender cómo pero fue un éxito aún mayor que la Butterfly de la noche anterior. Imagino que fueron la intuición de Gelb y mi propio instinto”.
“Lo mismo ocurrió cuando me propusieron debutar Rusalka en la Bayerische Staatsoper”, continúa, “entonces me encontraba en Nueva York, a punto de empezar los ensayos para presentarme como Musetta, pero me llamaron exigiendo una respuesta inmediata, consulté a mi exmarido, Andris Nelsons y dijo: ‘¡Rusalka!’… así que dejé la producción del Met y me fui a Múnich para protagonizar la nueva producción de Martin Kušej. En el inicio de la carrera hay que hacer ciertas locuras y confiar en el instinto”.
A esa seguridad ciega, Opolais suma el trabajo en equipo, esencial para reafirmar la voluntad de uno: “El equipo del teatro confió en mí al 100% y por eso pude dar lo mejor de mí. Creo que esa producción es de lo mejor que he hecho en mi carrera, también porque estuve lo mejor rodeada posible: personas que creyeron en mí. Y eso es exactamente lo que ahora echo de menos”.
“Mi agente, Alan Green, me dijo una vez que si saltaba del tren no volvería a subir”, apunta sobre su decisión sobre relajar su participación en las grandes casas líricas. “Pero yo no lo siento así. Soy una artista y nadie puede quitármelo. Esto es lo que he elegido, y si quiero volver, será mi decisión”.
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