La Banda ante el crepúsculo
La Banda ante el crepúsculo
BANDA MUNICIPAL DE VALÈNCIA. Fernando Bonete (director). Programa: Obras de Soutullo (Puenteareas), Alonso (La Parranda, Canto a Murcia), Magenti (El ruiseñor de la huerta), Larregla (¡Viva Navarra!), Dorado (Danza final de Suite Alicantina) y Oudrid (El sitio de Zaragoza). Lugar: València, Jardines del Palau de la Música. Entrada: Alrededor de 2000 espectadores. Fecha: Jueves, 1 junio 2017.
Tenía el crítico curiosidad y hasta ganas de ver a la Banda Municipal de València tocar en el antiguo Cauce del Túria, en los Jardines del Palau de la Música. Hacía la friolera de medio siglo que no escuchaba una banda en la plaza, desde que de niño asistía con los oídos maravillados a los pasodobles que una modesta banda tocaba en el quiosco de música de su ciudad natal. Pero aquella memoria quizá idealizada nada tenía que ver con lo que presenció y escuchó el jueves, junto a bastante más de mil espectadores, a una banda gigantesca que ni por número ni por calidad recordaba la de hace cinco décadas.
El concierto tenía para el desubicado crítico el aliciente añadido de que se clausuraba con la popular “fantasía descriptiva” El sitio de Zaragoza, escrita en 1848 por su paisano, el pacense Cristóbal Oudrid, y que fue precisamente la obra que un día escuchó ante el viejo quiosco de la infancia. Pero ahora, comparado con aquello, la nueva banda se antojaba como una armoniosa fusión de las filarmónicas de Viena y Berlín. De la mano de su titular, Fernando Bonete, los profesores valencianos ofrecieron una versión elocuente y dramática, como si en los atriles tuvieran realmente la partitura de su hermana mayor, la Obertura 1812, de Chaikovski, con la que tantas veces se ha comparado El sitio de Zaragoza, más por el parentesco napoleónico -ambas nacen como un grito dolido y revolucionario ante el invasor francés- que por su entidad musical.
Fue, con diferencia, lo mejor de un programa en el que la Municipal, pese a la perniciosa amplificación, dejó sentir calidades y tradición. Fernando Bonete dirige como cabe imaginar de un buen director de banda. Marca con precisión el ritmo, da las entradas importantes, acelera y ralentiza cuando toca, crece algo el gesto en los momentos de mayor brillo y baja un poquillo el cuerpo en los pianísimos, que rara vez llegan a serlo verdaderamente, quizá por la amplificación, acaso por el aire libre, o tal vez por deficiencias de la propia interpretación.
¡Da igual! El respetable se lo pasa en grande. Pipas, cigarrillos, bocatas, runners haciendo estiramientos, grupos de familia, teléfonos móviles, guiris… hasta una señora haciendo punto… Y al fondo, allá lejos, los sonidos de la banda. Y sobre el escenario de quita y pon, el atardecer, el crepúsculo. Todo cedé al sonar algo pegadizo, como el Canto a Murcia de Francisco Alonso o la estupenda jota ¡Viva Navarra! de Larregla. Entonces el escenario recobra protagonismo y la música impone su primacía. Maravilla. ¡Habrá que volver antes de 50 años! Justo Romero
Publicado en Diario Levante el 3 de junio
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