LA BOHÈME (G. PUCCINI).Palacio Euskaduna de Bilbao.
LA BOHÈME (G. PUCCINI).Palacio Euskaduna de Bilbao. 24 Mayo 2013.
Termina la temporada de ópera de ABAO, que ha ofrecido cosas interesantes, pero
ninguna de las óperas programadas ha alcanzado el deseado éxito. La Bohème no ha
sido una excepción a lo acontecido durante el resto de la temporada. El ingrediente
fundamental para que esta ópera triunfe es la emoción, que en esta ocasión no ha
aparecido sino con cuentagotas.
Como viene siendo habitual en lo últimos años, ABAO ha ofrecido una producción de
Emilio Sagi, que tiene ya 13 años de vida y que es evidente que está pensada para un
escenario más pequeño que el del Euskalduna, quedando un espacio escénico muy
reducido, dejando huecos a los lados, que, por cierto, perjudicaban la visión del
escenario desde las butacas laterales, incluyendo las localidades más caras. Con la
abundancia de producciones de esta ópera que hay por el mundo, resulta sorprendente
que se hayan decidido por una de las menos adecuadas para escenario del Euskalduna.
Indudablemente, no han sido los aspectos artísticos los que han primado en la elección
de la producción.
Tuve oportunidad de ver esta producción en La Coruña y me pareció una producción de
escaso interés y no cambia mi opinión 6 años más tarde. La producción de Emilio Sagi
se estrenó en Oviedo en el año 2000 y responde a lo que puede pedirse en un teatro con
pocos medios escénicos, repitiendo lo visto tantas veces en esta ópera. Sagi trae la
acción más cerca de nuestro tiempo, en los años 50 del siglo pasado, no ofreciendo nada
particularmente llamativo en la escenografía del desaparecido Julio Galán, con la
buhardilla de siempre, el café Momus de tradición y la Barrera del Infierno vista tantas
veces. Respecto de la producción vista en La Coruña se ha modificado el vestuario, que
ahora se debe a Pepa Ojanguren, siendo los cambios más notables en el personaje de
Mimí, que ahora resulta menos creíble y más muñequita que en la versión original de la
producción. Correcta iluminación de Eduardo Bravo.
Hay que reconocer que no es fácil ser original al ofrecer La Bohème y la verdad es que
Sagi tampoco lo intenta mucho y los escasos intentos tampoco tienen mucho interés.
Señalaré la presencia en un lateral de la buhardilla de la ventana del apartamento de
Mimí, que desde allí espía a los estudiantes y por donde pasa Mr. Benoît para cobrar el
alquiler antes de visitar la buhardilla de los bohemios. Escasa vida en el segundo acto,
que Sagi convierte al final en una manifestación feminista, por cierto muy escasa de
manifestantes. La originalidad de hacer del hostal donde canta Musetta y pinta Marcello
un bar de alterne sirve para que Sagi haga que una alternadora vomite en escena, lo que
me parece de bastante mal gusto. Aparte de vomitar se supone que la chica tendrá otras
necesidades fisiológicas, pero no creo que añada nada el hecho de que lo haga en
escena. En resumen, mucha rutina, poca vida escénica y algún detalle interesante junto a
otros de mal gusto. En Bilbao la dirección escénica la ha llevado adelante Javier
Ulacia, colaborador habitual de Emilio Sagi.
La dirección musical estuvo en manos de Miguel Ángel Gómez Martínez, que también
se ha convertido en habitual del foso del Euskalduna en los últimos años y ha vuelto a
demostrar una vez más su pericia y gran experiencia dirigiendo en foso. Fue la suya una
lectura muy medida, molestando poco a los cantantes, lo que no es desdeñable en el
Euskalduna, aunque su lectura quedó corta de emoción. La Orquesta del Teatro Regio
di Parma ha visitado Bilbao de manera regular en los últimos años y su calidad siempre
ha quedado patente. No tanto en esta ocasión, en la que su sonido me ha parecido más
pobre que en ocasiones anteriores. Es una de las orquestas italianas a las que los recortes
están afectando de manera notable y esto ya se nota en su rendimiento. El Coro de
Ópera de Bilbao cumplió en su breve intervención. La Leioa Kantika Korala no
estaba formado por niños, sino más bien por jovencitas bastante desarrolladas
físicamente. A la niña del “cavallin” no se le oyó.
Hoy en día son muchos los teatros que ofrecen La Bohème como un título para asegurar
la taquilla, ofreciendo repartos un tanto mediocres que aseguran un buen balance
económico. Esto es lo que ABAO ha ofrecido en estas representaciones, donde el éxito
habrá sido económico y no artístico.
Inva Mula regresaba a Bilbao después de 6 años para ser la intérprete de Mimí. En
estos años ha habido cambios en su vocalidad y en su vida personal y hoy no es la
misma artista que hace unos años. La voz ha perdido brillo, redondez e incluso
volumen, y su interpretación no estuvo a la altura de otras que nos ha ofrecido en este
mismo escenario. Su Mimí se movió en terrenos de corrección, con un Raconto que no
salió de la rutina, un Donde lieta uscí corto de emoción, ofreciendo lo mejor en la
escena de la muerte, en la que resultó más convincente.
Stefano Secco también es de los tenores que nos visitan con regularidad y que siempre
cumple, aunque nunca deja un gran recuerdo. Su Rodolfo se movió también en terrenos
de corrección y escasa brillantez. En el primer acto me dio la impresión de que no
estaba en plenas facultades. La voz no tiene mucho brillo, aunque tenga facilidad para
llegar al DO sobreagudo. Hay alternativas mejores que no han cantado todavía en
Bilbao.
Simone Piazzola fue un más bien mediocre Marcello. Se trata de un barítono que está
siguiendo una línea ascendente desde que debutara aquí en el Paolo Albiani de Simón
Boccanegra. La voz es ahora más opaca que en la ocasión referida y tampoco el
intérprete resulta convincente.
Carmen Romeu fue una buena Musetta. Cumplió bien en su intervención en el acto del
Barrio Latino, un pelín descontrolada, resultando más convincente en sus intervenciones
en el último acto.
Roberto Tagliavini estuvo bien en la parte de Colline. Su registro medio resulta
atractivo, mientras que clarea por arriba y resulta corto por abajo. Todo esto pasa casi
inadvertido en este personaje. Cantó con gusto la Vecchia Zamarra, no muy brillante
vocalmente.
Manel Esteve completó bien el cuarteto de bohemios. Alberto Arrabal dobló como
Benoït y Alcindoro, resultado más eficaz que divertido.
El Euskalduna ofrecía una entrada de alrededor del 95 % del aforo. El público se mostró
bastante reservado durante la representación con aplausos tibios tras las arias, ninguna
de las cuales arrancó bravos. Al final los cantantes fueron recibidos sin entusiasmo.
La representación comenzó con puntualidad y tuvo una duración total de 2 horas y 25
minutos, incluyendo un intermedio y unas breves paradas. La duración musical fue de 1
hora y 51 minutos. Los aplausos finales se prolongaron durante algo más de 4 minutos,
siendo los más arrastrados que uno pueda haber presenciado. ¡Cómo serían de
arrastrados que los cantantes se retiraron del escenario antes de que bajara el telón!
El precio de la localidad más cara era de 207 euros. En pisos superiores los precios
oscilaban entre 141y 175 euros, siendo el precio de la localidad más barata – es un
eufemismo – de 86 euros. Jose M. Irurzun
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