La cacería
La cacería
Unos se dedican a los muflones y otros a la caza de espías o de brujas. ¡Qué desperdicio! Toda una carrera de ingeniero industrial para acabar poniendo el punto de mira en quién es el/la confidente que pasa información a la prensa. Pero, por favor, si todo lo que pasa en Auditorio Nacional es vox populi. Si todos sabemos que ni cazando a lazo al personal se cubre media entrada de los conciertos de producción propia. Si todos sabemos que depende quien presente el “Concierto de Aranjuez” o “El amor brujo” para que pueda o no ser admitido dentro de la programación de terceros. Si todos sabemos que sólo un buen consejo externo evitó un posible disgusto con la embajada de Qatar. Si hasta todo un Simon Rattle, como antes otros, es capaz de preguntar qué partituras son aquellas que se encontró en su camerino.
Todo vale, incluso las falsedades más burdas. Esa parece ser la consigna que aplica con esmero un sector de nuestra sociedad contra otro sector. Piensan que estos, si no son tontos, han de hacerse los tontos e incluso se ríen de sus propias mentiras. Y ríen más al ver cómo personas inteligentes y relevantes guardan silencio. ¡Cómo me los camelo! Así están también algunas de nuestras hasta hace poco serias instituciones musicales. Los que ahora ríen y los que callan deberían acabar llorando. Y, poco a poco, todo destrozado.
Somos además un país de desagradecidos y desarraigados, que desprecia lo propio y a los propios. ¿Quién, por ejemplo, habla del éxito que ha cosechado la Orquesta de Sevilla por Centroeuropa? ¿Cómo es posible que ya nadie parezca acordarse de alguien tan excelente profesional y persona como Miguel Zanetti, fallecido ahora hace justo un año? Mal nos van a ir las cosas si seguimos por estos caminos.
¡España, despierta!
Gonzalo Alonso
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