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El absurdo de los absurdos
¡Arriba España! A la vuelta de Alicante
Por Publicado el: 11/11/2007Categorías: Artículos de Beckmesser

La carta

La carta
Ni la mismísima Bette Davis habría sido capaz de escribir una carta tan protagonista como la que tanto revuelo levantó en los medios líricos semanas atrás. Ella la habría escrito con auténtica maldad inteligente, ellos lo han hecho con irrisoria maldad de parvulario.
Se trata de un texto crítico con el Teatro Real, cuya actual filosofía no comparten. Para ellos las culpas fundamentales provienen de Bieitos y registas similares y, sin poder ocultar el plumero, de paso mencionan a “Wozzeck” y “El viaje a Simorgh”. Con ello dejan al descubierto una mentalidad un tanto carca, pues lo que se trasluce es un rechazo a todo cuanto no sea ópera tradicional, creación o puesta en escena. Para colmo sugieren que tales espectáculos deben ir a teatros privados, cuando es justo al revés. Los privados no están para asumir riesgos, sino para garantizarse la taquilla. Son los públicos los que han de velar y exponer todo el espectro lírico. Un grupo de aficionados no pueden constituirse en censores. Se equivocan de planteamientos, porque en el Real hay muchas otras cosas que sí son criticables y no el que se contrate a directores polémicos o se programen obras contemporáneas. Sería criticable si hubiese falta de equilibrio en la programación o los gustos de quien dirige primasen más que el interés común. Sería criticable que no hubiese capacidad ni reflejos para simultanear espectáculos en fines de semana. Sería criticable que hubiese artistas “vetados”, a los que no se les llamase o se les llamase para ofrecerles títulos inadecuados o fechas que se saben comprometidas con Viena o Boston. Quizá los Frühbeck de Burgos o Gómez Martínez, por dar sólo dos nombres. Sería criticable que otros cayesen en desgracia -¿qué fue del cariño que la dirección artística sintió por Ros Marbá en el pasado?- o que hubiese nuevos “amiguísimos. Que se amase tanto a un regista, ¿caso de Pizzi esta temporada?, como para entregarle tres producciones –a él o a un allegado- cuando su historia en el Real ya es amplia. Sería criticable que se incluyese en la programación general lo que debería ser un minifestival, ¿Acaso el caso de Abbado con “Fidelio”? Sería criticable que se pagase una orquesta invitada para varios Monteverdis mientras se mantuviese a la propia haciendo bolos. Sería criticable que los tres primeros espectáculos de la temporada –“Boris”, “Leonora” y “Burbero”- hubieran resultado un fiasco por unos u otros motivos. Sería criticable que, porque no llegase a la opinión pública un enfrentamiento con los sindicatos, se aceptase que los técnicos trabajasen sólo 35 horas a la semana, dejando una mala herencia a quienes dirijan el teatro en el futuro. Sería en fin criticable hasta que se intentasen cambiar los estatutos por la puerta trasera, sin conocimiento de muchos patronos y a pocos meses de las elecciones, para favorecer intereses muy personales. ¿Acaso se repetiría una vieja historia, tras ganar el PP su primera legislatura, y auténtica causa del fulminante cesde de Elena Salgado? Estas y otras cosas, si pasasen, serían criticables y alguna hasta algo más que eso. Pero claro, todo esto no puede suceder en el Real, ¿o sí?
Tampoco es cuestión de dirigir la carta a los patrocinadores. Estas cosas se hacen en carta abierta o se envía a ministro de cultura y presidenta de la CAM. En fin, que Bette Davis no la hubiera firmado. Quizá firmase la muy diplomática con la que Ainhoa Arteta contestó a una menos diplomática y hasta casi amenazadora de la gerencia.
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