“La Celestina” de Nin-Culmell: un estreno necesario
Temporada de la Zarzuela
Un estreno necesario
“La Celestina” de Nin-Culmell. A.Damas, J.A.García Quijada, A.del Pino, A.Berri, C.Barca, G.Lodoño, B.Elvira, S.Cardoso. I.García, dirección escénica. M.Ortega, dirección musical. Coro del Teatro de la Zarzuela y Orquesta de la Comunidad de Madrid. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 19 de septiembre.
Joaquín Nin-Culmell (1908-2004), a pesar de vivir 98 años, no tuvo tiempo de ver estrenada “La Celestina”, obra que él apodaba como “ la gran dama”. El incendio de Liceo y más tarde el retraso de las negociaciones entabladas con el Teatro de la Zarzuela -¿por qué Alexis Soriano, que encabezaba el proyecto, desapareció de él?- lo impidieron. Ahora lo lograron la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, el INAEM y la SGAE. Fue una pena que el autor no pudiera asistir porque hubiera disfrutado mucho con las aclamaciones recibidas en la Zarzuela de un público con tantos invitados, que la cola para recoger sus localidades llegaba a la calle e impedía el acceso a los poco que acudían con entradas compradas. Así evidentemente es fácil lograr el éxito, pero la partitura del compositor y pianista berlinés, residente en Cuba, España, Francia y EE UU, en cuya California murió, realmente lo merecía.
Estamos ante una obra de unos 80 minutos de duración en la que el texto logra condensar toda la acción del drama de Fernando Rojas, incluso con los insertos de textos y citas musicales de Juan de la Encina, aunque casi necesariamente haya momentos –la muerte de Calisto- a los que se llega con excesiva frialdad. Ignacio García acude a unos decorados muy obvios, tan estéticamente correctos y funcionales como poco imaginativos, con un vestuario moderno que recrea lo antiguo. El reparto, que reúne artistas españoles e hispanoamericanos, concede el protagonismo a la “puta vieja”, para la que se exige una mezzosoprano con cuerpo y graves en la voz. Tampoco van a la zaga las exigencias para el Calisto, una tesitura muy aguda, y para Melibea. Defendieron las partes con discreción la mezzo-soprano argentina Alicia Berri, la soprano colombiana Gloria Londoño y el tenor venezolano Alain Damas, nivel compartido por el resto del reparto.
Nin-Culmell se atrevió a escribir en su tiempo una ópera de carácter prácticamente romántico, con una música tonal y un tratamiento vocal en la que la melodía casi dota de total naturalidad al canto. El tratamiento orquestal resulta sobresaliente, evitando la caída de la escritura base en una incipiente monotonía. Entre sus valores destaca una personalidad propia en el conjunto, con motivos pegadizos que recuerdan muchas cosas y, sobre todo, con un inconfundible aroma español, muy influenciado por su maestro Manuel Falla. Gonzalo Alonso
Últimos comentarios