La diosa del canto wagneriano fallece en Suecia a los 87 años. El Mundo 12-01-2006
OBITUARIO
Birgitt Nilsson
La diosa del canto wagneriano fallece en
Suecia con 87 años
JUSTO ROMERO
Birgitt Nilsson, la más grande soprano dramática de la segunda mitad del siglo XX y quizá la voz más poderosa de la historia de la música, ha fallecido. Fue la Brunilda más abrasadora, la Isolda más contundente, la Salome más arrolladora y la Elektra ideal. También una Turandot de armas tomar. Pero, fue, sobre todo, una artista única y absolutamente irrepetible. Adorada, respetada y hasta idolatrada, su voz, torrencial y capaz de todo, se ha extinguido a los 87 años en su país natal, Suecia. ¡Descanse la última verdadera diosa de la ópera!
Su Brunilda de La valquiria causó impacto ya desde su debú en 1954, en la Ópera de Múnich. Luego se consolidó como la “Brunilda soñada” (Karl Böhm) en todos los escenarios internacionales. Bayreuth, Viena, Scala de Milán, Covent Garden… Su técnica vocal, su musicalidad franca y directa y una imponente presencia escénica la convirtieron en el sueño deseado de los mejores teatros. Su inusual longevidad vocal se sustentó en una técnica depurada y en unas condiciones naturales absolutamente formidables, que prolongaron su dilatada carrera hasta bien entrados los años ochenta. Se retiró en 1986, lo que no impidió que apareciera en la famosa Gala Lírica que organizó el Metropolitan de Nueva York en homenaje a su director musical, James Levine.
Fue el 27 de abril de 1996. Aquel día memorable, la anciana diva se lanzó desde el inmenso escenario del teatro neoyorquino a emitir sus incomparables “Gritos” de valquiria. El público, claro, se volvió loco aquel día ante la hazaña de la entonces ya casi octogenaria soprano. Afortunadamente, existe una grabación videográfico del acontecimiento.
Su larga carrera se inició como soprano lírico en los años cuarenta del siglo pasado. El debú operístico se produjo en 1946, en la Real Ópera de Estocolmo, con el papel de Agathe de El cazador furtivo, de Weber. Posteriormente se adentró en los roles más líricos y menos pesados del repertorio wagneriano. Elsa, luego Sieglinde y, finalmente, sus verdaderos caballos de batalla en este repertorio imposible para casi todas: Brunilda e Isolda. De todos estos papeles existen grabaciones discográficas que hoy son referencias inalcanzables.
Sus Brunildas “vienesas” con Solti (1962, 1964 y 1965) y la “bayreuthiana” con Böhm (1967); sus Isoldas con Böhm (la de Bayreuth con Windgassen en 1966 y la de Orange con Vickers, de 1973); sus Elektras, Salomes, Turadont, Sieglindes, Leonora (de Fidelio, con Lorin Maazel, grabado en Viena, en marzo de 1964), Su Oberon (con Kubélik, 1970) constituyen hitos discográficos de la historia ancha y abundante del sonido grabado.
Siempre brilló en ella, como explica Alain Pâris, “la nitidez de sus ataques, la extensión de su voz, homogénea en todos los registros, su facilidad en el agudo, resplandeciente, sus pianísimos y sus matices medios”. Su estilo, noble e inteligente, impregnaba y contagiaba a los espectadores, que quedaban envueltos ¡extasiados! en el milagro de una artista que combinó como nadie el don natural con una preparación e inteligencias realmente inauditas en la escena lírica internacional.
“Voz de acero” codiciada por todos los teatros, su caché estaba en perfecta sintonía con la calidad de su voz. Es conocida la respuesta del legendario director artístico del Metropolitan, Rudolf Bing, cuando un periodista le preguntó “si era tan difícil contar en la programación con la presencia de la Nilsson”. “En absoluto es complicado”, respondió Bing, “basta que pongas el dinero suficiente, y la gloriosa voz se escucha de inmediato”.
Su salud de acero como su voz, se resquebrajó hace algunos meses. Tenía problemas serías en las piernas que dificultaron su movilidad en el último tramo de su fecunda existencia. Pasó los últimos años retirada en el Sur de Suecia, donde precisamente nació. No tuvo hijos. Su marido no quiso hacer público el óbito hasta ayer, miércoles, día en que se ha producido el funeral público.
Parece ser –la fecha exacta de la muerte no se ha dado a conocer- que falleció hace diez días, el 1 de enero. Probablemente, no ha exagerado el pianista sueco Lars Roos cuando, al conocer la muerte de la soprano a la que acompañó durante años en recitales por medio mundo, aseguró que “posiblemente hemos perdido a la más grande soprano dramática de todos los tiempos”. En la tarde de ayer, la contralto sueca Birgitta Svénden, amiga de la Nilsson, confesaba a El Mundo su “admiración y dolor por la pérdida de esta mujer incomparable”. Para no se sabe cuando queda pendiente aquella cena prometida en su casa de Suecia. Probablemente será en el Walhalla que ella cantó como nadie, junto a su padre Wotan y su amado Tristan. Descansa, dulce y guerrera valquiria, en el sueño eterno, en tu roca, circundada y protegida por el fuego mágico. Un beso.
Birgitt Nilsson, soprano, nació en Karup (Suecia), el 17 de mayo de 1918, y falleció la pasada semana, en el Sur de Suecia, con 87 años.
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