La Filarmónica: Entre Alemania y Escocia
ENTRE ALEMANIA Y ESCOCIA
La Filarmónica, Sociedad de Conciertos
MENDELSSOHN: “Las Hébridas” (Obertura), Sinfonía nº 3 “Escocesa”. BEETHOVEN: Concierto para piano y orquesta nº 2. Alexei Volodin (piano), Orquesta de Cámara de Munich. Dir.: Alexander Liebreich. Auditorio Nacional de Música, Madrid, 9 de marzo de 2016.
En ocasiones, uno se pregunta: ¿qué tienen los músicos alemanes, que hacen para conseguir siempre un sonido tan potente, redondo y ajustado? ¿Es algo que crece a las orillas del Rhin y que se pasan unos a otros como si fuera el secreto del anillo del Nibelungo? El caso es que esta fuerza y este poder se pudieron escuchar en el concierto que la Orquesta de Cámara de Munich, bajo la dirección de Alexander Liebreich (Regensburg, 1968), ofreció en el Auditorio Nacional bajo los auspicios de la Sociedad Filarmónica. El artista ha sido asistente de Sir Colin Davis y de Edo de Waart, que no son mimbres de segunda fila, y eso se nota en su manera clara, efusiva y directa de dirigir. Desde 2006 es el titular de la citada agrupación, un conjunto “joven” (fundado en 1950) y que permaneció durante 45 años a las órdenes de Hans Stadlmair
Liebreich se colocó todo el concierto entre los músicos, sin podio alguno, al modo de Gennadi Rozhdestvensky. Se ponía a la altura de sus instrumentistas, era uno de ellos. Y la formación respondió a las indicaciones de su maestro en una Obertura de “Las Hébridas”, de Félix Mendelsohonn, firme y compacta, pero sin merma de su hálito misterioso y poético. A destacar en el conjunto el uso de trompetas sin pistones, que sonaban claras, penetrantes y brillantísimas.
El papel solista en el “Concierto para piano nº 2” de Beethoven estuvo a cargo de Alexei Volodin (Leningrado entonces, 1977, San Petersburgo hoy). La suya fue una traducción firme y henchida de virtuosismo, sin amaneramiento alguno, al contrario que la ola de pianistas orientales que últimamente pueblan las salas de conciertos de toda España. Era de hecho un alivio volver a la tradición europea, máxime en una obra como el concierto beethoveniano, donde cualquier exageración es innecesaria. La partitura estaba ensayada, estudiada y matizada, para dejar a la vista la plena compenetración entre orquesta y solista.
La “Sinfonía Escocesa”, de Mendelsohon sirvió para que el público reconociera la calidad del, a veces denominado, “mejor sinfonista después de Beethoven”, lo que lleva a plantearse por qué todavía no ha alcanzado el definitivo reconocimiento que merece la obra de este compositor judío.
Terminado el programa oficial, un concierto entre lo germano lo escocés, Liebreich abordó como propina la Obertura de “La italiana en Argel” de Rossini, que los muniqueses interpretaron de forma magistral, en un alarde de vitalidad que sorprendió tras la interpretación de las tres obras anteriores. Las estupendas notas de Juan Manuel Viana completaron una velada excelente. José Luis Pérez de Arteaga
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