La “Flauta”, fábula eternamente joven
La fábula eternamente joven
La flauta mágica’. Singspiel en dos actos de W. A. Mozart. Producción: Teatro Regio de Turín. Dirección musical: Pedro Halffter. Voces solistas: Javier Borda, Roger Padullés, David Lagares, Beñat Egiarte, Sara Blanch, Erika Escribá-Astaburuaga, Ruth Iniesta, Gemma Coma-Alabert, Anja Schlosser, Estefanía Perdomo, Peter Kellner, Mikeldi Atxalandabaso. Dirección de escena: Roberto Andò. Director del Coro: Iñigo Sampil. Escenografía e iluminación: Gianni Carluccio. Vestuario: Nanà Cecchi. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla, Coro de la A.A. del Teatro de la Maestranza, Escolanía de los Palacios. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Domingo, 12 de febrero de 2017. Aforo: Lleno, con localidades agotadas.
Pocos títulos hay en el universo operístico que admitan interpretaciones tan numerosas y diversas como La flauta mágica. Desde el simple cuento de hadas de buenos y malos hasta la dimensión política, pasando por los arcanos masónicos o la simbología de la Aufklärung, todas son igualmente válidas a la vista de los múltiples niveles de significado que ofrece el texto de Schikaneder. Pero por encima de todas se sitúa, incontestable y asombrosa, la música de Mozart.
La producción turinesa se centra en esa dimensión onírica, de cuento infantil, con el que debió identificarse el público popular del Teatro an der Wien. Con una escenografía escueta y eficaz, pero con demasiados momentos con el escenario vacío y sin una dirección de actores mínimamente elaborada más allá de algunos gags y del repetido recurso de mover a los personajes entre el público, al menos no estorbó ni se contradijo con el sentido de la música y de la palabra, salvo en el detalle no justificado de la reconciliación final entre Sarastro y la Reina de la Noche.
Halffter no parece compartir la oponión de Harnoncourt según la cual en las óperas de Mozart resulta esencial establecer una concepción coherente entre los tempos de cada uno de los números, pues su dirección se movió entre la falta de garra acentual y de sentido dramático del tejido orquestal (sobre todo en los recitativos orquestales) y la disparidad de tempos entre pasajes concomitantes. La ROSS ofreció diversos desajustes en los ataques y un sonido poco empastado en las cuerdas.
Valiente sin duda ha sido la apuesta por un reparto de jóvenes voces casi en su integridad españolas, si bien el triunfador de la noche fue Kellner, de soberbia voz, rico fraseo y enormes dotes actorales. Le sigue la Pamina de Escribá, lírica y de perfecta proyección, conmovedora en un Ach, ich fühl’s que, sin embargo, atacó de forma titubeante. Aunque de bello timbre, el Tamino de Padullés resultó bastante soso e inexpresivo. La voz de Blanch es demasiado blanca para la Reina de la Noche, le falta metal, pero resolvió con soltura las coloraturas y los terribles Mi y Fa sobreagudos. Borda hizo lo que pudo con una voz sorda, trasera y engolada y unos graves huecos. Magníficas las tres damas, especialmenten una Iniesta de rutilante voz y merecedora de mejores empeños; como brillante, cantando cada vez mejor, Lagares. Un estupendo Atxalandabaso, una graciosa Perdomo, un compacto y brillante coro y unas muy buenas voces de Los Palacios cerraron la noche. Andrés Moreno Mengíbar.
Publicado en Diario de Sevilla el 13 de febrero de 2017
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