La fosa lírica
La fosa lírica
Increíble, pero cierto. Occidente puede hallarse en crisis económica, pero parece que sorprendentemente no afecta a la lírica o al menos a los directores de escena.
En la Ópera de Leipzig había un enfrentamiento larvado entre el director musical, Riccardo Chailly, y el responsable escenográfico del teatro, Peter Konwitschny, que finalmente se ha saldado con la renuncia del primero. Al italiano no le gustaba nada la política de producciones del alemán, que ha llevado a una huída generalizada del público, registrándose habitualmente poco más de media entrada. Los espectadores no quieren ver una “Traviata” que no sea una “Traviata”, y menos a precios de petróleo, y empiezan a reaccionar dejando vacíos los teatros. Es significativo que Konwitschny haya prescindido para la próxima temporada de las producciones con mayor número de entradas vendidas. Algunos registas opinan que si una producción obtiene el aprecio mayoritario del público es símbolo de que no ofrecen un mínimo de calidad intelectual.
Alexander Pereira ha llevado desde 1991 a la Ópera de Zurich a la cima, consiguiendo que pasen por ella los más grandes artistas de todas las actividades que confluyen en una ópera y una cuantiosa suma de patrocinios, de la que él lleva una suculenta comisión en su salario. Será sustituido a partir de 2012 por Andreas Homoki, proveniente de la Ópera Cómica de Berlín y amante de experimentos escénicos, como se demuestra en sus primeras contrataciones: Bieito o el propio Konwitschny. Los patrocinadores ya han reaccionado. Será por lo que se avecina artísticamente o por la crisis, pero se ha apreciado una importante reducción.
Pero el ejemplo, colmo de los colmos, que retrata la actual situación escénica es que en el teatro de prosa de Leipzig se haya llegado a representar durante varios días una obra sin público, sólo para deleite de los propios actores participantes. Uno creía que para eso estaban los ensayos, pero al parecer no. No se dan cuenta pero, con tanto escaldar a la gallina de los huevos de oro, están cavando su propia fosa y, como no reaccionemos, la de la centenaria ópera.
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