Butterfly en el Real, entre lo bueno y lo excelente
La gran estrella Cio-Cio-San
Puccini: “Madama Butterfly”. Ermonela Jaho, Jorge de León, Ángel Ódena, Enkelejda Shkosa, Francisco Vas, Tomeu Bibiloni, Fernando Radó, Igor Tsenkman, Elier Muñoz, José Julio González, Marifé Nogales. Director musical: Marco Armiliato. Director de escena: Mario Gas. Escenógrafo: Ezio Frigerio. Figurinista: Franca Squarciapino. Iluninador: Vinicio Cheli. Director del coro: Andrés Máspero. Teatro Real, Madrid. 27-6-2017.
No menos de 15 años tiene a sus espaldas esta producción de Mario Gas, que se repone por cuarta vez en el Teatro Real y que, aún de manera indirecta, corre en paralelo con lo subrayado de manera magistral por la partitura, de una riqueza y cuidado de elaboración impresionantes; más allá de lo que de fácil pueda ser el orientalismo o de que sea consecuencia de una moda determinada; de lo que de cargadas puedan estar las tintas; de lo sensiblero de algunas de las situaciones; de lo decorativo o efectista de ciertos pasajes musicales o teatrales.
Mario Gas ideó en su día un ingenioso mecanismo, aunque no del todo original: teatro dentro del teatro o, mejor, teatro (operístico) dentro del cine. Se rueda una película y los cantantes-actores entran y salen, se maquillan y hablan entre bastidores rodeados de un amplio equipo de técnicos. Varias cámaras –las del escenario, con apariencia de antiguas- van tomando la acción que se proyecta, mediante un sistema de video, en una pantalla en blanco y negro. Desde luego esta manera de rodar, sin un solo corte, es irreal, aunque todo está hecho con cuidado, sobre un decorado, muy de superproducción hollywoodense, de unos estudios de cine de los años treinta donde se mueven con propiedad los figurantes. En lo puramente dramático, esta disposición no aporta en verdad nada nuevo, a no ser la posibilidad de acercarnos a la tragedia de Cio-Cio-San a través de primeros planos, lo que no deja de ser algo postizo, eso sí, muy bien organizado y movido. El que la joven vista ropas occidentales en el segundo acto es un buen detalle.
Aunque suele ser lo normal, en este caso ha estado justificado el éxito de la protagonista porque Ermonela Jaho –a quien aplaudimos hace unas temporadas en “La Traviata”- es una estupenda actriz-cantante. Su voz no es nada especial: de volumen limitado, bien que sepa crecer y regular sabiamente, de metal pasajeramente opaco, de agudos a veces calantes, a veces destemplados, o ambas cosas a la vez-… Pero sabe frasear, filar, cambiar de registro, emocionarse, mantener una línea de canto muy pura, puede que demasiado frágil para un personaje que requeriría quizá un instrumento de mayores quilates dramáticos. Cantó exquisitamente su salida y se fue al do sostenido sobreagudo optativo, dijo magníficamente, en el dúo con Pinkerton, la emotiva “Vogliatemi bene”, acertó en el aria “Che tua madre”, fúnebre canto sincopado de monocorde tristeza, que exige de la soprano unos difíciles saltos de octava, y compuso una muerte creíble, con harakiri muy particular.
La voz de De León cautiva por su color broncíneo, por lo restallante de sus agudos, por lo correcto de una emisión que a veces se bambolea un poco. Le falta el ideal refinamiento lírico para las más dulces frases del dúo, para apianar y conseguir medias tintas. A Ódena lo encontramos algo bajo; sólido y caudaloso como siempre, pero con un trémolo en exceso acusado y una afinación problemática. Potente y oscura, desigual de timbre, Shkosa (albanesa, como Jaho) en Suzuki. Eficaz, como es habitual, algo exagerado –cosa de la dirección escénica-, Vas como Goro. A buen nivel el resto del reparto.
La función discurrió por seguros cauces bajo la batuta móvil, ágil, vigorosa –más que delicada- de Armiliato, que marco “tempi” adecuados y se dejó mecer en algún instante –principio del gran dúo- por la belleza de la melodía. Supo esperar, apoyado en una buena Sinfónica, en los “rubati” peligrosos de Jaho. El Coro se desempeñó a satisfacción, aunque nos dio la impresión de que el famoso número a boca cerrada del tercer acto era cantado casi a boca abierta. Arturo Reverter
Teatro Real de Madrid. 16 Julio 2017
El Teatro Real ha programado dos repartos para esta Madama Butterfly, que, como de costumbre, hay que considerarlos como alternativos, al ser los precios de las localidades idénticos en ambos casos. Sin embargo, la diferencia de calidad ha sido importante, como ha sido también el resultado artístico de la representación, que ha quedado por debajo del día anterior, aunque el resultado global ha sido bueno.
La producción escénica sigue siendo la de Mario Gas y nada hay que añadir a lo dicho el día anterior.
Otro tanto cabe decir de la dirección musical de Marco Armiliato, nuevamente convincente.
La nueva Cio Cio San era la soprano china Hui He, cuya actuación hay que considerarla como convincente. La voz es más amplia que la de Ermonela Jaho, con toques más dramáticos y hasta adecuados para algunos pasajes, pero no llega al nivel de emoción que pudo ofrecer la soprano albanesa el día anterior. Podemos hablar de una buena interpretación de la geisha, aunque la diferencia entre lo bueno y lo excepcional sea importante. A diferencia de la última vez que la vi en personaje, elimina ahora el temible sobreagudo de su entrada en escena.
El tenor italiano Andrea Caré no pasó de la corrección en la parte de Pinkerton. La voz es adecuada y resulta atractiva, pero en más de una ocasión se le ve un tanto forzado y tampoco es un modelo de expresividad.
La mezzo-soprano catalana Gemma Coma-Alabert lo hizo bien en Suzuki, aunque la voz queda claramente por detrás en cuanto a calidad comparada con la de Enkelejda Shkosa.
El barítono Luis Cansino fue un más bien modesto Sharpless. Su interpretación fue correcta, pero en más de un momento la voz no llegaba con claridad a la sala.
Francisco Vas repitió su interpretación del casamentero Goro.
La otra novedad del reparto fue la presencia de Scott Wilde como Zio Bonzo. La voz es amplia, pero con claros signos de fatiga. Junto a él repitieron actuación Tomeu Bibiloni en Yamadori y Marifé Nogales en Kate Pinkerton.
El Teatro Real ofrecía una entrada de alrededor del 95 % de su aforo. Seguramente, hubo venta de entradas a última hora para jóvenes a precios reducidos, ya que las localidades libres por la mañana estaban ocupadas por jóvenes aficionados. El público ofreció una calida recepción a los artistas, siendo los mayores aplausos para Hui He y Marco Armiliato. Los demás no fueron mucho más allá de la cortesía.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 56 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 17 minutos. Siete minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 214 euros, habiendo butacas de platea desde 204 euros. La entrada más barata con visibilidad costaba 35 euros. José M. Irurzun.
Fotos: J. del Real
Últimos comentarios