La importancia de los decibelios [Tosca, Liceu, segundo reparto]
La importancia de los decibelios
TOSCA (G. PUCCINI)
Gran Teatre del Liceu de Barcelona.18 Marzo 2014.
Segundo Reparto
El Liceu ha programado 15 representaciones de Tosca con tres repartos distintos, que no pueden ordenarse sino cronológicamente, puesto que el precio de las localidades es el mismo en todas las funciones. A juzgar por la venta de entradas, parece que es precisamente el reparto que ahora nos ocupa el que ha tenido menos tirón de taquilla.
Nada tengo que añadir a lo dicho ayer sobre la producción escénica de Paco Azorín. Me sigue llamando la atención que para el Te Deum no tiene el director de escena mejor idea que despojar de vestidos, aunque parcialmente, a las imágenes que forman el retablo. Hay algunos detalles que me han llamado la atención, vista la producción de nuevo, pero nada que haga cambiar la opinión general sobre el trabajo de Azorín.
La dirección volvió a estar en manos de Paolo Carignani y funcionó bien, quizá algo más ruidosa que el día anterior, aunque puede ser simplemente una impresión, debido a que las voces en escena eran más reducidas que en el primer reparto.
La nueva Tosca era la soprano Martina Serafín, cuya labor resulta convincente en escena y algo menos vocalmente. Debo decir que esta soprano me ha resultado siempre particularmente convincente en el personaje de la Mariscala del Caballero de la Rosa, mientras que en sus apariciones en ópera italiana nunca la he visto brillar en exceso. La historia se ha repetido. Su Tosca funciona bien mientras la tesitura anda por el centro o en graves, pero el timbre cambia de color – y lo hace a peor – en las notas altas no faltando alguna nota gritada. Cantó bien el Vissi d’arte, pero claramente por debajo de la interpretación de Sondra Radvanovsky el día anterior.
Al ver y escuchar al tenor coreano Alfred Kim como Cavaradossi no podía dejar de pensar en la importancia que tiene para el público escuchar una voz grande y bien timbrada. Si Jorge de León me pareció un tanto superficial el día anterior, más todavía me ha parecido Alfred Kim, con el matiz de que la voz del canario tiene más calidad que la del coreano. Alfred Kim no tiene problemas de tesitura y sus agudos son trompetazos, siempre a pleno pulmón, lo que parece ser muy del agrado del público. Su interpretación de È lucevan le stelle fue una auténtica exhibición de decibelios, en mi opinión muy poco adecuados para esta bellísima aria. Evidentemente, el público no piensa así y le dedicó la ovación más intensa de la noche. Gracias a Dios tuvo el detalle de recoger la voz en O dolci mani, aunque no pudo evitar exhibir decibelios al final del mencionado arioso.
El barítono americano Scott Hendricks fue un Scarpia convincente en escena y muy matizado en su canto, con el inconveniente de que el timbre no es particularmente bello y que el volumen de su voz es un tanto limitado. Supongo que entre el grupo de los que bravearon a Alfred Kim estarían los que enviaron a Hendricks algunos aislados abucheos en los saludos finales.
En los personajes secundarios repitió actuación Valeriano Lanchas como Sacristán. Alessandro Guerzoni fue un muy deficiente Angelotti. José Manuel Zapata lo hizo bien en Spoletta, no dejando de sorprender su presencia en un personaje secundario. Supongo que la necesidad obliga. Repitió Manel Esteve como Sciarrone. Muy buena impresión la dejada por Pierpaolo Palloni como Carcelero. Repitió Elena Copons
como Pastorcillo y resultó algo más audible que el día anterior.
El Liceu ofrecía una ocupación algo superior al 85 % del aforo. El público se mostró bastante cálido, dedicando las mejores ovaciones en los saludos finales a Alfred Kim.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 31 minutos, incluyendo un intermedio al final del primer acto. Duración musical de 1 hora y 49 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 220 euros, mientras que la butaca de platea costaba 163 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 130 y 98 euros. La entrada más barata costaba 32 euros. José M. Irurzun
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