Recomendación: La madurez de la juventud de Perianes
La madurez de la juventud
Javier Perianes se ha convertido desde hace ya tiempo en el mejor y más internacional pianista español. Pero para mis maneras de escuchar hay algo más: no conozco a muchos pianistas jóvenes –españoles o no- que suelan tocar en el circuito llamémoslo oficial que logren transmitirme las suficientes sensaciones musicales para poder salir del esfuerzo mental al que, desde hace ya tiempo, he de enfrentarme en la escucha. En palabras menos bonitas: me suelo aburrir notablemente con lo que se suele hacer, y hasta el extremo de que, a sabiendas que a partir de una cierta edad todo se magnífica, me impongo no dejar de tragar de todo y tragarlo todo, aun enfangándome en el tedio, para no encerrarme en mis discos y, por consiguiente, en unos ídolos que en la mayor parte de los casos me hacen regresar a un pasado perfecto (¿) pero exento de vida. Y o música y vida van juntas o mejor dedicarse a escuchar a los pájaros, los vientos y los mares para ser feliz, en vez de la enésima versión de la enésima obra.
Hay pianistas de edad, ya sabios, naturalmente, que no me llevan a esos tristes mundos, pero como esos, irremediablemente, se van muriendo o retirando, o tocando con mayores dificultades no siempre solo físicas sino también intelectuales, cada vez se hace más cara la escucha placentera. Hay que recurrir sin remedio a los jóvenes, aun en precario. Sin embargo, de vez en cuando se enciende la luz; aparece un joven maduro, un señor que dice cosas que uno puede no ya entender sino compartir. Y uno vuelve e nacer. Con algunas cosas de las que le he escuchado últimamente a Perianes he tenido esa sensación, un sentimiento fresco, nuevo, de auténtico reencuentro con músicas que creía ya agotadas por el multiuso. Me ha sucedido con su Chopin, con su Mendelssohn, con su Grieg, con su Debussy. ¡Con su Schubert! Perianes tiene 40 años. Pero quizá la manera en que es capaz de aunar invención, originalidad, agilidad mental, creatividad y técnica pianística nos entregue a un pianista/intérprete que podríamos calificar de maduro, aunque este término esté cargado de imprecisión. Por eso me veo obligado a expresarlo de otra manera: lejos de aburrirme, sus recitales me suscitan un excitante interés por volver a escuchar otra vez las mismas músicas que he escuchado siempre. Otra vez los increíbles, maravillosos, nocturnos de la miniserie de la op.48; la excelsa tercera sonata del polaco, una música que lleva el romanticismo en su ADN pero que sobrevuela el piano del futuro; las divinas Estampas de Debussy, cuya suya versión en disco ha ardido en mi reproductor de casa últimamente; o las increíbles piezas de Falla, que él demuestra entender cabalmente cada vez que las interpreta, porque, aplicándoles una receta técnica que las hace descomunales pianísticamente, las eleva hasta el altar de la universalidad. Lo que en el caso de las Cuatro piezas españolas es para arrodillarse.
Perianes está paseando por todos los lados este magnífico y apetecible programa, dadas las garantías que asegura su participación en el reencuentro con estas músicas de siempre. Haría usted muy mal en perderse este recital. Por cierto, son tres las danzas de El sombrero de tres picos las que tocará: ´Danza de los vecinos´, ´Danza del molinero´ y ´Danza de la molinera´. Lo digo porque, una vez más, en la información del concierto las cosas se dicen a medias: El sombrero de tres picos, así, sin más. Menudo concierto sería, ¿no? Pedro González Mira
Javier Perianes, piano. Obras de Chopin, Debussy y Falla. Auditorio Nacional de Música, sala sinfónica. Jueves 11, 19.30.Entre 20 y 50 €.
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