La madurez de Sokolov

Creíamos que este recital peligraba tras el aplazamiento en su fecha original (4 de abril), pero comprobamos ahora con auténtico gozo su celebración; nos es más fácil así creer que la ´escapada´ de Sokolov tuvo su fundamento y no se debió a la típica deserción de artista raro que solo toca cuando quiere, como más de uno pensó tratándose de quien se trata. Nos congratula especialmente que incluso podamos referirnos en esta página al contenido del recital, pues,  como es sabido, el pianista de San Petersburgo cada día se apunta más a una tendencia que se expande peligrosamente entre sus colegas del circuito: no decir qué se va a tocar hasta el momento de sentarse ante el piano en el día y a la hora de su recital. Hay aficionados que llevan esto bien, y justifican a los artistas pues al fin y al cabo un genio puede hacer lo que quiera. Nosotros, sin embargo, pensamos que el acudir o no a nuestro puesto de trabajo no puede depender de la actividad concreta a desarrollar en un día concreto. Trabajo es trabajo, incluso para los genios, incluso para los pianistas…

Grigry Sokolov lo es en grado sumo. Tiene todo lo que, según marca el estereotipo, define al genio. A saber, y en pocas palabras,  hace lo quiere, cuando quiere y como quiere. Y tiene al público y a la crítica rendidos a sus pies. De manera que a ver quién se atreve a toserle. Obviamente no será este comentarista quien lo haga, sobre todo ahora, en un momento en el que Sokolov está mostrando una maravillosa madurez. Lo hice, bastante en soledad, cuando empezó a grabar discos, y sobre su trabajo en las grabaciones y no por sus apariciones en vivo, porque me pareció entonces que era un poco el típico trueno del este sin mayores matices. En este momento, sin embargo, le estoy siguiendo a través de internet en diversas plataformas (dígase de paso, una nueva y magnífica manera de estar al día una vez certificada definitivamente la defunción del disco), y me tiene bastante seducido.  Seducido no quiere decir que esté siempre de acuerdo con sus planteamientos; es más el enamoramiento de su personalidad como intérprete. Tiene tendencia a la heterodoxia (agógicas y tempi muy libres, planificaciones dinámicas amplias, gama sonora riquísima, etc. ), y eso es precisamente lo que me fascina, aunque a veces me pueda parecer extraño o ajeno a mis gustos. No se trata, eso desde luego, de un pianista de recursos que hace esas cosas para impresionar o para ser distinto a toda costa; sus discursos siempre están razonados y fundamentados; lo extraño en ellos se produce esporádicamente, y casi siempre en las grandes conclusiones o corolarios a las ideas fundamentales. Esta es, a mi juicio, una manera de proceder que define más incluso al gran intérprete que al propio pianista.

Los materiales de los que se va servir esta vez Sokolov son de extraordinaria altura. Schumann y Chopin, y se podría afirmar que el gran Schumann y el gran Chopin: los opp.17 y 18, Fantasía en Do mayor y Arabesque, del primero, y dos nocturnos (Op.31/1-2) y la Sonata Marcha Fúnebre, del segundo. O lo que es lo mismo, un programa de ensueño,  para salir levitando. A mí me parece que este puede ser uno de los recitales del año. La recomendación es total, por todo. Y me encantaría que el público madrileño, que tantas veces ha respondido a Sokolov con una asistencia masiva, estuviera ahora a la altura. Veremos. Pedro González Mira

Grigori Sokolov, piano. Obras de Schumann y Chopin. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Lunes 6, 19.30. Entre 25 y 57 €.