La Maestranza, dos décadas luchando
La Maestranza, dos décadas luchando
No tuve la suerte de conocer el Teatro de la Maestranza en aquellos fastos musicales de la Expo sevillana. No pude por tanto presenciar aquella gala inaugural que ha dejado retratada para la historia la gran época dorada de la música vocal española, con aquel plantel -Jaime Aragall, Teresa Berganza, Montserrat Caballé, José Carreras, Plácido Domingo, Alfredo Kraus, Pedro Lavirgen, Pilar Lorengar, Juan Pons- en el que quizá sólo faltase Victoria de Los Ángeles. Tampoco pude asistir al “Rigoletto” de Kraus, a la “Tosca” de Domingo, a la “Carmen” de Berganza, a la “Favorita” de Verret o al “Don Giovanni” de Raimondi ni a los conciertos de Abbado o Muti. Desde Madrid me enteré con desolación de la suspensión de “Otello” tras el accidente que le costó la vida a la corista de la Bastilla Annick Josette Luce-Tafferi. Todo aquello sucedió cuando España era rica, aunque tardó muy poco en dejar de serlo. Terminó el año 92 y llegó la cíclica crisis. El teatro se cerró y permaneció en silencio hasta 1994, en cuyo octubre comenzaron con tres títulos las actuales temporadas. Sí he seguido la actividad del teatro desde la “Aida” inaugural.
Muchas han sido desde entonces las representaciones de las que guardo gratísimos recuerdos y alguna en la que hubiera preferido no se produjeran los hechos que presencié. Vaya aquí una lista, seguro que incompleta, de lo que me viene a la memoria y de lo que guardo entre mis críticas: “Werther” y “Lucia” con Kraus, “Rigoletto” y “Barbero” con Nucci, la aparición del casi debutante Juan Diego Flórez en “Alahor en Granada”, “El Cid” con Domingo, los “Puritanos” con Devia, los “Cuentos de Hoffman” y “Andrea Chenier de Del Monaco con Bayo, Machado y Raimondi de un lado y Casolla y Armiliato de otra, el “Elixir” con Devia y Jordi, “Tancredi” con Barcellona y Devia, la “Elektra” con la que se despidió Scotto y la “Salomé” con la que se estrenó Pedro Halffter, las muchas cosas buenas que cantó Matos… añadiré tan solo esos títulos con dobles repartos a cada cual más interesante como “Fanciulla” o “Turandot”. Pero en un teatro también hay fiascos a veces y así me sucedió por ejemplo con Alagna en “Pescadores de perlas”.
He de tener necesariamente un recuerdo para quienes han hecho posible todo lo anterior, en una lucha constante por ampliar actividad y conseguir la necesaria financiación de tres administraciones no siempre comprensivas con el devenir del teatro: Luis Andreu, José Luis Castro, su “director fundador”, Mercedes Guillamón, Pino Cuccia, Remedios Navarro y he de citar muy especialmente a Rocio Castro, una de esas trabajadoras impagables, dispuesta a echar una mano donde sea. Quisiera olvidarme, pero no puedo, de quienes metieron mano en la institución considerándolo un cortijo propio. No me olvido, pero no les recuerdo aquí.
Deseo al teatro de la Maestranza un futuro halagüeño en el que nos haga disfrutar tanto como en el pasado. Gonzalo Alonso
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