La magia entra en los Premios Campoamor
La magia entre en los Premios Campoamor
Los Premios Líricos del Campoamor celebraron su X aniversario con una de las tres mejores galas de su recorrido gracias al ingenio de Joan Font Pujol, fundador del grupo Comediants. Año tras año, el encargado de dirigir la escena de la gala se enfrenta al reto de concebir una entrega de premios con variedad y medios limitados, tratando de superar las anteriores. Hay que echarle mucha imaginación y esto es lo que Font Pujol ha puesto a raudales desde la recepción y la despedida al público asistente, con bandas que hasta tocaron pasodobles. La idea conductora fue la magia y, de alguna forma, conjugaba con la magia que supone el mantenimiento de la lírica en nuestro país. En los convincentes diálogos de los estupendos presentadores-cantantes Silvia Vázquez y Borja Quiza, hubo citas veladas a ello, a la necesidad de los dirigentes de las instituciones musicales de dedicar tiempo y esfuerzo, no ya a cuidar presupuestos y programaciones, sino a convencer a los políticos de quienes depende su supervivencia. Algunas no tan veladas, como la propia decisión del jurado de conceder el Premio Contribución al mundo de la lírica y Premio especial del Jurado a la Fundación Teatro Villamarta de Jerez. Hay veces, como la presente, en las que, aún sin dotación económica, el galardón supone un enorme apoyo.
El mago Raúl Rodríguez Alegría cautivó a un público que observó admirado como salía toda un tropa de una caseta aislada, cómo volaba una mesa o cómo aparecían las estatuillas de los premios de la forma más sorprendente. Fue una forma muy acertada de dotar de agilidad al espectáculo que, frente a las eternas ceremonias de los Oscar o los Goya, cuenta con la feliz idea de no dejar hablar a los premiados.
Hubo cuatro momentos estelares tras la apertura de Ruth Iniesta, premio revelación, con la difícil aria de “Mignon”. El primero de ellos cuando Gregory Kunde, mejor cantantes masculino, entonó el “Vesti la giubba”. Volvió a cantar en la despedida el brindis de “Traviata”, demostrando su versatilidad. Tanto le vemos por las temporadas españolas que ya anda buscando vivienda en Valencia. El segundo cuando, balanceándose por el pasillo del patio de butacas, apareció la soprano Nicola Beller Carbone simulando y cantando la borrachera de “La Périchole”, para luego cambiar de tercio con un aria de “Ariadne auf Naxos” intentado trasladar al jurado que su repertorio es éste aunque recibiese el premio a la mejor cantante de ópera española o zarzuela. Bryn Terfel llegó minutos antes de la gala desde Londres tras haber cantado allí “Boris Godunov” y tener que volver a hacerlo el lunes con retransmisión a los cines de medio mundo. Se decantó por el lied alemán e inglés y emocionó con su vozarrón en la pieza galesa. Finalmente apareció la Premio especial a toda una carrera, la admirada Fiorenza Cossotto, mostrando su agradecimiento –la única en hablar- y rivalizando en simpatía escénica con los tres anteriores. Michel Plasson, mejor dirección musical, no acudió a causa de varias fracturas tras una caída y Joyce DiDonato, mejor cantante femenina y ya con vivienda en Barcelona, se descolgó a última hora enviando un video desde montañas nevadas. Fue una pena porque hubiera supuesto la guinda final en la tarta que, durante la ceremonia de ochenta minutos, fue cocinando en el escenario el pastelero Jacinto Rama y con la cual se puso final a la gala de los X años en un enorme fogonazo de colorido. Queda convocada una nueva edición. Gonzalo Alonso
Sin lugar a dudas Gregory es un tenor impresionante. Con más de 60 años es capaz de cantar con una voz que se mantiene fresca en los agudos, que ha ido ganando peso con los años, y que como bien se apunta en este artículo, combinar el Alfredo con el Canio en un mismo día. Sin duda Kunde es una referencia para los estudiantes de canto de hoy. Lo mismo de Terfel, otra máquina perfecta.