La mesa camilla de Pires
Ciclo Grandes Intérpretes
Obras de Schumann, Iriarte, Chopin y Schubert. Maria Joao Pires y Ricardo Castro, piano. Auditorio Nacional. Madrid, 24 de mayo.
Un concierto no consiste solamente en una serie de notas, que a veces hacen música, tocadas en una determinada sala durante un par de horas. No, un concierto o una ópera es algo más: hay un pre, un postconcierto y hasta una puesta en escena. Por una vez toca referirme más a estos aspectos que al propio contenido de la última visita de Maria Joao Pires a Madrid.
La tremenda tromba de agua que cayó sobre Madrid me impidió llegar a tiempo al recital. Pillé la Castellana cortada por un accidente, los semáforos de Hermosilla no funcionaban y había que atravesar Serrano como en la jungla, el túnel de María de Molina estaba inundado… Daban ganas de dar la vuelta y volver a casa, pero se trataba de “la Pires”… Y la pianista portuguesa –a la que por cierto no le van demasiado bien las cosas en su proyecto de escuela- salió a escena acompañada del brasileño Ricardo Castro, un conocido desde 1990 que no está a su mismo nivel. Diseñaron un precioso programa a cuatro manos y ya se sabe que cuando los compositores escribían este tipo de obras intentaban fundamentalmente la diversión. Tanto los “Seis impromptus Op.66” de Schumann como la “Fantasía en fa menor D.940” de Schubert son obras auditivamente muy fáciles y agradables. Esta última sonó preciosa y sin apenas notarse la diferencia de niveles, como también la “estampa naïve n.6” del joven Guillermo Iriarte. Cuando no tocaban a cuatro manos, uno de los solistas se retiraba a una mesa camilla cuadrada que habían colocado junto al piano. Así escuchó Castro los tres Chopin de Pires, tocados de más a menos. Estupenda la “Fantasía en fa menor Op.49”, deliciosa la “Fantasía-Imppromptu en do sostenido menor Op.66” y algo falta de pasión la “Polonesa-Fantasía en la bemol mayor Op.61”. En la primera parte fue Pires quien escuchó a Castro unos “Estudios sinfónicos Op.13” de Schumann que, desde el hall, sonaron fuera de “tempo”. A uno no le gusta que se intente tomar el pelo a la gente. En anteriores visitas había que escuchar la música en penumbra. “Ella lo entendía y quería así”. Ahora ha quedado al descubierto que no hacía realmente falta. Ahora puede tocar a plena luz, porque lo que ahora necesita es una mesa camilla al lado. Decididamente, a ciertos divos hay que darles de comer aparte. Y una pregunta: ¿qué es eso de darle un ramo de flores a ella y nada a él? ¿Esa es la lucha feminista? Porque Pires no tuvo ni el detalle de darle una sola flor a quien había hecho algo más que pasarle las páginas. En el extranjero ya no se hacen tales diferencias entre sexos: flores para todos. Lo otro queda rematadamente mal. Gonzalo ALONSO
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