Recomendación: La Filarmónica de Berlín, un lujo asiático (o, sencillamente, alemán)
La OFB en Madrid: un lujo asiático (o, sencillamente, alemán)
Podemos volver a escuchar en Madrid a la Orquesta Filarmónica de Berlín. Y, otra vez, gracias a Ibermúsica, una institución musical tan por muchas razones especial. Todo está muy revuelto en nuestro país (y fuera; y quizá más), pero, dentro del alocado cambio a que han quedado sometidas nuestras instituciones más determinantes para nuestras vidas en los últimos diez años, hay algunas que, si bien se han transformado en algunos aspectos (por pura necesidad del guion), conservan intacto su espíritu. No estoy seguro de que seamos legión quienes observemos el fenómeno con esperanza de futuro (los jóvenes cada vez son más ajenos a este tipo de discursos), pero aun por pura vergüenza torera (utilizada la metáfora con el preceptivo permiso de los animalistas) estamos obligados a recordarlo: ninguna institución musical pública va a ocuparse nunca más de organizar grandes y caros acontecimientos musicales en el campo de la Clásica. Así que hay lo que hay, y que no falte, si queremos que, por ejemplo, orquestas como esta nos visiten de vez en cuando. O en otras palabras: que dure y dure Ibermúsica, porque si no….
La Orquesta Filarmónica de Berlín arrastra una historia de éxito, innovación, capacidad de transformación, clasicismo , modernidad, calidad extrema, protagonismo social, etc., pero también sus propios momentos trágicos, como todo lo que viene del país que protagonizó como sujeto activo la última gran confrontación bélica europea, no hace tanto tiempo de eso. En los años transcurridos tras la resolución del conflicto (utilizando un terminología distanciada) no ha dejado de cambiar y de adaptarse a los tiempos. También en la elección de sus directores titulares. Los directores de orquesta que han conformado su personalidad en los últimos 70 años son tan diferentes que parece mentira que la agrupación haya sido capaz de recoger lo mejor de cada uno. Desde la inmensa y constante capacidad creativa de Furtwängler, el genio radical de Celibidache, el sentido del espectáculo sonoro de Karajan, la luminosidad eterna de Abbado o la modernidad de Rattle. Un compendio único, que nació para la post-guerra en plena competencia con la otra grande (grande de primerísima; también estaba la Alemania del Este, Holanda, la Gran Bretaña… ), la Filarmónica vienesa.
La Orquesta Filarmónica de Berlín ha asentado en las últimas décadas un modelo de gestión que le permite vivir en un estado de gracia permanente en lo que a calidad se refiere. Desde la muerte de Furtwängler, las cosas no fueron fáciles para la Filarmónica, pues el Karajan de primera época no era el que todos recordamos de sus últimos años. Orquesta y director tuvieron que crecer juntos hasta llegar a los últimos años del salzburgués, en los que se produjo una prodigiosa simbiosis. A mi entender, al contrario, la madurez de Abbado en sus tiempos de su titularidad le supuso un cierto abandono de buena parte de sus señas de identidad. Abbado hizo antes maravillas con Verdi, con Bartók, con Brahms, con Prokofiev, y con los berlineses entró por la puerta grande de los Mozart, Bruckner o Mahler en una metamorfosis que, para mi manera de ver las cosas, perdió mucha fuerza con respecto al Abbado anterior. A pesar de la sistemática magnificación a que fue sometida su figura. Más tarde llegó Rattle, de cuyo talento es innecesario hablar. Pero también este tuvo que realizar un camino de ida y vuelta: él aportaba modernidad, repertorio no clásico (maravilloso en esto: verán ustedes qué Widmann y qué Lutoslawski se marca el caballero), y la orquesta le ayudaba en sus carencias clásicas. El programa que trae es, en ese sentido, muy significativo: una obra del autor de moda, Danza en el volcán, estreno en España; la tercera de Lutoslawski y la primera de Brahms.
Ahora, tras las últimas elecciones en la casa de los berlineses, se ha perdido la oportunidad de contratar como titular al director joven con mayor talento del momento, Andris Nelsons, un hombre de fuerte personalidad musical, pero cincelada en el respeto a sus mayores (y de técnica prodigiosa) , optándose por Kirill Peternko, otro talento, pero no tanto, al menos por ahora y para quien esto escribe. Pero no va a ser grave; la OFB es una agrupación que proporciona caminos de gran proyección. Para mí Petrenko no es un talento hecho ya realidad cruda y directa; Nelsons, sí. Y se repite la historia; el asunto puede recordar un poco al caso de Karajan: Petrenko puede seguir el mismo camino, o sea, pasar con el tiempo de ser un buen director a un director merecedor de ser titular de semejante grupo. A Karajan le costó varios lustros. Quizá los tiempos corran hoy más rápidos. Me encantaría que así fuera; que en poco tiempo pudiera cambiar mi opinión acerca del director ruso. Estaré encantado de comunicárselo. Pedro González Mira
Orquesta Filarmónica de Berlín. Dir.: Simon Rattle. Obras de Widmann, Lutoslawski y Brahms. Auditorio Nacional de Música, Sala sinfónica. Jueves 7, 20.30 h. Entre 50 y 210 €.
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