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Por Publicado el: 01/10/2006Categorías: Crítica

La ópera de la incontinencia verbal

LA ÓPERA DE LA INCONTINENCIA VERBAL

50 Festival Internaczionale di Msica Contemporanea (Biennale di Venecia)
Robert ASHLEY: Celestial Excursions. Robert Ashley Company. 30 de septiembre de 2006, Teatro Piccolo Arsenale, Venecia.
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Cinco personas sentadas frente a mesas armadas de micrófono y vaso de agua, una de ellas adelantada, separada del resto. Un pianista (“Blue”Genne Tyranny) al fondo. Un fondo de música electrónica comienza a escucharse por la megafonía de la sala. Y el grupo comienza a hablar, los cuatro parecen interrogar al quinto, que sólo se llama “Dwayne”. Y el parloteo (parli-canto, susurro, a veces acompasado canto, generalmente recitado en monólogo a cinco reiterativo y monocorde) no cesa en 95 minutos, eternos, interminables, infinitos. Esta es la “ópera” (?) del norteamericano Robert Ashley (Anna Arbor, Michigan, 1930), verdadero Juan Palomo: padre del texto –que necesita páginas y páginas del considerable libro de la Biennale veneciana para ser insertado al completo-, autor de la música (el montaje electrónico y los cuatro solos de medio minuto cada uno del pianista, con no más de veinte notas en los mismos), responsable del montaje visual (proyecciones, unas diez, al fondo de la escena), y lumínico (este sí, variado), de la escenografía (??) de las cinco mesas y sillas más el piano, y solista de su propia obra (el citado “Dwayne” del inicio), dueño –quede también en su haber- de voz profunda, aguardentosa, grave y en cierto aspecto atractiva.
Pieza encargo del Festival de Berlín 2003, y modelo de obra “con mensaje”, la propuesta lingüística de Ashley –insubtitulable, por cierto- difícilmente puede resistir siquiera el análisis semántico, con epifonemas dignos de un curso Assimil tales como: “Mi abuela estaba loca, pero enfrente hubo un altercado, ¿o no lo hubo? El policía estuvo, pero la trompeta no sonó”, etc. Únase a los méritos de esta producción la antipatía del personal de la Biennale, salvada su encomiable jefe de prensa Emanuela Caldirola, y apúntese que el público que llenaba con curiosidad el Arsenale aguantó la sesión con estoicismo digno de mejor causa y algunos ronquidos plácidos repartidos por la sala que en nada perjudicaron la atmósfera de la incontinencia verbal de la obra de Ashley.

José Luis Pérez de Arteaga

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