La oscura sombra de Daniel Barenboim
Jeffrey Arlo Brown y Hartmut Welscher publican en la revista digital VAN un artículo sobre la polémica personalidad de Barenboim
Bajo el título La Sombra del Titán, los periodistas Jeffrey Arlo Brown y Hartmut Welscher acumulan testimonios de músicos, administrativos, políticos y personal que han trabajado junto a Daniel Barenboim durante la última década, con el fin de exponer el especial temperamento del director.
Tildado de legendario, el fuerte carácter del maestro Daniel Barenboim iguala en reputación a su maestría artística. El joven prodigio descubierto por Wilhelm Fürtwangler, defensor de los derechos de los niños y la paz mundial, es especialmente respetado no solo por sus logros sino también por su temperamento.
Durante los saludos finales de la actuación de la Orquesta Estatal de Berlín en Buenos Aires, una de sus músicos se acercó a Barenboim con la intención de entregarle un ramo de flores, por tradición. Furioso, el maestro apartó a la violinista, quien dejó el escenario llorando. Fue en julio de 2018, pero esta anécdota no es un caso aislado. Los enfados del maestro se extienden a la imposibilidad de tocar de los músicos problemas de salud, la falta de concentración de los artistas por el fallecimiento de un familiar o por el fallo de los integrantes de la orquesta por saludar en el momento inadecuado.
La trayectoria de Barenboim es intachable, profundamente inspiradora: con más de 500 grabaciones como pianista y director de orquesta, Barenboim ha recibido la Orden del Mérito de la República Federal Alemana, el Premio Imperial de Música de Japón y es Comandante de la Legión de Honor francesa. Director vitalicio de la Staatsoper y la Staatskapelle de Berlín, ha sido testigo de la renovación de la Ópera Estatal de Berlín y su nuevo auditorio, la Pierre Boulez Saal. Ha fundado una escuela para niños y un sello discográfico, transmite su conocimiento a través de un canal de YouTube, un programa de televisión y varios libros, y en 1999 fundó la Orquesta del Diván de Oriente y Occidente, que catapulta la carrera de jóvenes israelíes y árabes a orquestas internacionales.
Para la Orquesta berlinesa Barenboim es irreemplazable, pero su impecable recorrido no perdona las consecuencias de su comportamiento. “Es prácticamente intocable porque nadie puede prescindir de él”, declara en una entrevista uno de los empleados de la Ópera Estatal de Berlín. Uno de los miembros de la Fundación del director continúa en la misma línea: “No he conocido a nadie que se enfurezca tan rápido, en cuestión de segundos”. Por su parte, Matthias Schulz, director artístico de la Staatsoper declara no tener constancia de tal comportamiento. De las entrevistas realizadas a decenas de trabajadores cercanos al maestro emerge una imagen de líder que, a la vez que inspirador y generoso, es autoritario y brusco.
Desde que tomase las riendas de la Staatsoper de Berlín en la temporada de 1992-93, Barenboim ha hecho de su orquesta una de las más pulidas a nivel mundial. En el año 2000, la Orquesta Estatal de Berlín le nombró su director vitalicio. Su larga y brillante trayectoria con la orquesta berlinesa se asocia inmediatamente a su nombre, llegando a ser considerado por el alcalde de la capital alemana, Klaus Wowereit, como “la única superestrella berlinesa”.
En la Staatsoper, su opinión es la única válida. “El clima del Teatro está marcado por el miedo”, describe un empleado. A comienzos de su mandato, la concentración de poder en sus manos era productiva, permitiéndole reformar la institución. Ahora, la sombra de Barenboim es constante en el teatro, esté presente o no. Parece que su filosofía de responde al principio ‘mayor presión, mejores resultados’.
Barenboim parece guardar una especial indiferencia hacia aquellos empleados que no son músicos. Las anécdotas entre administrativos, personal de salas de conciertos y de su fundación se amontonan, resaltando el poco respeto del director hacia ellos: “parece que no confía en nadie”, declara uno de los empleados.
En los ensayos, la personalidad de Barenboim contrasta extremadamente: “No hay manera de no estar completamente comprometido”, relata uno de los músicos de la Staatskapelle, “Tiene más atención al detalle y más energía que la mayoría de los directores jóvenes”. “Me descubrió las óperas de Wagner”, recuerda otro, “se acerca a ellas de una manera tan natural que dejan de ser composiciones de dimensiones abrumadoras”. Sin embargo, su carácter reluce en el favoritismo que muestra hacia determinados músicos. “Hay algunos a quien no soporta y acaban por no tocar con él”, cuenta uno de los músicos.
El poder de Barenboim afecta a toda la ciudad de Berlín, donde se le considera sagrado. Desde que ocupó el puesto, ciertos políticos y responsables de prensa se mostraron muy críticos ante algunas concesiones hacia el director, pero se han ido apagando paulatinamente. Uno de los responsables de cultura de la ciudad identifica a Barenboim como un embajador cultural de Berlín, por lo que “Cualquier dinero invertido en la Staatsoper, es dinero bien invertido”.
A pesar de que dos políticos ya jubilados han confirmado conocer el carácter agresivo de Barenboim, defienden que forma parte del proceso creativo y que, en última instancia, son los directores artísticos y no los políticos quienes tiene que lidiar con ello. Múltiples fuentes han informado al diario de que la renovación de sus contratos depende directamente de su relación con el director, lo que demuestra que el mandato del maestro se extiende a cuestiones artísticas, políticas y administrativas. Además, los empleados no cuentan con un sistema de protección ante el comportamiento de Barenboim ya que las oficinas de Recursos Humanos no se encuentran en el Teatro.
La misma energía y dedicación que espera de sus músicos, Barenboim se la impone a sí mismo. Son numerosos los casos en los que ha trabajado hasta la extenuación, desobedeciendo consejos médicos e incluso no acudiendo a operaciones programadas.
Por qué trabaja a ese nivel es una pregunta constante entre sus empleados a medida que el director acepta compromisos fuera de su alcance.Quizás sea a fuerza de costumbre… o la necesidad de los grandes talentos por probarse continuamente a sí mismos.
Extremadamente generoso, tanto con su tiempo como con detalles hacia sus empleados – regalos, champán, cenas para toda la orquesta -, sus buenas cualidades son un pequeño consuelo para aquellos que trabajan o han trabajado con él, “Por un lado, le juzgo por su comportamiento”, dice un empleado, “por el otro, entiendo por qué es así. Casi siento lástima por él, lo que no lo excusa”.
Barenboim ha cumplido 76 años. Poco han pensado los responsables de la Staatsoper y los círculos políticos sobre su relevo. Para algunos, el futuro sin Barenboim es prometedor; para otros, imposible imaginarlo. “Incluso hoy, no importan las quejas que los empleados puedan tener o el miedo que sientan, algunos esperan que viva hasta los 120 años”, declara uno de los administrativos de la Staatsoper, “Es el ADN del Teatro. Es tanto la solución como el problema”.
El director argentino-israelí ha reconocido que se impacienta cuando un músico está completamente implicado, pero añade que no es su comportamiento habitual. Por otro lado, lamenta en especial que estos comentarios se hayan hecho públicos tan tarde. Barenboim considera que se trata de una estrategia de desprestigio para que no continúe al frente de la ópera de Berlín dado que su contrato expira en 2020. Daniel Bartsch, portavoz del partido Die Linke, ha dicho al respecto: “nos tomamos muy en serio estas acusaciones. Hemos pedido a la dirección que investigue lo sucedido y estamos esperando, aunque puede que el proceso tarde varias semanas”. Klaus Lederer, senador de Cultura de Berlín, pertenece a este mismo partido y es presidente de la Opernstiftung, fundación que contrata a Barenboim.
¿Por qué Baremboim nunca ha sido titular de ninguna de las dos grandes “Filarmónicas”?
Un ser humano, nada más.