La pasión partidista en la ópera: Bodas de Fígaro
LE NOZZE DI FIGARO (W. A. MOZART)
Teatro Real de Madrid. 17 Septiembre 2014.
Es curioso lo que ocurre con esta producción de Le Nozze di Figaro en el Teatro Real. En 5 años es ésta la tercera vez que sube al escenario y con distintos responsables artísticos. El estreno en 2009 fue bajo el mandato de Antonio Moral. Dos años más tarde se reponía por Gerard Mortier y ahora se repone de nuevo por Joan Matabosch. Más curiosa todavía es la reacción de algunos medios de comunicación, que parecen verla ahora por primera vez, ya que su crítica demoledora al espectáculo no es fácil de entender, salvo intereses partidistas. Indudablemente, la producción escénica es la misma, la dirección musical nunca ha sido particularmente brillante y el mejor reparto fue el del estreno, mientras que en las reposiciones hemos asistido a repartos mediocres. Sin embargo, estas críticas demoledoras únicamente han salido a relucir ahora.
Como digo, la producción escénica es la conocida de Emilio Sagi, que sigue siendo uno de sus mejores trabajos escénicos y que sigue funcionando muy bien. Que se haya visto anteriormente, no puede cambiar la valoración de la producción. No puede ser culpa de Emilio Sagi que se haya representado por tercera vez en cinco años. Sagi nos ofrece una producción de aire sevillano, llena de buen gusto. Desde el patio andaluz que se veía detrás de la estancia de Fígaro y Susana, pasando por la luz brillante de la cámara de la Condesa, el fandango con cuerpo de baile y castañuelas, para terminar con un jardín de una vegetación lujuriosa, al que no le faltan ni el sonido del agua ni el de los grillos. Estupenda la escenografía de Daniel Bianco, bellísimo vestuario de Renata Schussheim y destacada iluminación de Eduardo Bravo.
Si estéticamente el espectáculo es bellísimo, la dirección de escena de Emilio Sagi es uno de sus mejores trabajos. No hay transposición de época, lo que empieza a ser ya una originalidad en sí misma, destacando el gusto por el detalle del relato y, particularmente, la magnífica definición de los personajes. Un Conde Almaviva orgulloso y aprovechado, una Condesa altiva y consciente de su posición en el palacio, un Fígaro lleno de vida y capaz de hacer frente a la nobleza (¿no es esto precisamente lo que caracteriza la obra de Beaumarchais?), una Susanna llena de vitalidad y un Cherubino que efectivamente no sabe qué le pasa, como él mismo canta. Una auténtica “Folle Journée”, pocas veces tan bien llevada al escenario.
Escena
La dirección musical ha sido siempre el aspecto menos conseguido de estas representaciones Yo siempre he echado en falta más ligereza y hasta diversión por parte del director de turno. Me pasó en 2009 con Jesús López-Cobos, me volvió a pasar en 2011 con Víctor Pablo Pérez y se ha vuelto a repetir la historia en esta ocasión con Ivor Bolton, de quien esperaba mucho más. Han sido bastantes las ocasiones en que he disfrutado de la dirección del maestro británico en el pasado, especialmente en el repertorio barroco y clasicista, y no ha sido así en esta ocasión. Ha faltado chispa, alegría y vivacidad. Baste decir que la duración musical ha sido de casi 3 horas, prácticamente igual a la lectura de Víctor Pablo Pérez hace ahora 3 años. La Orquesta del Teatro Real tuvo una buena actuación, pero le hemos escuchado mejores prestaciones. Correcto el Coro del Teatro Real en sus breves intervenciones.
El reparto vocal quedaba bastante alejado en calidad del que estrenó esta producción en el año 2009 y similar en cuanto a mediocridad con la reposición del año 2011.
El barítono alemán Andrea Wolf dejó bastante que desear como Fígaro. Sorprende su presencia en este reparto, más todavía cuando su voz es más ligera que la del Conde Almaviva. Ni como calidad vocal ni como dotes interpretativas se entiende su presencia al frente de este reparto.
Sylvia Schwartz y Luca Pisaroni
La española Sylvia Schwartz fue una Susanna con voz de Barbarina. Vocalmente, no pasa de ser una soubrette con volumen insuficiente. Susanna necesita un centro de cierta importancia y ella no lo tiene, resultando inaudible en muchas ocasiones.
Elena Tsallagova y Sofia Soloviy
La soprano ucraniana Sofia Soloviy volvía al Teatro Real tras su debut el año pasado en Alceste, donde no me resultó convincente. Ahora ha mostrado más afinidad vocal con el personaje de la Condesa, aunque su timbre no me resulta particularmente atractivo. La voz está bien manejada y cantó bien Dove Sono y más bien indiferente en Porgi amor.
Luca Pisaroni volvía al Teatro Real tras su estupenda actuación en esta producción como Fígaro en su estreno hace 5 años. Su voz es mucho más adecuada para Fígaro que para el Conde Almaviva. Su dicción y sus recitativos son ejemplares, pero estuvo excesivamente apretado en el aria del tercer acto. El cambio de Figaro por el Conde es un mal cambio.
Escena
La mezzo soprano rusa Elena Tsallagova fue una adecuada intérprete de Cherubino, cantando bien sus dos arias y resultando desenvuelta en escena.
En los personajes secundarios hay que señalar la buena actuación de Helene Scneiderman como Marcellina, que cantó con gracia il capro è la capretta, aunque quedó un tanto en evidencia al intentar sin éxito que el público le acompañara con palmas. Correcto el Bartolo de Christophoros Stamboglis. José Manuel Zapata fue un muy divertido Basilio, cantando mucho mejor que lo que estamos acostumbrados en el personaje, incluyendo el aria del último acto. Sin mayor relieve la Barbarina de Khatouna Gadelia. Bien, Gerardo López como Don Curzio. Sonoro y divertido el Antonio de Miguel Sola.
El Teatro Real estaba prácticamente lleno. El público se mostró especialmente frío durante la representación, con aplausos de compromiso a escena abierta, siendo los primeros y escasos aplausos para el aria del Conde en el tercer acto. Al final hubo más calor, pero tampoco excesivo.
La representación comenzó con 6 minutos de retraso, algo muy raro en este teatro, y tuvo una duración de 3 horas y 32 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 57 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 213, habiendo butacas de platea a 203 euros. La entrada más barata costaba 22 euros. José M. Irurzun
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