La poesía de las pequeñas cosas
DIARIO DE SEVILLA, 23 de abril de 2006
La poesía de las pequeñas cosas
LA BOHÈME
Nueva producción del Gran Teatro de Córdoba y del Palacio de los Festivales de Santander. Intérpretes: Andrea Dankova, Aquiles Machado, Juan Tomás Martínez, María José Moreno, David Rubiera, Francisco Santiago, Miguel Solá. Coro de Ópera Cajasur. Coro de Niños del Conservatorio de Córdoba. Orquesta de Córdoba. Escenografía: Giuliano Spinelli. Vestuario: Irene Monti. Iluminación: Vinicio Cheli. Dirección escénica: José Luis Castro. Dirección musical: Marcello Panni. Lugar: Gran Teatro de Córdoba. Fecha: Viernes, 21 de abril. Aforo: Lleno.
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ANDRÉS MORENO MENGÍBAR
El Gran Teatro cordobés ha dado un paso de gigante en su historia lírica al afrontar el reto (artístico y económico) de realizar una producción propia, en este caso en colaboración con el Palacio de los Festivales de Santander, una decisión valiente y que hay que aplaudir sin reparos por cuanto supone de madurez. Es una forma de llamar la atención de los responsables políticos de turno para que apoyen con mayor decisión la voluntad del teatro de aumentar su oferta lírica, algo que vienen deseando desde hace años los muchos aficionados cordobeses.
La apuesta se ha demostrado segura y fiable a la vista de los elementos con que se contaba. En su primer trabajo como regista tras su inexplicada e inexplicable defenestración sevillana, José Luis Castro (que contaba con la eficaz y siempre brillante ayuda de Alessandra Panzavolta) nos lleva hasta el París de los años veinte, los últimos años de bohemia auténtica. Su diseño escénico rezuma teatralidad por todos sus perfiles. Con una espléndida y muy atractiva escenografía de Giuliano Spinelli (sensacionales las perspectivas aberrantes del primer y cuarto acto y muy colorista la vidriera modernista del Café Momus) y la envolvente y corpórea iluminación de Vinicio Cheli, uno de los mejores iluminadores de la actualidad (sensacionales las gradaciones del acto tercero), Castro mueve con precisión milimétrica a los actores, salvando con sobresaliente la prueba del segundo acto, todo un dechado de espectáculo, de variedad escénica y de saber mover a las masas en un espacio tan reducido. Como colofón, un final del cuarto acto cuajado de poesía y de delicadeza, con las figuras recortadas en un evocador semicontraluz.
La brillantez de la puesta en escena estuvo secundada por la presencia en el foso de una gran batuta. Marcello Panni concertó con precisión la complejísima partitura, firmando un acto segundo de antología, con todos los planos sonoros perfectamente delimitados, con densidad y transparencia a la vez. A pesar de ciertas deficiencias en las cuerdas y de algún desajuste en cuanto al volumen, la Orquesta de Córdoba respondió con solvencia.
Y el tercer factor de esta noche histórica para Córdoba fue el elenco vocal, de una calidad más que notable. Andrea Dankova, con una voz densa, ancha y rica en armónicos, hizo una Mimí delicada y frágil, pero muy segura vocalmente, estando realmente conmovedora en el acto final. A pesar de cierta indisposición, Machado deslumbró con ese timbre brillante y de enorme belleza, muy seguro en los agudos y con un fraseo elegante, muy matizado, si bien en el gran duo del primer acto las frases se le quedaron algo cortas. Espléndido el Marcello de Juan Tomás Martínez, sólido y sin fisuras y muy teatral y sensual la Musetta de María José Moreno, que dejó para el recuerdo un vals cantando con morbidez y cierto toque de melancolía. La solvencia habitual de David Rubiera y del Coro cordobés ayudaron finalmente a cerrar una noche que debe servir de puntal para un despegue definitivo del Gran Teatro como centro operístico andaluz. Su afición y su dirección artística se lo merecen.
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