La Reina de las arañas en el Real
ROBERTO DEVEREUX (G. DONIZETTI)
Teatro Real de Madrid. 30 Septiembre 2015.
El Teatro Real ha inaugurado hace unos días la temporada de ópera con un título sorprendente para una ocasión de este tipo. Me refiero a Roberto Devereux, que ya había subido al escenario del Real, aunque en forma de concierto, durante el mandato de Mortier. Se han programado dos repartos distintos, aunque con las localidades al mismo precio, y la función a la que me estoy refiriendo corresponde al segundo reparto o, si prefieren ustedes, al reparto alternativo.
La producción escénica se debe a Alejandro Talevi y fue estrenada en el Millenium de Cardiff hace ahora dos años. Considerando que no se trata de una coproducción con el Teatro Real, me pregunto qué ha podido ver de interés Joan Matabosch en esta producción escénica, que resulta monótona y aburrida. La escenografía y el vestuario se deben a Madeleine Boyd, un tanto simple y de corte minimalista el primero y bastante poco atractivo el segundo, con todos los personajes en negro, salvo la Reina Isabel, que luce (es un decir) un vestido rojo de muy poco atractivo. El ambiente permanente es muy oscuro y tampoco la iluminación de Matthew Haskins saca el debido partido a un ambiente de este tipo.
Las aportaciones de Alessandro Talevi no tienen mucho relieve, limitándose a narrar la historia, añadiendo una especie de fijación de la Reina por las arañas, ya que en el primer acto parece que se dedica a criarlas para luego aparecer en los dos actos siguiente en un trono, que no es sino una araña metálica. Habría sido conveniente que Talevi escribiera algo en el programa sobre el significado de las arañas .Como no ha sido así, renuncio a dar vueltas a mi cabeza sobre su posible significado. Solamente diré que criaderos y tronos arácnidos son perfectamente prescindibles. La dirección escénica resulta correcta, con los personajes demasiado histéricos, en general.
Se alternan en la dirección musical el veterano Bruno Campanella y el ucraniano Andriy Yurkevych, que es quien ha dirigido esta representación. Fue también él quien dirigió el último Roberto Devereux en el Teatro Real, ya que Edita Gruberova estaba en el reparto y el ucraniano es acompañante regular de la diva eslovaca por los teatros del mundo. Como hace dos años, la impresión que me ha dejado Yurkevych ha vuelto a ser positiva, en una lectura enérgica, pero sin molestar nunca a los cantantes. Hay que señalar las excelentes prestaciones de la Orquesta y el Coro del Teatro Real, que pueden compararse con las fuerzas estables de importantes teatros de ópera de otros países.
Aunque el título de la ópera se refiere al tenor, la auténtica protagonista es Elisabetta, la reina de Inglaterra, que en este segundo reparto fue interpretada por la soprano italiana María Pía Piscitelli, que resulta una intérprete muy solvente en todos los sentidos. No puedo decir que haya nada excepcional en su canto, pero no hay fallos y resulta convincente a lo largo de la representación. Indudablemente, la escena final requiere una mayor brillantez, pero la salva de manera satisfactoria.
Roberto Devereux era el jerezano Ismael Jordi y tengo que decir que es posiblemente la vez que más he podido disfrutar de su canto. Su interpretación fue puramente belcantista de principio a fin, cuidando mucho los detalles y ofreciendo un perfecto control de la respiración y preciosos piani. Su gran escena de la prisión la resolvió de manera notable en lo que al aria se refiere, quedando corto de brillantez en la cabaletta, ya que su voz de lírico ligero (más bien ligero) no es suficiente para los momentos más dramáticos. El SI bemol que cierra la cabaletta le vino algo incómodo.
Ismael Jordi y María Pía Piscitelli
Veronica Simeoni fue una excelente Sara, cantando con voz atractiva y homogénea y mostrando una estupenda adecuación a las exigencias del belcanto. Esta mezzo-soprano es una de las más interesantes de la actualidad. La encuentro aquí mucho más adecuada que en sus incursiones en roles verdianos.
Ángel Ódena y Verónica Simeoni
El Duque de Nottingham fue interpretado por Ángel Ódena, que ofreció las virtudes y defectos de siempre. Entre las primeras está su voz amplia y atractiva, adecuada para el personaje. Entre los segundos está su tendencia, que parece incorregible a estas alturas, de abrir sonidos innecesariamente, como si tuviera miedo a que no se le escuchara. Le sobra voz y bien haría en matizar más y controlar mejor su instrumento.
En los personajes secundarios Juan Antonio Sanabria fue un correcto Lord Cecil, mientras que Andrea Mastroni fue un sonoro y adecuado Gualtiero.
El Teatro Real ofrecía una ocupación entre el 80 y el 85 % de su aforo. El público se mostró cálido y no entusiasmado con los artistas en los saludos finales.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 31 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 1 minuto, que es exactamente la misma que la del concierto de hace dos años. Cinco minutos de aplausos
El precio de la localidad más cara era de 214 euros, costando 204 euros la butaca de patio. La entrada más barata con visibilidad costaba 35 euros. José M. Irurzun
Fotos: Javier del Real
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