¿La resurrección de Meyerbeer?
¿La resurrección de Meyerbeer?
Giacomo Meyerbeer fue uno de los compositores más programados en el pasado. Sin embargo, hay resulta difícil escuchar unos títulos que representaban “la gran ópera”. Hace unos meses se representó “Los Hugonotes” en la Ópera de París y en junio subirá este mismo título al escenario de Dresde, como también en Ginebra en febrero. El próximo mes se programa “Roberto el diablo” en la Ópera Nacional de Moravia, en julio “Romilda y Costanza” en Wildbad y “La Africana” en la Ópera de Halle. Algo más tarde, en noviembre, “Los amores de Teolinda” en Lausanne. “El Profeta” figura en la Deutsche Oper de Berlin en febrero y en Linz a finales de 20120. ¿Significará esto su vuelta a la actualidad?
La desaparición de la gran ópera “Los Hugonotes”, es un misterio de la historia musical, casi un crimen que necesita ser resuelto. Se estrenó en la Ópera de París en 1836, donde fue bien recibida en las miles de representaciones que tuvo en el siguiente siglo. Berlioz, Verdi y Liszt la consideraron como una obra maestra. Incluso Heinrich Heine la comparó con “una catedral gótica cuyas finas columnas e inmensa cúpula parecen haber sido levantadas por la audaz mano de un gigante”. El cuarto acto impactó a Wagner y a Verdi por igual. La ‘Bendición de las Dagas’ tiene un glamour demoníaco. La escena de amor que sigue es igualmente maravillosa, un dúo en Sol bemol mayor, absolutamente impactante. Es fácil imaginar por qué la ópera fue tan popular: su visión del ser humano es espectacularmente desoladora.
Sin embargo, a mediados del siglo XX ‘Los hugonotes’ desapareció por completo. Un crimen, que tiene un primer sospechoso: Richard Wagner, quien lanzó su carrera bajo la supervisión de Meyerbeer, al que admiró en la década de 1840: “Meyerbeer escribió la historia del mundo, una historia de sentimientos y emociones; destrozó los grilletes del prejuicio nacional”. De hecho, Meyerbeer fue un gran cosmopolita en el terreno de la música: un judío alemán que perfeccionó sus habilidades artísticas en Italia antes de hacerse un nombre en Francia.
Los pensamientos antisemitas y el nacionalismo inundaron la percepción de Wagner en la década siguiente. Su ensayo “El judaísmo en la música” es un cúmulo de desprecio hacia una figura sin nombre, un ‘artistucho’ de la ópera de gran fama en París. Fácilmente reconocible. Aún así, Wagner fue el único culpable del eclipse de Meyerbeer. El declive final de la gran ópera afectó a compositores judíos y paganos por igual: la todopoderosa obra de Rossini ‘Guillermo Tell’ también desapareció. El Met ha ignorado al compositor desde la década de los 70, cuando revivió “El Profeta”. Sin embargo, “Los Hugonotes” no se ha representado en el teatro desde 1915. La más célebre recuperación de este título, hoy mítica, tuvo lugar en la Scala en 1962 con un reparto lujosísimo: Gavazzeni a la batuta, Corelli, Ghiaurov, Simionato, Sutherland, Tozzi, Ganzarolli, Cossotto. El el Teatro Real se ofreció en versión de concierto en 2011.
La obra de Meyerbeer merece otra oportunidad. Gonzalo Alonso
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