La Scala, profanada
La Scala, profanada
El templo de la música vive una intensa polémica por el concierto que el próximo día 19 ofrecerá el músico Paolo Conte para celebrar sus 50 años sobre el escenario. Será la primera vez que las puertas de la sala Piermarini se abran para un artista italiano y un evento que no es lírico, lo que ha provocado una oleada de reacciones y una auténtica conmoción. Voces a favor y en contra, cartas de apoyo y respuestas totalmente opuestas se cruzan estos días. Y la tempestad no amaina.
Fuego cruzado con Paolo Conte de por medio. Italia, tan visceral y con el fuego a golpe de labio, asiste a un espectáculo que cambiará el rumbo de La Scala, según escribe uno de los admiradores más incondicionales del cantante italiano que el próximo día 19 ofrecerá en la sala Piermarini un concierto. Si la vida y nuestra pequeña gran historia se nos divide ya en antes y después de la pandemia, con el coliseo milanés va a suceder lo mismo: habrá un antes y un después de Conte. Al tiempo. Y eso, no lo olvidemos, que ya han actuado allí Keith Jarrett y Milva. Pero Conte, cerca ya de los 90 años, será el primer italiano.
Y es que habla Piero Maranghi (actualmente, editor del canal temático Sky Classica) de una afrenta que tilda de profanación en un templo que abrirá por primera vez en su historia las puertas a un concierto interpretado por un músico italiano de larga trayectoria, pero que no es lírico. Bob Dylan estuvo a punto de actuar allí; sin embargo, la idea se desecha, o quizá fuera que el propio músico la dejara a un lado, que es lo que le pide Maranghi a su amado Conte, que puesto que las autoridades no van a dar marcha atrás, sea él quien decida declinar, en un gesto que le honraría, el ofrecimiento para que las aguas del templo vuelvan a su cauce y el tsunami no resulte sino tormenta en un vaso de agua.
Una sonora bofetada
Sostiene Maranghi, como lo hacía el genial Pereira o más bien, quien fue su padre literario, Antonio Tabucchi, que le dice lo que le dice a Conte precisamente por su admiración confesa. Que no se ha perdido uno solo de los conciertos y recitales en que el artista ha estado presente, pero que en esta ocasión dejará vacía la butaca. “Tu concierto es una bofetada a la historia de La Scala; sienta un precedente muy peligroso; no da nada al Teatro del que, en cambio, recibe mucho; es culturalmente un concierto detestable y elitista”, escribe con tanta furia como tristeza.
Las preguntas retóricas sobre el balance a futuro del concierto no tardan en llegar: “¿Atraerá a un público joven? NO. ¿Lo hará con un público que desde ese momento se vaya a mantener fiel a La Scala? NO. ¿Necesita este teatro a Paolo Conte o Mina o Dylan para ser lo que es (a estas alturas sería apropiado decir que lo fue)? ¡NO! ¿Y qué obtienes a cambio? Muchísimo. Podrás actuar en el escenario que perteneció a Rossini y Verdi, De Sabata y Callas, Gavazzeni y Visconti, Pavarotti y Abbado, Strehler y Zeffirelli y será tu actuación la primera “no clásica” de la historia de este coliseo. No me interesa saber si también recibes un caché, pero imagino que no es de extrañar que también haya un CD o DVD titulado “Paolo Conte alla Scala“, y me pregunto si hace falta en el Teatro, aunque bien sé cuál es la respuesta”, escribe. Y después, tener que soportar a ese público que nada tiene que ver con la ópera y que gusta de tomarse impúdicos selfies en patios de butacas y palcos para decir que estuvo allí, y que probablemente, jamás volverá a pisar el teatro, menos para asistir una representación operística, escribe en voz alta.
¿Quién puede cantar en La Scala?
La decisión de Maranghi es clara, meridiana y palmaria: el domingo se quedará en su casa y que sean otros los que llenen el teatro. Lógico es pensar que una carta con el eco que ha tenido la del firmante no iba a quedarse sin respuesta. Y la ha tenido en la persona del subsecretario de Cultura Vittorio Sgarbi, radicalmente en contra de cada argumento de Maranghi y que ya tiene su entrada para dejarse las manos aplaudiendo a Conte en La Scala. Abre fuego con una pregunta directa: “¿Cuál es el límite? ¿Qué y quién puede entrar en La Scala? Me desconcierta leer la carta de un contemporáneo, culto, elegante, con el que he compartido varios cargos, como es Piero Maranghi . Reconocer el mérito de Paolo Conte, declarar que lo amas, ir a todos sus conciertos en los lugares que se estimen pertinentes debería ser suficiente para superar cualquier contradicción respecto a reglas no escritas, pero que sólo deben ser establecidas por la calidad del artista y su valor musical. ¿Quién pensaría considerar a Morandi indigno de compartir espacio con Giotto, solo por razones cronológicas? ¿O Burri y Caravaggio (que viven juntos desde hace 45 años en Capodimonte)? La Scala es un templo en el que la música contemporánea, si no es aburrida, no puede ser admitida. Berio sí, Conte no”.
Dominique Meyer, en la picota
Y a partir de ahí, el ruido, y a partir de ahí, la furia: “Larga vida a Polo Conte. El público lo quiere y yo también estaré”, se enuncia el artículo de Sgarbi en Il Foglio. Maranghini sube a Dominique Meyer, máximo responsable del coliseo de Milán, a lo alto de la picota al hacerle responsable directo de la profanación, y Sgarbi lo baja, le devuelve a su lugar, y le comprende: “¿Qué puede interponerse en el camino de la excelente idea del Superintendente Meyer de invitar a un clásico como Conte a La Scala? ¿Existe un género digno y un género indigno? ¿Una época correcta y una equivocada? ¿Dante sí, Montale no? Y si Montale lo hace, al final (un premio Nobel como Bob Dylan) será útil recordar que Conte recibió el premio Montale por la calidad literaria de sus canciones. ¿Y para Gaber y Battiato y De André, no existirá jamás la posibilidad de cantar en este teatro? Los argumentos de Maranghi son inconsistentes en el fondo y resistentes en la forma, en nombre de principios inexistentes, desmentidos por la declarada admiración por Conte. La premisa que utiliza ya es equívoca: “La Scala es mi casa, un lugar donde, en mi vida, he hecho de todo. Pero no vendré a escucharte el 19 de febrero. Me dirijo a Paolo Conte y no a la dirección del teatro por una razón muy simple, ellos no tienen las herramientas para entender, ciertamente tú sí”. Las entradas más baratas cuestan 30 euros, mientras que las localidades más caras se elevan hasta los 252. ¿Cantará Azzurro? ¿Será que los tiempos también en La Scala están cambiando? Gema Pajares
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