LA TRAVIATA (G. VERDI)

Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 11 Julio 2015.

En los últimos años el Liceu de Barcelona viene programando durante el mes de Julio títulos muy populares, que han sido representados anteriormente en la misma temporada. Seguramente, esta programación pretende atraer a la ópera a los numerosos turistas que visitan Barcelona y creo que en buena parte lo consigue, ya que era evidente la presencia de espectadores extranjeros en el coliseo de las Ramblas. En esta ocasión el título elegido ha sido La Traviata, que se representó durante el pasado mes de Octubre, ofreciendo ahora el atractivo de la presencia de Leo Nucci como Germont, aunque no cantaba en la función que ahora nos ocupa. El motivo de mi presencia en esta representación no es sino la necesidad de hacer una parada en mi tradicional viaje a Munich para asistir al Festival de Julio en la ciudad bávara.

La producción escénica ha sido nuevamente la conocida de Davil McVicar, que pudimos ver ya en el pasado mes de Octubre en Barcelona y hace un par de meses en el Teatro Real de Madrid. La producción es totalmente tradicional, de lo que no parece sentirse muy orgulloso McVicar, ya que en el programa de mano insiste en que en esta ópera no puede haber lujos, ya que Violeta y sus amigas no son sino prostitutas. Me parece acertada su visión, pero poco reflejo tiene en escena, ya que asistimos a una Traviata como cualquier otra. Poco hay que señalar en esta producción como novedoso, aunque hay que reconocer que el buen gusto está siempre presente. El afán de evitar lujos hace que la producción busque achicar espacios, lo que dificulta mucho la visión desde los laterales del teatro. La escenografía y el atractivo vestuario se deben a Tanya McCallin, mientras que la correcta iluminación es obra de Jennifer Tipton. La coreografía de Andrew George resulta bastante ramplona.

La parte musical no pasó de la mediocridad. Evelino Pidó es un buen maestro, que ha hecho del belcantismo su caballo de batalla. No cabe duda de que es una batuta segura y de garantía para los cantantes, pero Verdi necesita más que eso. Su dirección me resultó controlada, plana y aburrida. La Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceu tuvo una actuación correcta. El Coro del Liceu ha sido siempre uno de los grandes puntales del teatro, pero en los últimos meses lo encuentro por debajo de su nivel todavía reciente.

Elena Mosuc y Francesco Demuro

Como en el mes de Octubre, Violeta ha vuelto a ser la soprano rumana Elena Mosuc, cuyas características vocales están muy alejadas de lo que Violeta requiere. Elena Mosuc es una de las mejores sopranos belcantistas de la actualidad, pero el personaje de Violeta no pertenece al puro belcantismo. Elena Mosuc no tiene la voz adecuada para los dos últimos actos de esta ópera. Ella se encuentra cómoda en el primer acto y no tuvo problemas para atacar el MI bemol en su gran escena. Sin embargo, en el segundo acto empiezan a surgir los problemas de adecuación, siendo evidente su falta de peso vocal para el enfrentamiento con Germont, por no hablar del Amami, Alfredo. Lo más artificial de su actuación vino en el último acto. Alguien tendría que decir a la soprano rumana que en el último acto Violeta tiene que expresar su desesperación y de ahí el dramatismo de la escena. Addio del passato es un canto desesperado, como lo es el Gran Dio, morir si giovine. Pues bien, Elena Mosuc canta todo el último acto en plan no dramático, sino más bien elegíaco, como si fuera un sueño. Cantará bonito para algunos, pero está en las antípodas de lo que Violeta necesita.

En el personaje de Alfredo estaba el italiano Fancesco Demuro, de quien no esperaba mucho y podemos decir que cumplió sin gran brillantez. La voz tiene atractivo en el centro y está bien proyectada, aunque resulta demasiado reducida para un teatro grande, como es el Liceu. Su fraseo es elegante y tiene un notable dominio de la respiración. Las notas altas son un tanto irregulares. La voz se estrecha por arriba y a veces da la impresión de inseguridad, lo que no le impidió irse arriba en la cabaletta del segundo acto, que se interpretó sin repetición. Uno de sus puntos flacos es el de la expresividad.

Gabriele Viviani y Elena Mosuc

El barítono Gabriele Viviani dio vida a Germont y cumplió bien con su cometido. Han pasado 5 años de la primera vez que le vi en el personaje y hoy la voz es más adecuada para Germont que entonces. Expresa bien y tiene un fraseo de cierta elegancia.

Los personajes secundarios eran casi los mismos de la ocasión mencionada de Octubre. Cumplió bien Gemma Coma-Alabert en la parte de Flora. Voz atractiva y reducida la de Miren Urbieta como Annina. Ambas repetían actuación. Fernando Radó estuvo bien en la parte del Doctor Grenvil. Jorge Rodríguez-Norton repetía como Gastone y me sigue sin gustar su voz. . Toni Marsol fue un Barón Douphol desenvuelto y de voz poco atractiva. Marc Canturri repetía su correcto Marqués D’Obigny.

El Liceu ofrecía una entrada algo superior al 90 % de su aforo. El público se mostró cálido con los artistas durante y al final de la representación, siendo las mayores ovaciones para Elena Mosuc.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 3 horas justas, incluyendo dos entreactos. Duración musical de 2 horas y 3 minutos. Seis minutos de aplausos

El precio de la localidad más cara era de 222 euros, costando 155.euros la butaca de platea. La localidad más barata con visibilidad costaba 32 euros. José M. Irurzun

Fotos: A. Bofill