Liceo: Crítica dos repartos en La Traviata
LA TRAVIATA (G. VERDI) – PRIMER REPARTO
La Traviata triunfa en el Liceu, pero sólo en la taquilla
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 20 Octubre 2014.
Esta representación de La Traviata en Barcelona (supongo que hoy pasará lo mismo en el segundo reparto) pone en evidencia la situación actual del mundo de la ópera. Aparte de algunos poquísimos divos, no son los cantantes los que llevan al público a los teatros, sino los títulos. Nada tiene de extraño, por tanto, que las programaciones actuales estén llenas de títulos de gran repertorio y con repartos generalmente bastante mediocres. El caso de esta Traviata del Liceu de Barcelona es sumamente representativo. El teatro se ha llenado en todas las representaciones, mientras que el resultado artístico no ha pasado de la más pura mediocridad.
Tengo que decir que me resulta especialmente complicado escribir esta crítica, ya que mi localidad en proscenio de segundo piso no me permitía ver el escenario, salvo alargando el cuello, en cuyo caso conseguía ver aproximadamente la mitad del mismo. Por otro lado, la mencionada localidad tiene una acústica muy deficiente, perdiéndose casi las voces, salvo que se cante en corbata. No puedo hablar de resultado decepcionante, ya que para que haya decepción es necesario que haya grandes expectativas. Los ingredientes eran muy conocidos: una producción escénica bien rodada, puesto que lleva ya más de un lustro viéndose en otros teatros, un maestro que ha hecho del belcanto su especialidad y, finalmente, un reparto muy poco adecuado a las exigencias de la partitura.
La producción escénica ofrecida se debe al escocés David McVicar, uno de los directores de escena de mayor prestigio en los tiempos actuales. Esta producción se anuncia como coproducción de las óperas de Barcelona, Glasgow, Cardiff y Madrid (Teatro Real). Teniendo en cuenta que se estrenó hace ahora 6 años en la ciudad escocesa y que todavía no había llegado a España, me da la impresión de que Barcelona y Madrid se han unido a la coproducción hace poco y, seguramente, de la mano de Joan Matabosch, ya que no alcanzo a ver el interés que podía haber tenido Gerard Mortier en este trabajo. Tras su estreno en Glasgow se ha podido ver en Cardiff hasta en tres ocasiones en los últimos 5 años, habiendo viajado además en gira por Inglaterra. También se pudo ver en Ginebra hace 2 años, aunque la ciudad suiza no figure entre los coproductores, al menos en este momento.
La producción de David McVicar es totalmente tradicional, de lo que no parece sentirse muy orgulloso, ya que en el programa de mano insiste en que en esta ópera no puede haber lujos, ya que Violeta y sus amigas no son sino prostitutas. Me parece acertada su visión, pero poco reflejo tiene en escena, ya que asistimos a una Traviata como cualquier otra. Poco hay que señalar en esta producción como novedoso, aunque hay que reconocer que el buen gusto está siempre presente. El afán de evitar lujos hace que la producción busque achicar espacios, lo que dificulta mucho la visión desde los laterales del teatro. La escenografía y el atractivo vestuario se deben a Tanya McCallin, mientras que la correcta iluminación es obra de Jennifer Tipton. La coreografía de Andrew George resulta bastante ramplona.
La parte musical no pasó de la mediocridad. Evelino Pidó es un buen maestro, que ha hecho del belcantismo su caballo de batalla. No cabe duda de que es una batuta segura y de garantía para los cantantes, pero Verdi necesita más que eso. Su dirección me resultó controlada, plana y aburrida. La Orquesta Sinfónica del Gran Teatro del Liceu sigue también nadando en aguas mediocres, aunque haya sonado mejor que hace un mes en El Barbero de Sevilla. El Coro del Liceu ha sido siempre uno de los grandes puntales del teatro. En esta ocasión su labor me resultó un tanto decepcionante, aunque no descarto que mi ubicación en el teatro haya tenido que ver con dicha impresión.
Violeta fue interpretada por Patrizia Ciofi, cuyas características vocales distan bastante de lo que el personaje requiere vocalmente. Mucho se ha escrito sobre la necesidad de dos (y hasta de tres) sopranos para hacer justicia a la partitura. Patrizia Ciofi siempre ha sido una artista notable, pero vocalmente no ha pasado de ser una soprano lírico-ligera, lo cual no sirve adecuadamente sino para el primer acto, mientras que su centro queda corto para el segundo acto y sus graves son muy escasos. Así es muy difícil transmitir emociones, teniendo que recurrir a tapar sus insuficiencias vocales con sus habilidades escénicas. El primer acto es el que mejor le va, pero tampoco se encuentra muy cómoda, como lo demuestra el hecho de evitar el sobreagudo que cierra Sempre Libera. Su centro resulta insuficiente para el enfrentamiento con Germont en el segundo acto, mientras que su Amami, Alfredo parecía salir de cualquier sitio menos de las entrañas de su ser. Sus dotes de artista salieron a relucir en el último acto, que fue lo que mejor cantó, aunque para mi gusto hace falta una voz de otras características también para Addio del pasatto.
El tenor Charles Castronovo no pasó de la pura mediocridad en la parte de Alfredo. Timbre atractivo, engolamientos notables, escasa expresividad y sonidos abiertos. Incluyó la cabaletta del segundo acto, aunque tampoco se atrevió a intentar ir al DO que la cierra. Es cierto que es alternativo, pero el único interés que tiene esta cabaletta es precisamente poner a prueba al tenor. Para irse a la alternativa de abajo, mejor es cortarla, como se ha hecho durante tantos años.
Han pasado ya 10 años desde que vi por primera vez el Germont de Vladimir Stoyanov y han sido bastantes las ocasiones en que le he visto en el personaje en este tiempo. Nunca me ha parecido un barítono verdiano, para lo que le falta mayor amplitud y autoridad, mientras que su fraseo siempre ha sido más que notable. En esta ocasión le he encontrado más atenorado que en ocasiones anteriores, y, por tanto, menos adecuado a las exigencias del personaje. En positivo quedó su habitual y notable fraseo y en negativo su tradicional tendencia a que el sonido se quede atrás, especialmente en las notas altas.
Vladimir Stoyanov y Patrizia Ciofi
En los personajes secundarios hubo bastantes sombras y pocas luces. Cumplió bien Gemma Coma-Alabert en la parte de Flora. Voz atractiva y reducida la de Miren Urbieta como Annina. Iosu Yeregui ofreció una voz muy poco atractiva en la parte del Doctor Grenvil. Cumplió Jorge Rodríguez-Norton como Gastone. Toni Marsol fue un Barón Douphol desenvuelto y de voz poco atractiva. Marc Canturri cumplió como Marqués D’Obigny.
El Liceu colgó el cartel de No Hay Billetes. El público se mostró muy tibio durante la representación. Basta decir que el Brindis no fue aplaudido, como ocurrió también con el dúo de Violeta y Alfredo en el primer acto, lo que se repitió en el dúo Parigi, o cara. A escena abierta lo más aplaudido fue Addio del pasatto y no pasó de 15 segundos. Al final hubo más calor por parte del respetable, que aplaudió e incluso braveó a Ciofi y a Stoyanov.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 59 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 4 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 222 euros, costando la butaca de platea 155 euros. La localidad más cara con visibilidad costaba 32 euros. José M. Irurzun
LA TRAVIATA (G. VERDI) – SEGUNDO REPARTO
Violeta de escaso interés
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 21 Octubre 2014.
Estas notas corresponden al segundo reparto, que en esta ocasión no era puramente alternativo, ya que el precio de las localidades era más barato que en el reparto titular. Como ya adelantaba ayer, se ha repetido la historia, es decir éxito de taquilla y mediocridad artística.
En cuanto a la producción de David McVicar tengo que decir que por fin he conseguido verla entera, ya que mi localidad me permitía hacerlo. Por lo demás, sigue siendo un trabajo tradicional y con afán de achicar espacios, lo que hace que la escena se retranque, lo que dificulta mucho la visión de los espectadores situados en los laterales del teatro.
Sobre la dirección musical de Evelino Pidó tampoco añadiré nada a lo escrito el día anterior. Corrección y no mucho más. Habiendo estado ayer en una localidad en la que la acústica era notablemente mejor que la del día anterior, me reafirmo en mi impresión de que hubo falta de empaste en el Coro en algunas ocasiones.
En el reparto hemos vuelto a tener una Violeta totalmente alejada de las exigencias vocales del personaje. En esta ocasión era la soprano rumana Elena Mosuc, una de las mejores belcantistas de la actualidad, como lo ha demostrado la temporada pasada en nuestro país cantando Elvira de I Puritani, pero también la Gilda de Rigoletto, aunque no estemos en el puro belcanto en este caso, pero sí en un personaje muy acorde a sus características vocales.
Si Patrizia Ciofi no es adecuada para Violeta, lo mismo se puede decir de Elena Mosuc. No entiendo por qué una y otra se empeñan en cantar un personaje que está fuera de sus posibilidades vocales. La italiana se tapa con su habilidad escénica, lo que no es el caso de la rumana. Elena Mosuc se encuentra cómoda en el primer acto, a diferencia de lo que ocurre con su colega italiana, y no tuvo problemas para atacar el MI bemol, que la Ciofi evitó. En el segundo acto empiezan a surgir los problemas de adecuación, siendo evidente la falta de peso vocal de Elena Mosuc para el enfrentamiento con Germont, por no hablar del Amami, Alfredo. Lo más rechazable de su actuación vino en el último acto. Patrizia Ciofi intentó dar dramatismo a su actuación, mientras que Elena Mosuc ni lo intentó. Alguien tendría que decir a la rumana que en el último acto Violeta tiene que expresar su desesperación y de ahí el dramatismo de la escena. Addio del passato es un canto desesperado, como lo es el Gran Dio, morir si giovine. Pues bien, Elena Mosuc canta todo el último acto en plan no dramático, sino más bien elegíaco, como si fuera un sueño. Cantará bonito para algunos, pero está en las antípodas de lo que Violeta necesita.
Leonardo Capalbo y Elena Mosuc
Elena Mosuc es una excelente soprano en su repertorio. No consigo entender qué se le ha perdido en Violeta y mucho menos en Norma, que tuve ocasión de sufrir hace unos años. ¡Zapatero a tus zapatos!
El tenor americano Leonardo Capalbo fue un Alfredo un tanto irregular. La voz no está sobrada de calidad, aunque su canto es más natural que el de Charles Castronovo. Se desenvuelve bien en escena, pero no hay muchos más aspectos positivos a resaltar. Su afinación deja que desear. Como Castronovo, cantó la cabaletta del segundo acto, aunque con un solo verso, y se escapó del DO que debería siempre cerrarla. Ni este DO ni el SI de La donna è mobile están escritos, pero tan necesarios son el uno como el otro.
Lo más adecuado del reparto fue la presencia de Ángel Ódena como Germont. La voz de este barítono catalán es mucho más verdiana que la de Stoyanov, aunque éste sea muy superior en fraseo. Muchas veces he criticado el afán de Ódena por exhibir la anchura de su voz, cuando no es necesario. No tengo que hacerlo en esta ocasión. Seguramente, ha sido la interpretación vocal más matizada que le recuerdo. Por este camino puede tener mucho más recorrido que con solas exhibiciones de volumen.
Repitieron todos los personajes secundarios.
El Liceu volvió a colgar el cartel de No Hay Billetes y hasta se podía ver a las puertas del teatro gente con letreros buscando entradas. El público se mostró muy frío en el primer acto, donde no hubo un solo aplauso a escena abierta. Luego fue más cálido, dedicando ovaciones y bravos en los saludos finales a Elena Mocsuc y a Ángel Ódena.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 56 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 2 horas y 1minuto, es decir 3 minutos menos que el día anterior. Seis minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 199 euros, costando 139 euros la butaca de platea. La entrada más barata con visibilidad costaba 30 euros. Jose M. Irurzun
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