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Por Publicado el: 25/05/2014Categorías: Crítica

La Valquiria: Las voces rara vez faltan a la cita en el Liceu

 

Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 22Mayo 2014.

El Liceu sigue adelante con la tetralogía wagneriana, que diera comienzo la temporada pasada. La producción escénica elegida ha sido la procedente de la Ópera de Colonia, que lleva la firma de Robert Carsen, habiendo tenido su estreno en el año 2000.

Más de una vez me he referido a Robert Carsen en términos elogiosos, ya que le considero el director de escena más interesante del panorama actual, como lo ha demostrado en muchas ocasiones, siendo uno de los pocos que es capaz de conciliar la estética con la originalidad, sin por eso dejar de ser respetuoso con música y libreto. Por tanto, no es difícil de comprender que siempre espere mucho de sus trabajos escénicos.

DIE WALKÜRE. LICEU. 2014_page5_image1Escena

Pocos trabajos escénicos requieren tanto un hilo conductor – un concepto, si quieren – como el Anillo del Nibelungo. El año pasado, en Das Rheingold, Robert Carsen parecía ofrecer como hilo conductor la ecología y los egoísmos humanos que llevan a la destrucción del planeta. Las escenas del Rhin, convertido en un estercolero, lo ponían claramente de relieve. Sorprendentemente, en esta segunda entrega del Anillo el mencionado hilo conductor parece haberse roto y en su lugar no encuentro ninguna idea digna de ser destacada. Estamos ante una producción bastante tradicional, salvo el hecho de que la acción se desarrolla en tiempos modernos. Robert Carsen nos ofrece un mundo con bandos enfrentados, donde Hunding y sus huestes parecen formar parte de un ejército o de unas fuerzas armadas irregulares, desarrollándose el primer acto en el campamento de Hunding, donde la nieve cae al fondo, incluso cuando Siegmund y Sieglinde cantan la llegada de la Primavera. En el segundo acto estamos en una sala lujosa de lo que puede ser una Dictadura Militar en Cetroamérica, con Wotan como
Generalísimo, que sustituye la lanza por un bastón de mando y no lleva ningún parche en el ojo. El Anuncio de la Muerte de Siegmund tiene lugar nuevamente en un paisaje bélico, con un jeep destruido como único elemento escénico. El tercer acto se desarrolla en un campo lleno de cadáveres, que las valquirias van llevando al Walhala, quedando corto de espectacularidad el siempre esperado Fuego Mágico.

DIE WALKÜRE. LICEU. 2014_page5_image3Escena

La mencionada escenografía es obra de Patrick Kimmonth, así como el eficaz vestuario. Hay una notable labor de iluminación por parte de Manfred Voss. La dirección escénica no frece nada que no hayamos visto en tantas y tantas ocasiones. En resumen, es un trabajo escénico bastante tradicional, siempre respetuoso con música y libreto, en el que se echa en falta un concepto global. La cosa funciona, pero no es lo que uno siempre está esperando de Robert Carsen.

DIE WALKÜRE. LICEU. 2014_page5_image2Escena

La dirección musical es el aspecto más discutible de estas representaciones de Die Walküre. En el podio estaba el actual director musical del Liceu, Josep Pons, quien supongo que dirigía por primera vez esta ópera. Ya su lectura del Oro del Rhin me resultó poco interesante y algo parecido se puede decir en esta ocasión. Su labor me resultó bastante irregular. Lo peor fue el primer acto, en el que no hubo tensión ni emoción, sino pura rutina. Ha sido un primer acto simplemente aburrido. Las cosas mejoraron en la continuación, pero sin llegar a la emoción en esos dos momentos tan especiales, como son el Anuncio de la Muerte y el Adiós de Wotan. Desde mi localidad podía comprobar cómo Josep Pons estaba continuamente con la cabeza en la partitura y así es muy difícil transmitir emoción. Las lecturas que en este teatro nos han ofrecido maestros como Bertrand De Billy y Sebastián Weigle han sido mucho más interesantes que la suya. La Orquestra Sinfònica del Liceu ofreció un primer acto para olvidar, con una cuerda poco atractiva y un metal impresentable. También ellos mejoraron en el transcurso de la representación, pero mucho van a tener que trabajar Josep Pons y la orquesta, si quieren competir en la primera división de las orquestas de foso españolas. Hoy no están ahí.

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Albert Dohmen e Irene Theorin.

El reparto vocal fue el aspecto que mejor funcionó en la representación. Hay que reconocer que en este aspecto el Liceu sí está a la altura exigible a un gran teatro de ópera y hay que esperar que la marcha de Joan Matabosch a Madrid y las circunstancias económicas y políticas no hagan peder al Liceu el marchamo de calidad.

Brünnhilde fue interpretada por la soprano sueca Irene Theorin, cuya actuación me resultó más convincente que en la última ocasión que la escuche en el personaje. Vocalmente, la voz es adecuada y la encontré con menos dificultades en la parte alta que lo que yo esperaba. En los momentos más importantes de la ópera faltó más emoción por su parte, pero fue mucho menos monótona que lo que yo esperaba. Evidentemente, no es Nina Stemme, pero estamos ante una Brünnhilde muy solvente.

Albert Dohmen ha sido uno de los destacados intérpretes de Wotan en los últimos años, habiendo brillado especialmente en Valquiria más que en el Oro del Rhin. Su talón de Aquiles siempre ha estado en la parte alta de la tesitura, en la que su emisión siempre se ha quedado atrás, mientras que el centro y los graves han funcionado de manera más que satisfactoria. Su evolución en los últimos años le está llevando a asumir roles de bajo y a ir abandonando los de barítono. Efectivamente, sus notas altas están más comprometidas que antes, pero hay que reconocer que su expresividad como cantante le hace a uno olvidarse de esos aspectos y acabó ofreciendo las mayores dosis de emoción que hubo ayer en el Liceu.

DIE WALKÜRE. LICEU. 2014_page5_image5Klaus Florian Vogt y Anja Kampe

Klaus Florian Vogt es un tenor que será siempre objeto de discusión por los aficionados. Su blanquecina voz no le hace en principio muy adecuado para roles heroicos. En personajes como Lohengrin, Walther o Parsifal su timbre no es ideal, pero resulta adecuado. Siegmund, en cambio, es un personaje más heroico que los anteriores y hace falta un timbre menos blanquecino para interpretarlo. Es verdad que uno se acostumbra rápidamente a su timbre y pasa a primer plano la calidad de su interpretación vocal y escénica, ya que la misma es siempre irreprochable. Es el suyo un Siegmund juvenil, pero prefiero otro tipo de voz en el personaje.

La soprano alemana Anja Kampe fue una vez más una Sieglinde romántica, enamorada y viviendo el personaje con una gran intensidad. La voz mantiene la calidad de siempre en el centro, con el problema conocido de una cierta inestabilidad en el agudo, que no siempre tiene la firmeza y afinación deseables. En cualquier caso, sigue siendo una Sieglinde de todo respeto.
La mezzo soprano japonesa Mihoko Fujimura fue una adecuada Fricka tanto vocal como escénicamente, cantando con intensidad. Buena también la actuación de Eric Halfvarson como Hunding, una de las voces actuales más adecuadas para este personaje.

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Eric Halfvarson

El grupo de Valquirias lo hizo francamente bien, destacando poderosamente la voz de Daniela Köhler (Helmwige). En general funcionaron mejor la sopranos que las mezzo sopranos. El resto de Valquirias eran Sonja Mühleck (Gerhilde), Maribel Ortega (Ortlinde), Pilar Vázquez (Waltraute), Kismara Pessatti (Schwertleite), Kai Rüütel (Siegrune), Ana Tobella (Grimgerde) y Ana Häsler (Rossweisse).

El Liceu ofrecía una entrada de alrededor del 90 % del aforo. Hubo deserciones tras el segundo intermedio. El público se mostró muy cálido, dedicando ovaciones y bravos a todos los solistas, sin excepción. No hubo bravos para Josep Pons. El equipo creativo no saludó, al no ser la primera representación.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 4 horas y 37 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 y 43 minutos. Siete minutos de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 168 euros, mientras que la butaca de platea costaba 152 euros. La entrada más barata con visibilidad plena costaba 36 euros.

SEGUNDO REPARTO

Lo que va de ayer a hoy

Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 23 Mayo 2014.

Dos han sido los repartos programados para esta opera y difícilmente podemos hablar de primeros y segundos repartos, ya que ni la categoría de los cantantes lo permite ni tampoco los precios aplicados, que han sido idénticos. En todo caso podríamos hablar de primer y segundo reparto únicamente en orden cronológico. La verdad es que en los tiempos que corren, en los que las voces wagnerianas son más bien escasas, tiene mucho mérito haber podido contar con dos repartos de esta calidad.

Nada tengo que añadir a lo dicho el día anterior sobre la producción de Robert Carsen, de la que destaco la estupenda iluminación de Manfred Voss.

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Escena

En cambio, tengo que referirme con mayor detenimiento a la interpretación musical. Volvíamos a tener en el podio a Josep Pons y nadie puede esperar que en 24 horas las cosas cambien y, sin embargo, han cambiado bastante. Para empezar diré que el sonido de la Orquesta del Liceu fue mejor que el de la noche anterior. No sé si eso se debe a la casualidad, a que los músicos no eran los mismos o a que el gesto de Pons era más claro. De hecho, el sonido fue mejor, más compacto y equilibrado, sin tanto fallo como  el día anterior.

También tengo que constatar que la lectura de Josep Pons fue distinta y aquí me resulta más difícil entrar en las razones. Bastará una dato: la duración musical de la ópera ha sido casi 10 minutos más lenta – o, si quieren, menos apresurada -. Es la primera vez que veo a un maestro en la misma obra y en días seguidos ofrecer lecturas tan dispares. ¿Se lo ha repensado Josep Pons? ¿Será fruto de la casualidad? Lo cierto es que esta lectura está mucho más en línea con la última escuchada a Zubin Mehta en Valencia. Sea por unas razones u otras, lo cierto es que el primer acto tuvo mas tensión y vida que el día anterior y todos salimos ganando. Bueno será que Josep Pons analice lo ocurrido.

La soprano británica Catherine Foster fue la nueva Brünnhilde y su actuación fue plenamente convincente. Su instrumento no tiene el poderío del de su colega Irene Theorin, pero la voz resulta siempre atractiva y homogénea, sin que las notas altas le representen el más mínimo problema. Sus Hojotoho fueron espectaculares. Me resultó más expresiva que la sueca y tiene un toque de vulnerabilidad que siempre es de agradecer en este personaje.

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Catherine Foster y Frank Van Aken

El barítono americano Greer Grimsley fue un Wotan de voz adecuada, firme y bien proyectada. En este aspecto, me parece más importante que la de Albert Dohmen, pero el americano no alcanza la talla artística del alemán. El canto de Greer Grimsley resulta más bien monótono y lleno de sonidos abiertos. Hay poderío, pero falta emoción. Wotan es un personaje complejo y el americano no fue capaz de traducir esas distintas facetas de manera suficiente.

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Greer Grimsley

Si convincente fue Brünnhilde, no lo fue menos Sieglinde. La holandesa Eva Maria Westbroek se encuentra como pez en el agua en el personaje, no sólamente en escena, sino también en una tesitura central, que le va estupendamente. Su voz es atractiva, amplia y poderosa y la intérprete siempre está presente para transmitirnos emociones. Hemos tenido dos estupendas Sieglindes en Barcelona. En mi opinión, hoy Eva Maria Westbroek es un regalo en el personaje. Superior a la intensa Anja Kampe.

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Frank Van Aken y Eva Maria Westbroek

Como Siegmund estaba el también holandés Frank Van Aken y su actuación fue verdaderamente extraña. La voz es más adecuada para el personaje que la de Klaus Florian Vogt, pero su categoría artística es bastante inferior. En el canto de Van Aken hay bastantes dosis de fuerza. Lo extraño de su actuación vino de su estado físico y cómo evolucionó. Ya desde algo antes del monólogo de Siegmund en el primer acto se empezaron a notar suciedades en la emisión, siempre en la zona central, que dejaban claro que no estaba en buenas condiciones físicas, aunque no hubiera habido anuncio de indisposición. Estas suciedades fueron a más y el dúo de la llegada de la primavera lo resolvió como pudo. Creo que él sufría de manera alarmante, como lo hacía Sieglinde (su esposa en la vida real) y como lo estábamos haciendo los espectadores. Me preguntaba al final del primer acto cómo terminaría aquello y me venía a la cabeza el recuerdo del concierto de Leo Nucci hace unos días en la Zarzuela: ¿hay algún tenor en la sala? Lo cierto es que los males de Van Aken desaparecieron como por arte de magia tras el descanso y no hubo ni el más mínimo atisbo de indisposición en el segundo acto. Lo que si hubo es nuevamente canto de fuerza, pero la voz sonaba de nuevo limpia. ¿Qué tratamiento le dieron en camerinos? No lo sé, pero quizá era agua milagrosa de la Fuente de Canaletas.

Katerina Karneus fue la nueva Fricka y su actuación tuvo escaso relieve, tan poco como la importancia de su voz. Ante Jerkunica fue una sonoro y adecuado Hunding.

Entre las ocho valquirias volvió a impresionarme muy positivamente la voz de Daniela Köhler en Helmwige, una posible Brünnhilde dentro de poco.

El Liceu volvíó a ofrecer una ocupación de alrededor del 90 % de su aforo. El público se mostró muy cálido con los artistas, siendo las mayores ovaciones para Catherine
Foster, Eva Maria Westbroek y Greer Grimsley. Esta vez se escucharon bravos para Josep Pons y la orquesta.

La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 4 horas y 47 minutos, incluyendo dos intermedios. Duración musical de 3 horas y 52 minutos, es decir 9 minutos más que el día anterior. Como diría Mimí: il perché non so. Seis minuto de aplausos.

El precio de la localidad más cara era de 168 euros, mientras que la butaca de platea costaba 152 euros. La entrada más barata con visibilidad plena costaba 36 euros. José M. Irurzun

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