La voz humana: Nicola Beller Carbone tiene cobertura
La soprano presenta el día 19 en el madrileño Garaje Lola Espacio Creativo la obra de Jean Cocteau con música de Francis Poulenc, cuya puesta en escena también dirige, con Miquel Ortega al piano y la actriz Isabel Cámara
Los tiempos han cambiado y el teléfono hoy es un todo que no se descuelga. No hay interferencias ni es necesario pedir a una telefonista que nos eche una mano porque las líneas andan revueltas y se nos cuelan ajenos en la llamada. Nicola Beller Carbone (Mannheim, Alemania, 1964) lo sabe y por eso su montaje de La voz humana en Garaje Lola Espacio Creativo tiene puestos los pies en el siglo XXI. Ella, que da vida a Elle, es la protagonista, y al tiempo dirige escénicamente, está pendiente del director musical, Miquel Ortega, y de su piano, que situado en el centro de la escena es un actor más de esta obra, y del personaje de la ayudante, a quien da vida la actriz Isabel Cámara, la sastra, una mujer que ha estado cerca de la cantante que se prepara para salir a escena. Una confidente con quien ha podido tener en el pasado una relación amorosa. El triángulo está armado.
Tan cerca
Beller Carbone ya ha pisado las tablas de este garaje reconvertido en un taller artístico en que la función es tan cercana que casi, y sin casi, puedes sentir la respiración del artista, aunque ella prefiere los teatros grandes “porque tengo esa tercera pared. En un espacio más reducido, además de ser un reto actuar, resulta más complicado irte de tu lugar. La ventaja, sin duda, es esa cercanía casi táctil con el espectador”, explica. Define la función como “breve pero intensa”. Ya la ha representado en Santiago de Compostela con Juan Pérez Floriatán al piano y regía de Rafael Villalobos, que también llevó a Sevilla, y también ha estado a las órdenes de Paco Azorín en el Palacio Euskalduna de Bilbao.
“Mi propósito es quitar un poco de ese estado terminal que vive la protagonista en la que es su última llamada, de esa mujer con una dependencia emocional extrema que yo he querido desdramatizar. Aquí vamos a ver una relación que no funciona, pero esta conversación no va a ser la última, sino una llamada más de quien está a punto de empezar una función”, cuenta. Y dentro de esa trama un tanto asfixiante hay destellos de ironía, incluso momentos que pueden resultar divertidos por lo surreal que tiene “esta diva que se monta un número, que no es capaz de mantener una conversación racional o analítica”.
Trabajo de arquitecto
Hace tiempo, Emiliano Suárez, que es el alma mater de este centro de arte y que produce este espectáculo, le propuso interpretar La voz humana. Hablaron, buscaron fechas y Nicola pronunció un sí rotundo. “Es una obra que se presta por la temática a un espacio reducido y se puede hacer perfectamente, como aquí, en versión para piano. Y es lo que hemos hecho. Después de los días de ensayo me siento bastante satisfecha con el resultado, aunque me hubiera gustado que no fuera una única función”, se lamenta. Recitativos hay, pero la ópera es cantada, así que la soprano está en su papel mientras supervisa los de los demás. Y el resultado le gusta. Tanto como para querer repetir en el futuro de nuevo.
Parte, dice, de una idea conceptual, y suyo es también el vestuario. Ha incluido en esta versión al personaje de la ayudante. “Es como si fueras un arquitecto y vas montando la casa poco a poco. Primero esto, después aquello…, hasta que lo tienes todo armado. Una cosa es la idea con que tú llegas, el planteamiento que te haces, y otra es ver si eres capaz de transmitir todo eso que quieres en el escenario y conectar con el espectador”, señala. Ella, que es Elle, con la cabeza fría, se da al cien por cien en escena. Se desdobla y se rehace una y otra vez con el público a la mano. Solo tiene que extenderla para poder tocar al espectador. Y viceversa. Gema Pajares
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