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CONTRA TOS Y TELÉFONO
MUERTE Y ETERNIDAD
Por Publicado el: 19/04/2012Categorías: Crítica

Lang Lang, rey del efectismo

Ciclo Juventudes Musicales
Lang Lang, rey del efectismo
Obras de Beethoven. Lang Lang, piano. Orquesta de Cámara Andrés Segovia. Michael Francis, director.
Allá por febrero de 2005 nos sorprendió a todos, tocando Schumann, Mozart, Chopin, Rachmaninov y Liszt, un joven de apenas 23 años nacido en Shenyang. Dejó claro que iba a hacer carrera. La ha hecho tanto como para que su casa discográfica le describa como “el mejor pianista y el más mediático del momento”. Él, que no tiene un pelo de tonto, busca constantemente transmitir al oyente esa impresión. La duda es si él se lo creerá. ¡Qué lejos en el tiempo parecen quedar las imágenes de la concentración de Rubinstein o Richter frente al teclado! Lang Lang aprovecha cualquier momento de descanso de una mano para trazar con ella filigranas en el aire que, se supone, acompañan a la música escrita por Beethoven.
Juventudes Musicales lo trae a Madrid casi cada temporada, lo que permite ver su evolución. Esta vez nada menos que con tercer y quinto conciertos beethovenianos. Sin duda posee una seguridad pasmosa en las pulsaciones y un abanico dinámico de consideración, con pianos increíbles y fortes en los que aporrea el instrumento para obtener de él más sonido del que realmente tiene en sus dedos. Le gusta exagerar, recrearse y personalizar las partituras hasta el punto que, aunque haya trabajado con beethovenianos como Barenboim y Eschenbach, pierde el sentido del fraseo del de Bonn. Tanto detalle en cada árbol no deja ver el bosque completo. El efectismo aumenta cuando el solista quiere compensar con su propio arte la notoria falta de compenetración con la orquesta de cámara “Andrés Segovia”, con la que hubieran sido precisos más ensayos. El director británico Michael Francis optó por el acompañamiento de trazos gruesos.
Pero, todo hay que decirlo, el público acabó encantado y es de suponer que aún más Telefónica, empresa que lo ha tomado como embajador, introduciendo los cócteles postconcierto en el Auditorio Nacional mientras Lang Lang firmaba discos. Todo muy de nuestros días, con una espectacular “Campanella” de Liszt de propina, pero ¿qué fue del arte auténtico? Gonzalo Alonso

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