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Las críticas de "I due Foscari" en la prensa
Las críticas a "Moises y Aaron" en la prensa
Por Publicado el: 06/07/2016Categorías: Diálogos de besugos

Las críticas a “I Puritani” en los diarios

Una vez más la crítica discrepa respecto al juzgar una representación, comparen si no a Gonzalez Lapuente con Arturo Reverter. El primero parece horrorizado de la representación, mientras para el segundo -habitualmente muy exigente- casi todo son parabienes. Gustos para todo, pero Beckmesser pone las cosas en su sitio.

BECKMESSER, 12/07/2016

Cuando “I Puritani” tiene algo de circense

Bellini: «I puritani». Venera Gimadieva, Javier Camarena, Ludovic Tézier, Nicolas Testé, Annalisa Stroppa, Miklós Sebestyén, Antonio Lozano. Dirección musical: Evelino Pidò. Dirección de escena: Emilio Sagi. Escenografía: Daniel Bianco. Coproducción con el Teatro Municipal de Santiago de Chile. Teatro Real, Madrid. 11 de julio de 2016.

Mis comentarios a una de las representaciones de “I Puritani” en el Teatro Real serán muy concisos, entre otras cosas porque los detalles específicos ya los habrán leído con anterioridad en otras críticas publicadas. Sólo un preámbulo y cuatro reflexiones.

Preámbulo:

Quise expresamente ir a la representación del día 11 por ser la única en que coincidían Venera Gimadieva y Javier Camarena. Diana Damrau ex una famosa soprano pero no me interesaba como Elvira, porque pensaba que favorecería el aire circense de la partitura.

Primera reflexión:

La obra se eterniza algo, dando la impresión de números vocalmente circenses sucesivos. Varias son las causas. De entrada la apertura de algunos cortes habituales y la inclusión de varias repeticiones. Esto suele reducir la tensión dramática y este fenómeno se amplía cuando escena y foso no alimentan ésta.

Segunda reflexión:

¿Por qué el Real se mete en una nueva coproducción de un título que actualmente se programa poco por sus exigencias vocales en tenor y soprano? Chile, Madrid y luego… Es fácilmente transportable y su costo ha debido ser reducido, pero se hace difícil pensar en una reposición en el Real a medio plazo. No es obra para coproducir en estos momentos. La salida: un problemático alquiler o su venta posterior.

La puesta en escena resulta elegante pero no acaba de sacar el poco jugo teatral que suelen presentar las óperas belcantistas. ¿Por qué la luna en el último cuadro queda delante de los árboles del bosque? Elvira puede estar loca, pero los espectadores no. ¿Cómo cuadra el vestuario de los soldados con el traje de la reina Enriqueta?

puritani

Tercera reflexión:

El belcantsimo representa esencialmente sutileza y Evelino Pidó lo dirige con trazos gruesos, poco mimo y exceso de volumen, echándose en ocasiones sobre los cantantes. Ni orquesta ni coro están en sus mejores niveles.

Cuarta reflexión:

Admirable el trabajo vocal de Javier Camarena, a pesar de ser la segunda vez que aborda Arturo. La última vez que vi “Puritani” fue en 2004 en Las Palmas, debutando Flórez en el papel. No estuvo bien, él lo comprendió y no creo que lo haya vuelto a cantar. Camarena, con perdón, tiene poco que envidiar a Kraus en este problemático papel. Tiene los agudos –hizo bien en no subir al feo fa 4-, matiza, apiana, frasea… ¡Ay si tuviera un físico más taractivo! Venera Gimadieva cantó una excelente Traviata en Londres y convence como Elvira. Da totalmente el etéreo personaje, tanto vocal como escénicamente. Empezó algo fría pero se calentó al final del primer acto. Es musical y sabe cantar y llegar al espectador. Hace carrera. Ludovic Tezier lució su buena voz baritonal y su falta de acoplamiento estilístico al belcanto. Flojito el bajo Nicolás Testé y digno el resto del reparto.

En la representación del día 11 hubo muchos aplausos pero ¿cuánto de aquella emoción de antaño? Gonzalo Alonso

EL PAÍS, 6/07/2016

Una joya que se hacía esperar
La producción que se ha estrenado en Madrid ha sido un éxito clamoroso

La última ópera de Vincenzo Bellini ha sido asignatura pendiente para los teatros líricos en las últimas décadas. Las supuestas razones se relacionan con la dificultad de contar con un cuarteto vocal excepcional y, en modo menor, las acusaciones vertidas sobre un libreto altamente convencional. Lo primero está perfectamente justificado; los protagonistas y especialmente la pareja central, el tenor y la soprano, deben ser no solo grandísimos cantantes, tienen que tener además casi un aura de leyenda y ese magnetismo emanado por nombres como Callas, Di Stefano, Freni, Pavarotti, Caballé o Kraus, por citar a algunos de los que pusieron su firma en esta ópera. Lo segundo no se sostiene. Es cierto que el libreto de Carlo Pepoli tiene serios momentos de guardarropía, pero seguramente no más que varios de los títulos del bel canto o el primer Verdi. Eran moda en esos años treinta y cuarenta del siglo romántico los argumentos a lo Walter Scott, o extraídos del escritor escocés. Los Estuardo, los Tudor, la guerra civil inglesa (base de I puritani),y especialmente las heroínas que enloquecían.

En realidad, lo que hace de esta una ópera extraordinaria es la implicación de Bellini en convertir todo ello en pura música, y no solo en puro canto, como hacía ya primorosamente el compositor siciliano. Se dice que Bellini realizó aquí su mejor orquestación, fruto del compromiso que adquirió de realizar un producto del más alto nivel para triunfar en París. Pero es mucho más que eso, si la orquestación de I puritani es la mejor de Bellini, tampoco es lo mejor de la ópera, lo trascendental es el esfuerzo por convertir la sustancia orquestal en narración y lograrlo de manera tan asombrosa que marcaría la agenda de todo un Verdi para un par de décadas. Y es que Bellini no viviría para disfrutar de su éxito, al fallecer ocho meses después del estreno en el mismo 1835 en que se presentó.

Si la materia vocal de la pareja protagonista es sublime, me asombra más, por ejemplo, ese prodigioso dúo de voces graves, las de Riccardo y Giorgio, Suoni la tromba, e intrepido, que alcanzaría a resonar hasta el Don Carlo verdiano. Jorge Fernández Guerra

Los puritanos (int). TMS 2014. Foto Patricio Melo (69)

En cuanto a la producción que se ha estrenado en Madrid, digamos de entrada que ha sido un éxito clamoroso. Necesita el Real noches como esta, con la consagración de dos voces que el Teatro hace propias. Se esperaba algo así del tenor mexicano Javier Camarena, no en vano hace dos temporadas protagonizó el primer bis de tenor de la corta historia del nuevo Real. Y se deseaba que la soprano alemana Diana Damrau estuviera a la altura: desafío logrado. Sus papeles de Arturo y Elvira magnetizaron al público del estreno y los aplausos entre arias alargaron la representación más de quince minutos. Excelentes también Nicolas Testé (por cierto, marido de Damrau) y Ludovic Tezier. Pocos peros podría poner este crítico a esta consagración, el conjunto de sus actuaciones fue impecable rondando lo apoteósico. Sin duda estas producciones crean teatro y los aficionados del Real salieron convencidos de asistir a una noche mágica de ópera a la vieja manera.

Estuvieron a la altura, además, el coro y una orquesta, bien conducidos por Evelino Pidò, de la que merece sobresaliente el grupo de trompas, tan importantes para el color narrativo. En cuanto a la escena, Sagi y Bianco optaron por la elegancia y dejar a los cantantes en situación de comodidad. La apuesta por el blanco y negro vestía muy bien el tono lúgubre y adusto de esta historia de guerra civil y locura.

ABC, 05/07/2016

Del deseo consumado

I PURITANI 

…Vicenzo Bellini no tuvo duda en dejarlo por escrito mediante una fra­se que ha hecho historia: «La ópera ha de provocar el llanto, el sobrecogimien­to e incluso la muerte». Impresiona re­cordarla ante la representación de «I puritani», una partitura por la que lu­chó en el París de 1835.

Estos días «I puritani» visita el Tea­tro Real de Madrid…. Función irregular, difícil, que fue en ascenso desde la desastro­sa primera parte hasta el éxtasis del dúo final entre Arturo y Elvira, frente al cual, el público, que ya había inten­tado el aplauso, se entregó a una lar­ga e intensa ovación.

El reconocimiento era lógico porque Javier Camarena y Diana Damrau marcaron las diferencias frente a un reparto que hasta entonces había hecho poco por el éxito final. El propio Evelino Pidó, cuya propuesta musical no sobrepasó lo convencional, dio la sensación de aparecer en el foso con la malsana intención de hundir aquello que podía tener un cierto interés. El trazo grueso, evidentes desajustes en la concertación y algunas decisiones, musicales muy elementales ayudaron poco a Camarena cuando abordó su famoso «A te, o cara»…

En cuanto a la puesta en escena todo queda en un mensaje más ornamental que sustancial….

…Tampoco es probable que algún es­pectador sienta ahora la congoja del llanto ni se sobrecoja viendo esta pro­ducción que el teatro Real programa hasta el 24 de julio…. Alberto González Lapuente

EL MUNDO, 05/07/2016

EL “BELCANTISMO” EXISTE

I PURITANI

Autor: Vincenz Bellini./ Director musical: Evelino Pidó. / Director de escena: Emilio Sagi. / Director del Coro: Andrés Máspero. / Reparto: Javier Camarena, Nicolas Tersté, Ludovíc Tézier, Annalisa Stroppa y Diana Dámrau, entre otros. / Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real. / Escenario: Teatro Real. / Fecha: 4 de julio.

La historia parece escrita por una niña decimonónica aficionada a Walter Scott, un cuentecillo don­de los sentimientos se formulan en la literalidad de su convención (el amor frustrado lleva a la locu­ra y el malvado se empecina en su traición), frágil molde y quebradizo esqueleto obligado a soportar el peso de la música y las exigencias del canto.

Y en tal aparente contradicción entre la débil materia dramática el caudal sonoro radica el secreto y la fascinación de una obra difícil por la endiablada comple­jidad de su melodismo y la no menos ardua pirotecnia vocal.

Cuando la orquesta se entrega a una delectación que supera el acecho de la cursilería para dibu­jar el arrebato, y cuando los intér­pretes apechugan con sus filigra­nas sin temor a que se les confunda con acróbatas, una ópera de Bellini se convierte en un descubrimiento.

El compositor, representante con Gaetano Donizetti y Gioachi­no Rossini, del belcantismo, parecía organizar sus partituras en torno a la soprano, una mujer delicada e hipersensible a cuyo alrededor giraban y gravitaban to­dos los demás.

Diana Damrau es la intérprete ideal de Elvira; con su voz rica y plena se erige en el centro de una peculiar polifonía, donde el argu­mento cuenta poco, porque el drama se sitúa en una éstratosfe­ra puramente vocal y musical. Ella atrae y repele, absorbe y es­panta, tanto las efusiones y alarmas de un coro espléndido como los consejos y cuidados del tío que hace de padre, el bajo Sir Giorgio (un emocionado Nicolás Testé), y las reticencias del barí­tono Riccardo, que Ludovic Tézier trata como un antecedente de los personajes verdianos de la misma tesitura.

El tenor méxicano Javier Ca­marena, de agudo esplendoroso, aparece para proclamar su pasión sofocada; el dúo final entre éste y Damrau demostró que el belcantismo sigue vivo y diseñado para producir los viejos placeres que es capaz de proporcionar la forma operística (como demos­tró el entusiasmo del público an­te el tenor y la soprano abrazados).

El director de escena Emilio Sagi y su equipo han optado por un montaje sobrio, a base de una caja negra quebrada en ocasiones a media altura, con una presencia esporádica de lámparas modelo araña, que suben y bajan, se en­cienden y apagan, con un efecto simbólico. Tal vez la atmósfera onírica debería subrayarse con mayor decisión, aunque la escena cumplía su papel de albergar a una mujer que canta, y todos, in­térpretes y espectadores, se rinden ante ella. ALVARO DEL AMO MADRID

Puritani 3

LA RAZÓN, 05/07/2016

I Puritani: Canto por derecho

Bellini: «I puritani». Diana Damrau, Javier Camarena, Ludovic Tézier, Nicolas Testé, Annalisa Stroppa, Miklós Sebestyén, Antonio Lozano. Dirección musical: Evelino Pidò. Dirección de escena: Emilio Sagi. Escenografía: Daniel Bianco. Coproducción con el Teatro Municipal de Santiago de Chile. Teatro Real, Madrid. 4 de julio de 2016.

Accede de nuevo al Real, ahora en versión representada, esta ópera volcada sobre un acto de fe absoluta sobre la irracionalidad del «recitar cantando». En la línea de las estructuras monteverdianas, en las que la melodía, cuajada de aladas volutas, era expresión de la emoción más íntima, sincera y natural. En Bellini esa emoción nace de la tersura de la línea, de la elegancia del trazo, de la belleza y armonía del dibujo, del calor del acento y de las inflexiones. Largas y hermosas cantilenas que se engarzan sin fin en un tejido de sencilla armonía, en la que todo está dispuesto para que ese latido, ese fluido maravilloso, llegue, por el camino más directo, sin práctica elaboración, al fondo del «core».

Diana Damrau es una lírico-ligera de voz clara, argentina, vibrátil, corpórea para poblar con cierta suficiencia una exigente zona grave, para revestir el centro de amplitud y para saltar al agudo y sobreagudo con descaro, afinación y soltura, con algún re o mi sobregudo un tanto forzado. Frasea, trina con sutileza y maneja bien los reguladores. Supo recogerse íntimamente en la escena cenital de la locura, «Qui la voce sia soave». Camarena se nos ofrece como un Arturo seguro, de buen control respiratorio, hábil en la «sfumatura». A la voz, la de un lírico-ligero, agradable, bien esmaltada, le falta quizá un poco de carne. Pero es extensa y a veces cálida. Acometió de manera fulgurante su do sostenido sobreagudo en un bien expuesto «A te, o cara», bordó, con Damrau, «Vieni fra queste braccia» y estuvo valentísimo en «Ella è tremante». Naturalmente, no se fue al fa 4, pero atacó con presteza los re naturales. Justo éxito el de ambos.

Tézier es un barítono de buena pasta, con agudos en su sitio, de canto algo mortecino y adecuada línea, pero poco refinado en el papel tan idiota de Riccardo. Testé, bajo lírico de escaso volumen, defendió con poco brillo su parte de Giorgio. Discreta la Stroppa como reina Enriqueta y aprobado raspado para el ligero tenor Lozano como Bruno Robertson. Coro recio, sonoro, no siempre del todo templado y orquesta maleable y sólida, con excelentes trompas.

Nos gustó el planteamiento musical de Pidò, variado, cuidadoso en las respiraciones y recitativos, que supo atemperar y rubatear con inteligencia. Empleó la edición crítica de Della Seta, que recupera muchos cortes, aunque no todos.Sagi ha ideado una puesta en escena oscura, en la que el cristal tiene mucha presencia –¿símbolo de la fragilidad de la mente de Elvira?–: paredes, decenas de lámparas que suben y bajan y que marcan sin duda la demencia. El suelo es de arena. La escena de la locura estuvo a nuestro juicio en exceso recargada. Como los gestos de Elvira, que el regista exagera a propósito. El coro permanece casi siempre estático, como en un oratorio. Arturo Reverter

puritani tr4

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