Las diversas críticas a “Manon” en el Liceo
Lean como algunos se ponen más o menos de acurdo y otros no.
La Razón
Cuando el triunfo está en el foso
Víctor Pablo Pérez realiza su mejor trabajo como director en esta «Manon» del Liceo
Desay y Villazón encabenzaban un reparto a la altura de un gran teatro internacional Gonzalo ALONSO
«Manon»
De Massenet. Intérpretes:NatalieDesay, Rolando Villazón, Samuel Ramey, Manuel Lanza, Francisco Vas, D. Henry. D. McNair. Dirección escénica: V. P. Pérez. Dirección musical: Orquesta y Coros del Gran Teatro del Liceo. Barcelona.
El Liceo ha programado dos obras de Massenet con escasos días de diferencia y repartos que, vistos en los cartelones de la calle, producen admiración y también envidia: Villazón, Desay, Ramey, Hampson, Fleming, Bros, etc. Eso es un teatro de primera fila internacional aunque, me anticipo al anuncio oficial: Hampson probablemente cancele.
«Manon» es una de las dos óperas de Massenet que nunca ha desaparecido del repertorio. Comparte con «Werther» un mismo periodo de composición y una misma época de ambientación, sin embargo sus atmósferas son bien distintas. Juega en su contra una duración más amplia, que la perjudica cuando en el foso no hay una batuta en condiciones. Afortunadamente la hubo en el Liceo.
Víctor Pablo realizó una labor magnífica en todos los sentidos, uno de sus mejores trabajos líricos. Vivacidad, matiz y buen sonido de orquesta y coro fueron conseguidos plenamente. Fue ovacionado, pero si se llamase Viktor Peretti lo hubiera sido mucho más. Ya me entienden.
Recuerdo de Aragall
Se anunció que Natalie Desay padecía una laringitis, pero nadie lo notó. Estamos ante una artista completa y muy musical, que borda el papel escénico y vocalmente desde su cuerda de ligera, un poco a lo Bidu Sayao. No tan en estilo estuvo Rolando Villazón, en lo que ha sido la representación más floja que le he escuchado. Hay algo en su forma de cantar «Des Grieux» que no acaba de convencer, como las frases mal colocadas. En cualquier caso no se justifican el par de abucheos entre los vítores. La voz es pequeña, lejos del caudal de un Aragall y los recursos técnicos no comparables a los de un Kraus, pero en un mundo de medianías ha sabido encontrar un buen término medio, que ya es bastante. Ambos intérpretes funcionan como pareja -vibrantes sus dúos- y se disfruta con ellos, aunque en el recuerdo queden imborrables los de Pilou-Aragall o Cotrubas-Kraus, por no citar a la pareja Sayao-Di Stefano.
Samuel Ramey aporta la clase de los tiempos antiguos desde su autoritaria salida a escena. Aún convence el poder de la voz, a pesar de los trémolos. Manuel Lanza, Francisco Vas y Didier Henry, así como los comprimarios, completan un reparto de calidad. No perderé el tiempo extendiendome sobre la escena, porque la actualización de la producción de la «English Nactional Opera» no lo merece. Su conservadurismo y falta de interés suponen una excepción en los habitualmente avanzados planteamientos escénicos de Liceo. Disfrutarán mucho si acuden sin pedir peras al olmo.
ABC
«Manon»
Música: J. Massenet _ O. S. del Liceo _ Dir.: V. P. Pérez _ Dir. esc.: D. MacVicar _ Escenografía y vestuario: T. McCallin_ Lugar: Liceo, Barcelona _ Fecha: 21-06.
PABLO MELÉNDEZ-HADDAD
Un interesantísimo ejercicio teatral de marcada decadencia dieciochesca y muy bien dirigida por David McVicar -especialmente en la dirección de actores-, llevó de la mano esta «Manon» que puso al público del Liceo en pie gracias a que el tremendo esfuerzo que significó este descomunal montaje, cargado de nostalgia y detallismo historicista, consiguió plenamente sus objetivos. La opción -crítica y contestataria- del director de escena escocés cae como un jarro de agua fría en los burgueses y alcanza cotas de perfección en las actuaciones no sólo de casi todos sus protagonistas, sino también de los miembros del coro, de los muchos figurantes y de esos inquietantes y omnipresentes bailarines que van describiendo con sorna la caída en picado hacia los infiernos de esta Manon tan frágil y delicada como ambiciosa e interesada, dibujada con olfato teatral por una Natalie Dessay impecable: su actuación llega al alma por naturalidad, oficio y gestualidad. Su entrega vocal, y a pesar de estar anunciada enferma, conquistó por su técnica y por su generosa entrega.
Esta última fue la característica más sobresaliente del gran tenor que es Rolando Villazón. El cantante mexicano, que como Dessay vive un auténtico idilio con los liceístas, nuevamente lo dio todo en escena, superando más de algún escollo con una capacidad dramática que lo hace único. Esta pareja de oro de la nueva generación de intérpretes operísticos estuvo secundada por Manuel Lanza en el papel de su vida, grande como actor y como cantante; Francisco Vas, admirable en todas sus facetas y cometidos; un Didier Henry, todo fraseo y expresividad; Marisa Martins, que hizo suyo el personaje; Samuel Ramey que es todo experiencia y autoridad… Cabezas de un reparto redondo que supo hacer gran teatro musical.
Víctor Pablo Pérez debutaba en el podio liceísta. Su versión le saca punta al melodismo sinfónico de la partitura de Massenet, aunque en su lectura no permitió a los cantantes volar por el fraseo exquisito de esta ópera francesa. Aún así la emoción inundó el Liceo
EL PAÍS
Hay óperas que sólo sobreviven al paso del tiempo porque los divos siempre han deseado cantarlas. Manon, de Jules Massenet, es una de ellas. La reputación de su autor -ya saben, músico de encanto melódico, refinado y elegante, muy propenso al desahogo lacrimógeno- ha ido conociendo altos y bajos en su cotización en el mercado lírico, pero Manon se sigue representando sin cesar desde su estreno, en 1884, en la Opéra Comique de París. La clave de tan perdurable éxito está en las grandes oportunidades de lucimiento que brinda a la pareja protagonista. Y el Liceo, que cierra con esta obra su ciclo consagrado al personaje creado por el abbé Prévost, se ha asegurado el éxito contratando los servicios de dos divos de moda: la soprano francesa Natalie Dessay y el tenor mexicano Rolando Villazón.
Verlos en acción tiene, además, un extraño aliciente: son como la noche y el día en técnica, temperamento y expresión teatral, pero, curiosamente, funcionan bien: hasta saltaron chispas en su electrizante dúo en Saint-Sulpice. Dessay ahonda hasta la obsesión en la psicología del personaje, domina el estilo, lo controla todo y busca la perfección en mil matices vocales, a los que le añade la naturalidad que proporciona cantar en su lengua materna, lo que en Massenet es un valor añadido. Villazón es un ciclón, puro ardor y pasión, y, aunque pasa de puntillas sobre cuestiones de estilo y su dicción francesa es, digámoslo así, exótica, se mete al público en el bolsillo derrochando efusividad, calidez y generosidad vocal. Cada día se parece más a su ídolo, Plácido Domingo, lo que no es reproche, sino elogio.
Ellos disparan la emoción del espectáculo -Dessay actuó encima aquejada de faringitis-, aunque no son los únicos alicientes de la velada. No se pierdan, por ejemplo, el inspirado trabajo de Víctor Pablo Pérez en su tardío debut liceísta. Dirige con la elegancia, el colorido y la brillantez que requiere Massenet, pero añadiéndole un punto de ardor latino que no le sienta nada mal. Bajo su mando, la orquesta y el coro rindieron a muy alto nivel. Para nota, también, la actuación del veterano bajo Samuel Ramey, que dio vida al conde Des Grieux con gran empaque y nobleza vocal.
Buen nivel en el resto de un amplio y solvente reparto en el que destacan dos voces españolas -el barítono Manuel Lanza, Lescaut pícaro, descarado y rotundo, y el tenor Francisco Vas, histriónico y siniestro Guillot- y el barítono francés Didier Henry, impecable Brétigny.
La propuesta escénica de David McVicar -otro debut- fue concebida para la londinense English National Opera, y tiene sus hallazgos: bailarines y cantantes del coro, con vestuario de época, son utilizados como voyeurs que espían la relación de Manon y Des Grieux en un espacio único, delimitado por las gradas de un anfiteatro: teatro dentro del teatro, para variar.
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