Las gracietas de Mortier
Una universidad trajo a Dominique Perrault para charlas con Mortier sobre arquitectura y ópera a raíz del San Francisco de Asis en la sala Gayarre a 3/4 partes y casi nadie de la música. Tellez se dedicó a alabar a ambos. Habló Mortier hora y cuarto y media hora el arquitecto. Cada cual para contar lo buenos que son sus proyectos, pero quedó claro el error de bulto de nuestro genio: para montar la cúpula de esa ópera hay que colgarla del techo, con lo que éste no se podía abrir y si no se abría no había ventilación, porque Perrault no lo diseñó con aire acondicionado. Mortier no se había enterado.
Claro que él se dedica a su postura de enfant terrible. Ahora resulta que no le gusta el Teatro Real. No le gusta la planta, que le parece un sarcófago muy típico de Felipe II y la leyenda negra. No le gusta que exista un pasillo central en el patio de butacas, obligado por bomberos. No le gusta que se entre por la plaza de Oriente y quisiera que fuese por donde el pueblo, por Ópera, y no por donde los Reyes. Ya ven, la demagogia y la gracieta habitual. Nos recuerda al falso doctor de “Elixir d’amore”. El papel del charlatán Dulcamara le iría como anillo al dedo.
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