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Por Publicado el: 18/12/2020Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Las memorias de un conseguidor

Las memorias de un conseguidor

Confieso que tenía mucho interés por leer el libro de Gregorio Marañón Bertrán de Lis de título “Memorias de luz y niebla”. Le conozco hace muchos años, con sus virtudes y sus defectos. A lo largo del tiempo ha mantenido con él amistad a pesar de habernos encontrado a veces en bandos opuestos. Es más, aunque él no lo sepa, mi padre tuvo negocios con el suyo a través de una farmacéutica. Tras leer el libro he encontrado bastantes coincidencias personales con Gregorio, empezando por una declaración suya de intenciones a los 19 años “Quiero un porvenir en el que vayan juntas, pero separadas, como en paralelo, mi vida social y mi vida privada. Formar parte de una generación que deje huella firme de su paso e influir en mi generación. Triunfar en un trabajo que me guste, aunque sea difícil y requiera mucho esfuerzo…”. Casi a la misma edad fijaba yo mis metas en “ser libre, no depender de nadie, tener mis propias empresas y amigos en los que confiar”.

Dado que nos hemos tratado y peleado mucho en el Teatro Real desde su primer patronato, era lógico buscarme en su índice onomástico. No puedo quejarme pues escribe que somos amigos, que ha aprendido mucho conmigo de ópera y cuenta la visita que le hice a su cigarral, llevando en mi coche a  Pilar Izaguirre y Carlos Kleiber con su pareja, así como alguna anécdota al regreso que podría ampliarse abundantemente. También la carta de Jesús López Cobos en la que presentaba su dimisión si no me reprendía el patronato por un duro artículo mío. Es cierto, a pesar que fui yo quien llevó a López Cobos al Real y es cierto lo que, nada positivo, cuenta de él. Lástima que no le diese tiempo, como si lo tuve yo, para la reconciliación.

Memorias-Gregorio-Maranon

Escribe de innumerables amigos, también de desencuentros con algunos, como Luis Gamir o Alberto Corazón. Lo normal, porque es muy difícil llegar a la media docena de verdaderos amigos. Lo que narra del Teatro Real es cierto en su gran mayoría, pero ya se sabe que las memorias en vida no pueden contar todo y hay que callar muchas cosas. Así él calla cómo fueron exactamente contratación y cese de Elena Salgado y no todo sobre la salida del Lissner del teatro o los intentos de vuelta. Tampoco el desastre económico que supuso la discutible pero internacionalmente llamativa gestión artística de Mortier, razón por la que no dudé en presentar mi dimisión del patronato. Tras leer en las memorias los últimos meses de la relación Marañón-Mortier y, sabiendo las circunstancias del teatro, comprendo perfectamente su sinceridad al confesarme, tiempo después y por duro que resultase, que la desaparición de Mortier fue positiva para el Real.

Sabía perfectamente de sus virtudes para muñir acuerdos y negocios. Él no elude, sino todo lo contrario, mencionar por extenso uno de los factores fundamentales que juegan en su favor para ello: sus antepasados y las relaciones personales que estos le han proporcionado. Sin embargo me ha admirado la enorme cantidad de sucesos en los que su intervención ha sido fundamental, desde la creación de UCD a la de Prisa, pasando por el Banco de Urquijo, Argentaria, Polygram, la Real Fábrica de Tapices, La Real Fundación de Toledo, el Teatro la Abadía, la Fundación José Ortega y Gasset, la exhumación de los restos de Franco desde el Patrimonio Nacional… Es una relación innumerable de la que salen trasquilados algunos personajes, como Francisco González o Gómez Liaño;  ensalzados muchos, como nuestro común amigo Jesús Polanco y, entre luces y sombras otros, como Juan Luis Cebrián. Sorprenden algunas ausencias, como la de Francisco Pérez González y sus razones habrá para ello. Y, sobre todo ello, admira cómo ha tenido la voluntad de ir anotando todos los detalles de cada paso que daba en la vida.

Un libro que retrata una época, una forma de hacerse las cosas en España, pero escrito a las tres cuartas partes de una fructífera senda, por lo que, conociendo a Gregorio, va a requerir de una segunda parte. Gonzalo Alonso  

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