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DE LA JUVENIL MADUREZ
EL “PELIGRO AMARILLO”
Por Publicado el: 08/08/2008Categorías: Crítica

LAS OLIMPÍADAS EMPIEZAN EN SANTANDER

LAS OLIMPÍADAS EMPIEZAN EN SANTANDER

16 Concurso Internacional de Piano de Santander / 57 Festival Internacional de Santander
Obras de Brahms y Tchaikovsky. Diversos solistas Orquesta Filarmónica de Dresde. Director: Rafael Frühbeck de Burgos. Palacio de Festivales de Cantabria, 6 y 7 de agosto de 2008.
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Había quien lo daba por hecho, y acertó: “Ganará el de la República Popular China: los Juegos empiezan en Beijing el día 8, el vicepresidente del jurado es el director del Conservatorio de Shanghai…” Pues, por fas o por nefas, entiéndase méritos musicales, Jue Wang se llevó el gato al agua, o sea, el Primer Premio del Concurso Internacional de Piano de Santander “Paloma O´Shea”. Para los que vieron las pruebas desde el primer día, 25 de julio, Wang había sido la regularidad personificada; para quienes sólo siguieron el certamen desde las semifinales, el músico chino había sido aburrido en Mozart y poco expresivo en el “Concierto número 1” de Tchaikovsky. Pero el jurado llevaba doce días siguiendo sus diversas actuaciones y poseía un conocimiento del tema que otros no tenían.
Even Yu, el concursante chino/canadiense, se llevó al público de calle desde las primeras pruebas, y de hecho la audiencia lo premió precisamente con eso, el “Premio del Público”: pequeñito, carita de niño buenísimo (pero con un brillo de picardía en la mirada), siempre ajustando la banqueta del piano que los demás participantes le dejaban demasiado baja, Yu brilló en el “Concierto 20” de Mozart, para el que eligió las cadencias de Beethoven, y aguantó el tipo en esa montaña interpretativa que es el “Primer Concierto, Op. 15” de Brahms. Cotaro Fukuma, el japonés, también se las midió con el “Op. 15”: quiso decir mucho, con gestos a veces desmelenados, pero la formidable partitura de ese Brahms juvenil vestido de apisonadora pide mucho, muchísimo, a solista y director, y el artista nipón se quedó a veces en el “quiero y no puedo”.
En el último aspecto reseñado, el de la dirección, no hubo fisuras: para los tres concursantes, la labor de Rafael Frühbeck, desde hace lustros uno de los grandes y más atentos maestros acompañantes, fue un lujo y un valor añadido. La excelente, gloriosamente vetusta, Filarmónica de Dresde se traía la lección bien ensayada y aprendida, y las partes orquestales de Tchaikovsky y, sobre todo, Brahms, constituyeron un despliegue de magisterio.
Una advertencia importante: se quedó, Dios (y el jurado) sabrá por qué, en el camino de las semifinales, pero no olviden el nombre del ruso Andrey Yaroshinsky; dará mucho que hablar en el futuro, a lo mejor más que otros que en Santander le han dejado atrás. José Luis Pérez de Arteaga

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