Crítica: Le Concert d’Astrée con Emmanuelle Haïm, para todos los públicos
Para todos los públicos.
Obras de Haendel y Bach. Le Concert d’Astrée. Dirección: Emmanuelle Haïm. Ibermúsica. Auditorio Nacional. Madrid, 12 de diciembre de 2024.
He aquí un concierto apto para todos los públicos, fácil de disfrutar, por la música elegida y por su interpretación. Es lo que ha presentado Ibermúsica en su última propuesta. Emmanuelle Haïm y su grupo Le Concert d’Astrée no son figuras muy conocidas del gran público, aunque sí de los aficionados al barroco, y por ello el Auditorio Nacional no registró el lleno de otras ocasiones, pero los que asistieron se lo pasaron realmente bien, que es lo que se pretendía.
Haïm, clavecinista pasada a la dirección como otros muchos historicistas, decidió en el año 2000 no sólo eso, sino también crear conjunto propio. La treintena de músicos de Le Concert d’Astrée poseen cualidades indudables, como la especial calidad de sus maderas o el empaste de la cuerda. Sin embargo los vientos de metal presentaron algunos problemas típicos de los instrumentos originales, como es la dificultad de afinación. Ello fue especialmente notable en el inicio de la primera pieza la suite en re, HMV 349 de la “Música acuática” de Haendel, para irse asentando hasta brillar en la pieza final, la “Música para los reales fuegos artificiales HMV 351” incluso en la difícil intervención de las trompas. En medio la “Suite en fa mayor HWV 348” del mismo compositor.
La directora francesa aportó a sus lecturas frescura, claridad, energía y pasión, casi con una vitalidad que, si no desbordante, sí que enganchaba con la audiencia. Su Haendel tuvo unos aires que unieron a su espíritu original el de la procedencia de Haïn y en lo que quizá fuese lo mejor de la tarde, la “Suite orquestal n.3 en re mayor BWV 1068”, supo transmitir el aire algo italianizante de su parte más famosa, el Aria, en la que justamente brilló el clavecinista. Redondeó con un par de propinas de su propio país, ese Rameau del cual es destacada especialista. Una delicia de concierto. Gonzalo Alonso
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