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Amigos de la Ópera II
Amigos de la ópera I
Por Publicado el: 22/02/2007Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Lecciones a aprender

Lecciones a aprender
El gran triunfo que la semana pasada alcanzaron en el Real “Cavalleria rusticana” y “Pagliacci” no debería quedar simplemente como un momento cumbre en la historia reciente del teatro, sino que habría de llevar a sacar algunas conclusiones y ponerlas en práctica en Madrid y Barcelona.
La primera de ellas es que el “gran repertorio” no puede ser olvidado en una gran ciudad por muy difícil que hoy sea su presentación o por poco aficionado a él que sea la dirección de un teatro. Cierto es que resulta tarea ardua encontrar cantantes para un Verdi o un Puccini, pero no lo es menos que para eso se paga a quienes se paga lo que se les paga. Porque se les supone al tanto del mercado. Y, al fin y al cabo, no han salido mal “Traviata”, “Rigoletto”, “Otello”, “Turandot” o las dos veristas citadas. Hay que abrir el repertorio sin descuidar sus bases, porque el público lo anhel, como lo demuestra el hecho de que se vendiesen todas las entradas para todas las representaciones en el primer día de venta. ¿A qué no pasó eso con “Wozzeck” o con “El amor de las tres naranjas”. Sí, hay que dar de todo… pero en sus justas proporciones. De esta pareja verista se podrían haber programado al menos dieciséis funciones.
La segunda parece más sencilla, pero no debe serlo cuando no ha habido quien la aprenda. Señores, que no, que un segundo reparto no es lo mismo que un primero y, por tanto, sus entradas no pueden costar lo mismo. Los teatros con tal problemática lo han solucionado hace años poniendo distintos precios según los artistas. Se hacía así en la Zarzuela. En el Real hasta se ha recurrido al argumento demagógico de “se ofenderían los cantantes del segundo reparto”, pero ¿es que acaso tienen el mismo caché unos que otros? No es lo mismo un “Parsifal” con Domingo, Meier y Salminen que con otro trío y eso ha sucedido en Madrid y se repite ahora en las dos obras veristas. Y no vale meter algún título con mejores segundos que primeros, porque sería ir contra los derechos del público de los estrenos, que paga casi el doble que el del resto de funciones. Matrices de precios aunque suponga un cierto quebradero de cabeza para programación y administración.
Y brevemente una tercera: más atención en los encargos. Basta ya de absurdos escénicos de falsos e incapacitados innovadores. Gente que conozca las obras, las respete y posea imaginación, inteligencia y oficio. Todavía quedan.
Gonzalo ALONSO

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