Obituario: Leon Fleisher, el pianista de la “nueve vidas”
Obituario: Leon Fleisher, el pianista de la “nueve vidas”
Tenía 92 años y casi todos los forofos del piano nos habíamos casi acostumbrados a que nunca moriría. Después de haber pasado mil y una calamidades sanitarias, que le obligaron incluso a retirarse de los escenarios y redirigir su carrera de virtuoso hacía el repertorio para la mano izquierda, el coloso del piano Leon Fleisher ha fallecido el pasado domingo en Baltimore. Había nacido en 1928 en San Francisco, y pronto se convirtió en uno de los grandes del teclado del siglo XX. Sus memorias, tituladas nada gratuitamente Mis nueve vidas, testimonian la trayectoria vital de quien fue y es uno de los más honorables, profundos y bondadosos virtuosos del piano. También trazan la personalidad de uno de los grandes maestros del siglo XX. Enseñó a infinidad de célebres alumnos en sus codiciadas aulas del Peabody Institute de Baltimore y en el Curtis Institute de Filadelfia. Adorado por los mejores melómanos y por sus ilustres discípulos, sus raíces arraigan en la mejor tradición. Fue alumno del legendario Arthur Schnabel y, posteriormente, de su última discípula, Maria Curcio.
Era, como su maestro Schnabel, un humanista que tocaba el piano. De ahí la hondura fascinante de sus interpretaciones, que rezuman siempre verdad y autenticidad. Desde los primeros momentos de su carrera, cuando con 16 años debutó con la Filarmónica de Nueva York dirigida por Pierre Monteux, dejó claro su condición única. El viejo Monteux, deslumbrado por la hondura artística y fuste pianístico del joven solista, no dudó ya entonces en definirlo como “el hallazgo pianístico del siglo”. Gran beethoveniano y brahmsiano, su repertorio fue tan ecléctico y rico como sus horizontes artísticos. Toco casi todo y casi todo siempre de modo excepcional.
Pronto -en 1952- ganó la Medalla de Oro en el Concurso Reine Élisabeth de Bruselas. Se hizo célebre como intérprete de Beethoven y de Brahms, especialmente después de grabar los conciertos para piano de ambos compositores con György Szell y la Orquesta de Cleveland. En los años sesenta su mano derecha quedó paralizada a causa de una distonía focal. Lejos de interrumpir su carrera, se volcó en el repertorio existente para la mano izquierda (Britten, Prokófiev, Ravel, Skriabin, Strauss…), y algunos compositores próximos escribieron obras expresamente para él, como William Bolcom, quien le dedicó su Concierto para dos pianos y orquesta “Left Hand”, que estrenó junto a su amigo y colega Gary Graffman en abril de 1996, en Baltimore. En 2004, protagonizó el estreno mundial de la Klaviermusik mit Orchester, opus 29, de Hindemith con la Filarmónica de Berlín. La obra había sido escrita en 1923, para Paul Wittgenstein, a quien no le agradó y se negó a tocarla. Tampoco la podía interpretar ningún otro pianista, dado que los derechos de la partitura los tenía el manco Wittgenstein. El manuscrito acabó perdiéndose, hasta que fue localizado en 2002.
Su discapacidad hizo que Fleisher emprendiera también una activa labor como maestro de piano, no solo en el Peabody Conservatory of Music y en el Curtis Institute, sino también en el Royal Conservatory of Music de Toronto y en cursos que impartía con dedicación y vocación verdaderamente socráticas. Entre sus muchísimos alumnos, destacan nombres como Yefim Bronfman, el uruguayo Enrique Graf, Hélène Grimaud, Hao Huang, Kevin Kenner, Louis Lortie, André Watts, Jonathan Biss y el español Claudio Martínez Mehner .
En 2003, y tras casi tres décadas tocando solo con la mano izquierda, comenzó a interpretar de nuevo con ambas manos. Fue en el Carnegie Hall y su reaparición fue un éxito que aún recuerdan bien cuantos pudieron asistir al acontecimiento. En su libro Mis nueve vidas –escrito con la ayuda de la crítico musical Anne Midgette- habla abiertamente de la depresión que sufrió cuando su estado empeoró, y que fue “mi amor puro a la música” lo que le salvó de la autodestrucción. Con su muerte, desaparece uno de los últimos y más valiosos maestros de la gran tradición pianística del siglo XX, que aún será eternamente recordado y disfrutado por su en todos los sentidos enorme legado discográfico. Justo Romero
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