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La noche “friki”
Una “Doña Franscisquita” desinfectada
Por Publicado el: 14/02/2010Categorías: Crítica

L’isola disabitata en Bilbao

L’isola disabitata. Ópera de salón de Manuel García (1831) sobre texto de Pietro Metastasio. Solistas: Carmen Romeu, Marifé Nogales, Jesús Álvarez y César San Martín. Dirección escénica: Emilio Sagi. Vestuario: Pepa Ojanguren. Iluminación: Albert Faura. Escenografía: Daniel Bianco. Dirección musical y piano: Rubén Fernández Aguirre. Fecha: Sábado 13 de febrero. Lugar: Teatro Arriaga de Bilbao.

No cabe sino aplaudir sin condiciones el valor de Emilio Sagi al apostar por recuperar una música desconocida de un autor español del XIX como el sevillano Manuel García. Habría que añadirle a ese aplauso otro por planificar nada menos que cuatro funciones con dos repartos diferentes, integrados ambos por jóvenes cantantes españoles. Y que no ha sido un mero trámite por cumplir con la recuperación del patrimonio lo demuestra el mimo y la dedicación puesta en la producción, en la que intervienen personalidades del calibre de Ojanguren, Bianco y Faura. El resultado es de un gran atractivo visual y teatral, todo en tonos blancos y azules, con arena azul y sugerente vestuario blanco. Jugando con la idea de una ópera de salón, las rocas del libreto son representadas por sillas apiladas sobre las que se mueven los personajes y que permiten momentos tan brillantes como el cuarteto en canon de la escena final.
Rubén Fernández ha realizado un concienzudo trabajo sobre la partitura, añadiendo variaciones y ornamentaciones y ajustando las dinámicas y la agónica (poco señaladas por García) a la acción dramática, consiguiendo que todo fluya con agilidad y claridad, al margen de su ya bien conocido dominio del piano. Del primer reparto al que asistí (y que será el que actúe en Sevilla en las dos funciones programadas en la Sala Manuel García del Teatro de la Maestranza) cabe destacar el excelente nivel general de estos jóvenes. Romeo sorprende por su extensísimo registro, que le permite resolver con la voz bien apoyada algunos pasajes peligrosamente graves, a la vez que su dominio de la coloratura y de la franja superior de la voz la llevan a interpretar con espectacularidad y sensibilidad los pasajes más floridos. Aunque con menor facilidad en las agilidades, Nogales sobresalió por su espléndida línea de canto, plenamente belcantista, así como por la belleza de su timbre. Mucho dará que hablar en poco tiempo el barítono madrileño César San Martín, poseedor de una poderosa voz de timbre atractivo y brillante metal. Álvarez, finalmente, es un fino tenor lírico-ligero, algo corto de volumen pero sobrado de color y que se mueve muy bien en las medias voces. Andrés Moreno Mengíbar

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