Lohengrin o cómo construir y derribar una casa
LOHENGRIN (R. WAGNER)
Nationaltheater de Munich. 27 Marzo 2016.
Es ésta una rápida visita a Munich, que tiene como principal objetivo la nueva producción de Un Ballo in Maschera con la presencia de Anja Harteros y Piotr Beczala. Como aperitivo, una nueva representación de Lohengrin, cuyo resultado artístico ha sido bueno, si nos olvidamos de la producción escénica.
La producción es la conocida de Richard Jones, que se estrenara en este teatro en el festival de Julio de 2009, con la presencia al frente de reparto de Jonas Kaufmann y Anja Harteros. Ya en su estreno esta producción levantó una auténtica polvareda y el día del estreno el director de escena británico Richard Jones fue sonoramente abucheado, lo que ya no volvió a ocurrir, porque nunca más ha salido a saludar en las reposiciones que se han visto en Munich. Lo que nos ofrece Richard Jones es una visión personal, cuyo engarce con libreto y partitura es prácticamente inexistente.
La trama se trae a tiempos modernos, seguramente a los años 60 del pasado siglo, y Elsa quiere construir una casa, labor a la que se entregará posteriormente Lohengrin. El simbolismo de la construcción de algo no está mal traído, si pensamos más en una nueva sociedad que en una casa. Lo cierto es que la casa va levantándose acto a acto, ocupando toda la escena finalmente, y la verdad es que uno acaba bastante harto de ladrillos y cemento. La originalidad de Mr. Jones consiste en que Lohengrin queda abatido ante las preguntas de Elsa en el tercer acto y prende fuego a la casa que han construido, rociándola con gasolina. La escena final consiste en un suicidio colectivo de todo el coro, al abandonarles Lohengrin. Cualquiera se dará cuenta que estas ideas no pueden hacer sino chirriar con el texto y la música. No es la primera vez que se hacen cosas de este tipo. Recuerdo la famosa producción de Peter Konwitschny en el Liceu (la de la escuela) que también chirriaba, pero, al menos, contaba con una magnífica dirección escénica, mientras que en el caso que nos ocupa tal cosa no existe. El coro canta como si estuviera en una versión de concierto, aunque con trajes, mientras que la dirección de actores no pasa de la rutina
La escenografía y el ramplón vestuario son de Ultz y la floja iluminación es de Mimi Jordan Sherin. Cada vez es más frecuente que en el equipo creativo figure el responsable de la dramaturgia, que supongo que es el inventor de los desaguisados con los que nos deleitan estos señores. Aquí se trataba de Rainer Karlitschk.
La dirección musical estuvo encomendada al alemán Lothar Koenigs, maestro de merecido prestigio, a quien no había tenido ocasión de ver dirigir desde un Wozzeck en este teatro hace 4 años. Entonces su dirección me pareció muy buena y la impresión se ha visto confirmada en esta oportunidad. Recordaba la dirección de Kent Nagano hace ahora 6 años en esta mima producción y la Lothar Koenigs no ha sido en nada inferior a la del americano. El único leve lunar de su dirección estuvo en algún exceso de volumen orquestal, teniendo en cuenta que los dos principales protagonistas no ofrecían voces de gran tamaño. En conjunto, se puede decir que ha sido lo mejor de la representación, especialmente porque el sonido que hemos podido disfrutar de la estupenda Bayerische Staatsorchester ha sido espectacular. A buen nivel también el Coro de la Bayerische Staatsoper.
Al frente del reparto estuvo siempre anunciado Klaus Florian Vogt, uno de los mejores intérpretes de Lohengrin en la actualidad, más allá de que su timbre no resulte del gusto de todos los aficionados. Lamentablemente, canceló a última hora y ello puso a prueba la capacidad de reacción de la compañía, que tiene que demostrar también su categoría en las sustituciones de última hora. Si en la primera representación del ciclo actual el sustituto fue Burkhard Fritz, en la que nos ocupa y las siguientes, el nuevo Lohengrin es el americano Robert Dean Smith, sin duda uno de los intérpretes de referencia en los últimos años. El tenor americano siempre se ha distinguido por su bella voz y su canto elegante, nunca forzado, y sigue ofreciendo las mismas virtudes de siempre. Le he encontrado algo disminuido de volumen vocal y algo más apretado en la parte alta, particularmente en el relato del último acto. También tiene más pronunciada que antes la “curva de la felicidad.”
Elsa fue interpretada por la soprano tirolesa Edih Haller, que tuvo un inicio de carrera brillante hace unos años, y algunos se acordarán de la Elizabeth de Tannhauser que cantara en el Teatro Real hace unos 6 años. Últimamente, su presencia es más frecuente en teatros de segundo orden y sus apariciones en los grandes coliseos de ópera es menos frecuente que antes. Su interpretación de Elsa fue buena, mostrando un centro amplio y bien timbrado, además de atractivo. El problema es que sus notas altas están muy comprometidas y echó un serio borrón a su actuación con los gritos que nos dedicó en el tercer acto.
Petra Lang es una de las grandes referencias en el personaje de Ortrud, que le viene a quedar como una segunda piel. No tiene la elegancia de Waltraud Meier, pero ofrece una interpretación muy convincente, superando con brillantez las dificultades vocales del rol. La diferencia entre esta Ortrud y la Sieglinde del mes pasado en Dresde es más que notable. Aquí ella está como pez en el agua.
Telramund fue el barítono Thomas Johannes Mayer, que tuvo una actuación correcta. Su voz me resulta poco negra para este malvado personaje y palidece cuando se le compara con Wolfgang Koch, que fue quien cantó este personaje hace 6 años en Munich.
Günther Gröissböck fue el Rey Heinrich y lo hizo de manera convincente. Confieso que yo prefiero un auténtico bajo en este personaje, mientras que Gröissböck es más bien un bajo–barítono.
Adecuado, el Heraldo del Rey, interpretado por Martin Gantner.
Me llamó la atención que no fueran coralistas las que interpretan la breve página del segundo acto, que da paso al cortejo nupcial de Elsa. Aquí la cantaron 4 niños de los Tölzen Knabenchor.
El teatro había agotado sus localidades, aunque había oferta de entradas a sus puertas. El público se mostró muy satisfecho con la representación, habiendo aclamaciones para todos los artistas, particularmente para Lothar Koenigs, Petra Lang y Günther Gröissböck.
La representación comenzó con 6 minutos de retraso, cosa bastante habitual en Munich. La duración total fue de 4 horas y 47 minutos, incluyendo dos largos intermedios. Duración musical de 3 horas y 32 minutos, que se sitúa entre las más vivas, como las de Andris Nelsons o Donald Runnicles, y las más lentas, como las Kent Nagano en este mismo teatro. Nueve minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 163 euros, habiendo butacas de platea desde 91 euros. La entrada más barata con visibilidad total costaba 39 euros. José M. Irurzun
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